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Trudeau: la política viral de un rockstar

No es el jefe de gobierno típico, pero no deja de ser político

Trudeau: la política viral de un rockstar

Trudeau: la política viral de un rockstar

Manuel Serrato

Desde sus primeras apariciones públicas en 1998, cuando fungió como vocero familiar tras la muerte de su hermano Michel, y en el 2000, cuando ofreció un emotivo discurso en los funerales de su padre, el histórico primer ministro Pierre Elliott Trudeau, la figura de Justin Trudeau comenzaba a despuntar como la efigie del líder moderno: atractivo, inteligente, progresista. Tras su triunfo en las elecciones federales de 2015, el carismático mandatario canadiense se convirtió en un frontman del escenario global. Sin embargo, el tiempo de cumplir la multiplicidad de causas que abandera se estrecha.

El 3 de octubre del 2000, la basílica de Notre-Dame, en Montreal, lucía repleta. Líderes políticos y personalidades de diversa índole despedían a Pierre Elliott Trudeau, el decimoquinto primer ministro de Canadá y uno de los más peculiares; no le faltaron apelativos, incluido el de “político de los escándalos”. Sin embargo, Pierre Elliott fue un personaje admirado tanto por correligionarios como por adversarios, impulsor de una identidad nacional multicultural y promotor del establecimiento del inglés y francés como lenguas oficiales del país.

Con Margaret Sinclair, una joven aspirante a fotógrafa y actriz, veintinueve años menor que él y protagonista del jet set de la época, formó una de las parejas más icónicas de la política en su país incluso después de la separación en 1977. La vida destemplada de ambos, amantes, infidelidades y el trastorno bipolar que le fue diagnosticado a Margaret, hicieron que los reflectores se posaran también, inevitablemente, en los tres hijos de la pareja: Justin, Alexandre y Michel. El último falleció en 1998 en un accidente de alpinismo, pero se volvió famoso desde la niñez gracias a una fotografía en la que es cargado por el exlíder cubano Fidel Castro. Pierre Elliot fue, en enero de 1976, en plena Guerra Fría, el primer líder de un país miembro de la OTAN en visitar Cuba. El propio Fidel Castro no faltó, por esa amistad que los unía, al funeral del llamado “refundador de Canadá”. Estaba allí, en una de las bancas de la basílica de Notre-Dame observando cómo, quizá sin proponérselo, el hijo mayor del difunto, Justin, estaba ya levantando la mano para tomar la estafeta política de quien estuvo al frente de la nación de 1968 a 1979 y, tras una breve pausa, de 1980 a 1984.

Esa mañana de octubre, en torno al féretro cubierto por la bandera canadiense, los dolientes se dejaban encantar por la sofisticación y la elocuencia de un joven de 28 años, profesor de teatro y literatura, que contaba cómo su padre lo llevó al Polo Norte a buscar a Santa Claus, una experiencia emocionante para un niño que, además, había nacido en una Navidad, la de 1971.

Fue así como el mundo, al menos el cercano a Pierre Elliott Trudeau, comenzó a comprender que ahí enfrente, en su hijo mayor, podía estar un futuro dirigente nacional todavía más carismático. Ocho años después, el augurio tomaba forma: Justin, que en aquel otoño del 2000 afirmaba no estar muy entusiasmado con la idea de incursionar en la política, era elegido diputado por el Partido Liberal. Fue reelecto en 2011. Dos años después, se convirtió en líder del Partido Liberal. El 4 de noviembre de 2015 juró el cargo de primer ministro tras unas elecciones en las que derrotó al conservador Stephen Harper, quien tenía nueve años al frente del país. La victoria de Trudeau certificó el nacimiento de una suerte de arquetipo del político moderno: joven, atractivo, liberal. Un perfil mediáticamente poderoso y permanentemente proclive a la viralización.

CARISMA

Hace streap tease por causas benéficas, usa vistosos calcetines para apuntalar su carisma (lo mismo con los colores de la bandera del 'orgullo gay' que con el símbolo de la OTAN o incluso con motivos de R2D2 y C3PO, personajes de Star Wars), sale a correr, practica boxeo, tiene un pasado como consumidor de hierba y cadenero de bar, su larga melena y tatuajes le dan un aire de rockstar refinado, encabeza las marchas de la comunidad LGBT, delineó un gabinete equilibrado en géneros y razas, abandera temas polémicos como el aborto y la legalización de la marihuana, las cámaras lo siguen como imantadas y mujeres insignes del gossip político como Kate Middleton, duquesa de Cambridge e Ivanka Trump, hija del presidente estadounidense, han sido captadas prodigándole furtivas miradas; no obstante, su imagen es también la de un pulcro hombre de familia: está casado con la exconductora de televisión Sophie Grégoire. Los hijos de la pareja se llaman Xavier, Ella Grace y Hadrien.

