La lógica del poder es simple: estás conmigo o estás contra mi. En pleno siglo XXI, los resabios del autoritarismo mexicano se niegan a morir. Más todavía, están vigentes y con muchos recursos del Estado. Léase: de los contribuyentes. La reciente noticia sobre espionaje no es nueva, ni tampoco las sobrevivencia de las prácticas autoritarias. Para mal, hay mucho del siglo XX en nuestras instituciones. No sólo los personajes, sino el andamiaje institucional que tenemos en la propia casa. La antidemocracia se mantiene latente. Lo sabía bien Alexis Tocqueville, quien nos advirtió sobre las inercias del Antiguo Régimen. Para nuestro caso, Monterroso lo dijo mejor: "Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí". Atlacomulco sigue ahí con sus instituciones, actores políticos, leyes, y sobre todo, el dinero de los ciudadanos, contra los ciudadanos.
Lo grave del asunto no sólo es la ilegalidad, sino la ausencia de contrapesos. ¿Quién defiende a los ciudadanos? ¿quién nos cuida del cuidador? Espiar a los críticos, dedicar recursos contra los que señalan y opinan diferente, muestra abiertamente la naturaleza ruin del poder. Democracia, ley, constitución, transparencia, justicia, parecen meros accesorios, cuando de facto operan otros valores. Con razón Baltazar Gracián lo llamó "razón de establo".
Mientras muchas regiones y ciudades del país padecen los estragos de la criminalidad, algunas autoridades se empeñan en ir contra los opositores, los ciudadanos críticos, los periodistas que hacen su trabajo. Un grupo de conocidos líderes de organismos ciudadanos y periodistas, volvieron a denunciar el acoso del gobierno. Pero más allá de la fama de las personalidades presumiblemente espiadas, para algunos gobiernos estatales y municipales, es el pan de cada día. De esa manera, opinar diferente, hacer abiertamente una crítica, llamar a cuentas a un gobierno, es visto por muchos gobernantes como un atentado contra el poder. En esa lógica del poderoso, el problema no es la corrupción, sino señalar la corrupción. Por lo tanto, el espionaje no sirve para atrapar criminales, ni perseguir delincuentes que atentan contra la sociedad y amenazan al Estado. El espionaje, en este y otros casos, es comúnmente empleado con fines políticos. Amedrentar opositores, acallar críticos, domar a ciudadanos organizados, perseguir a los competidores del poder. Todos tienen algo en común: "son enemigos del Estado". Enemigo el crítico, enemigo el otro partido, enemigo las organizaciones civiles independientes, enemigos los otros candidatos. El director del prestigioso Instituto Mexicano para la Competitividad, Juan Pardinas, quien ha padecido el acoso y espionaje, lo resumió así en el reportaje del New York Times: "Somos los nuevos enemigos del Estado".
Pobre, muy pobre política la de un gobierno que espía a los críticos, mientras lo gobernadores saquean el país a gran escala y los criminales se adueñan de las calles. ¿A esos espías les importa Reynosa, Acapulco o la zona de la Tierra Caliente? Regresemos a la lógica del poder. Para los primeros, todo el peso del Estado. Para los segundos, toda la protección e impunidad del Estado. ¿Habrá un Snowden mexicano? Por cierto, Edward Snowden, el espía que rompió el pacto con Estados Unidos, escribió en su cuenta de Twitter sobre el asunto mexicano: "No importa si es una sorpresa, o si nos advirtieron. Lo que importa es que se trata de un crimen contra el público".
Sin duda, esta la parte más débil de la cadena. Me refiero a la ausencia de otros poderes que limiten y vigilen al poder mismo. La Cámara atiende sus propios intereses. La Procuraduría, es juez y parte del gobierno. El INAI ni sus luces, no obstante, los millones que nos cuestan. La lealtad de los poderes divididos, es para los poderosos.
Entonces, ¿quién defiende al ciudadano de los abusos del poder?
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