El heredero de Pierre Elliott se ha convertido en un fenómeno global. Su triunfo en 2015 representó una suerte de resurgimiento para los liberales, se quedaron con 183 de los 338 escaños parlamentarios. Antes de esos comicios habían acumulado tres derrotas consecutivas desde 2006. Su debacle era tal que en 2011 sólo obtuvieron 34 diputaciones.

FRONTERA ABIERTA

Una de las más encomiadas acciones del joven líder es la bienvenida a refugiados y desplazados políticos, en especial familias que huyen del conflicto armado en Siria y que han encontrado en Canadá oportunidades de vida. El número de sirios acogidos ronda los 40 mil. En noviembre de 2016, una pareja de refugiados había nombrado a su hijo “Justin” en honor al mandatario. A otro bebé, nacido en Calgary el pasado 4 de mayo, sus padres, Afraa Hajj Hammoud y Mohammed Belal, refugiados que arribaron al país norteamericano apenas en febrero, tuvieron a bien nombrarlo Justin Trudeau Adam Belal, en agradecimiento al primer ministro por su política de apertura.

Justin Trudeau ha dicho que la frontera canadiense seguirá abierta y que la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos (cuya visión migratoria para su país es justamente la opuesta) fue un escenario ideal para refrendarla.

LÍDERES DISPARES

Los dos, cada uno en su estilo, son mediáticos. Trump representa ese personaje arrogante, tildado de fascista capaz, de motivar una animadversión que raya en el odio. Trudeau es la efigie del joven político liberal que abandera causas humanitarias: progresista, ambientalista, feminista, telegénico, deportista y símbolo sexual.

A Trump le han sobrado motivos para darse cuenta de que su popularidad está por los suelos. El mandatario estadounidense llegó a su primer 4 de Julio, principal fiesta nacional, como el inquilino de la Casa Blanca más desfavorecido en encuestas y sondeos de opinión. Trump es el presidente con el mayor porcentaje de desaprobación en los 72 años de existencia de ese tipo de mediciones en la Unión Americana: el 39.5% de sus gobernados aprueba su gestión y el 54.4% la rechaza, según el Centro de Investigación Pew.

Además, sólo 22 de cada 100 encuestados dijo confiar en que Trump hará lo correcto en asuntos de política global. Los adjetivos que se utilizaron con mayor frecuencia para describir a quien despacha en la Oficina Oval fueron: arrogante, intolerante y peligroso.

Con el fin de contraponer las figuras del presidente estadounidense y del primer ministro canadiense, otras empresas incluyeron preguntas dirigidas a medir el brazo político de ambos y su impacto en la percepción ciudadana.

Según un sondeo de Ipsos realizado en febrero pasado, cuatro de cada 10 habitantes de la potencia mundial preferirían tener al nacido en Ottawa al frente de su país y no al magnate. Sin embargo, uno de cada tres encuestados calificó a Trump como un político mayormente efectivo en comparación a Trudeau.

Otro estudio, el de Mainstreet Research, arrojó que el 84% de los canadienses desaprueba a Donald Trump. No obstante, las políticas económicas del republicano atraen más respaldo que las del político liberal; en este renglón Trump obtuvo un 53 por ciento de vistos buenos contra un 43% de Trudeau.

En otro reactivo, sólo 13 de cada 100 encuestados respondió “Sí” a la pregunta de si considera a Donald Trump una persona compasiva. Trudeau, en cambio, obtuvo 65 por ciento en este renglón.

¿TRUDEAUMANÍA DESGASTADA?

En los últimos meses hay momentos en que la imagen pulcra, de líder progresista, con aires de pasado fascinante y hombre ejemplar, que ha cobijado a Trudeau parece estar decolorándose.

Según la empresa Agnus Reid, la popularidad del mandatario cayó 10 puntos en diciembre de 2016 con relación al trimestre previo, se ubicó en el 55 por ciento de aprobación nacional. Los datos provinciales fueron particularmente dramáticos: en Ontario, la aprobación del llamado “Kennedy canadiense” se desplomó del 69 al 53 por ciento. Cabe señalar que el indicador sufrió, en parte, por la impopularidad de la gobernadora Kathleen Wynne, correligionaria política de Trudeau y quien pese a ser una figura interesante (al ser la primera mujer en gobernar Ontario y la primera persona abiertamente gay que ocupa un puesto de tal envergadura en Canadá), ha tenido una cuestionada gestión.

En la primera mitad de 2017, la aprobación de Trudeau bajó dos puntos porcentuales más con respecto al cierre de 2016.

A este descenso han contribuido asuntos polémicos como el plan de su gobierno de poner precio a las emisiones de carbono o las acusaciones de que ha otorgado acceso a la administración tanto a compañías como a particulares que han hecho donaciones a su instituto político: el Partido Liberal. Otro factor que ha cobrado relevancia es el apoyo de Trudeau a la construcción del oleoducto Keystone XL, que llevaría petróleo desde Alberta, Canadá, hasta el sur de Texas. El proyecto estuvo congelado durante la administración de Barack Obama. Con el republicano Trump la obra ya tiene luz verde y el pulgar de Trudeau apunta hacia arriba para indignación de diversas organizaciones políticas, ciudadanas y ambientalistas.

Keystone XL ha provocado la percepción de que Trudeau hace a un lado sus posturas en pro del medio ambiente al favorecer un proyecto de tal naturaleza con tal de preservar la relación con Estados Unidos, su principal socio comercial.

POLÍTICA AMBIENTAL

Obama congeló, para inquina del ex jefe de gobierno canadiense, Stephen Harper, la instalación del ducto para transportar el crudo de Alberta, y el petróleo esquisto de Dakota del Norte y Montana, hacia Steele City, Nebraska, y de ahí a las refinerías de Texas. A través de esa red, que costaría unos 53 mil millones de dólares, se movilizarían cerca de 830 mil barriles de petróleo por día.

Propuesta por la empresa TransCanada Corporation, esta infraestructura le permitiría a Estados Unidos reducir hasta en un 40 por ciento su dependencia del combustible fósil importado de países considerados “no confiables”, como México y Venezuela.

En 2008, TransCanada solicitó al gobierno estadounidense la construcción del oleoducto Keystone. El Departamento de Estado no revisó los planos y denegó el permiso. En abril de 2014, la decisión sobre su aprobación volvió a congelarse con el argumento de que no se habían analizado las potenciales consecuencias ambientales de una obra de tal magnitud.

El pasado Marzo, Trump firmó el permiso presidencial requerido por su vecino del norte con el argumento de que permitirá la generación de 28 mil empleos directos. Justin Trudeau encomió la orden ejecutiva del magnate y señaló que los oleoductos siguen siendo el medio más seguro y menos contaminante para la transportación de petróleo, declaraciones que fueron reprochadas por grupos ambientalistas y ciudadanos que, para oponerse a la creación de estas estructuras, hacen hincapié en lo complicado, dañino y costoso de la extracción petrolera en los yacimientos canadienses, especialmente los de la región de Athabasca, en Alberta.

Canadá es, por debajo de Arabia Saudita y Venezuela, la tercera potencia mundial en reservas petroleras con más de 175 mil millones de barriles de crudo extraíbles; sin embargo, el país norteamericano sólo produce un 4 por ciento del volumen mundial del llamado oro negro porque sacarlo de sus arenas implica un alto costo económico y ambiental. En Canadá, producir un barril de crudo cuesta en promedio 60 dólares, cinco veces más que en Arabia Saudita, donde es más liviano, menos viscoso y más fácil de trasladar a la superficie.

En cuanto a los costos ambientales, el bitumen obtenido debe ser separado mediante operaciones a cielo abierto que exigen grandes cantidades de agua. Dado que los yacimientos se encuentran bajo un área de bosques y humedales superior a los 140 mil metros cuadrados, la extracción no sería posible sin generar una cruenta deforestación y considerables niveles de contaminación por aguas residuales tóxicas. Trudeau puede pagar un alto precio político por avalar el proyecto, cuyo destrabe era una de las promesas de campaña de Donald Trump.

El político viral tiene en su hombro izquierdo el tatuaje de un globo terráqueo enmarcado por un cuervo de la tribu indígena Haida, es un símbolo de su compromiso con la naturaleza. Sin embargo, su discurso no lo ha salvado de que su proceder sea calificado de contradictorio.

¿FEMINISMO SIMBÓLICO?

Una bandera que ha ondeado Trudeau es la del feminismo; se trata de una postura y una lucha a las que, según él, deberían unirse también los hombres. El primer ministro formó un gabinete con equidad de género; hay 15 mujeres a cargo de diferentes carteras y se destacan los casos de la ministra de Justicia, Jody Wilson-Raybould, de origen indígena y perteneciente a la tribu kwakiutl, y de la responsable de Instituciones Democráticas Maryam Monsef, una refugiada de origen afgano.

En otra acción de la agenda pro derechos del sexo femenino, el hijo de Pierre Elliott ordenó realizar una investigación gubernamental en torno a casos de desaparición y homicidio de al menos 4 mil mujeres aborígenes en los últimos 30 años (de la que no se han informado resultados). Como sucedió con su postura ecológica, diversos sectores han calificado el feminismo de Trudeau como un mero simbolismo, carente de acciones concretas.

Una voz crítica es la de Pamela Palmater, directora del Centro para la Gobernanza Indígena de la Universidad Ryerson, en Toronto, quien ha declarado que las mujeres dentro del gabinete de Trudeau ya eran integrantes de la cúpula política y tenían una situación privilegiada. Esto significa, dice Palmater, que el gabinete incluyente de Trudeau es más bien el espejismo de una distinta repartición de poder entre grupos reducidos de la élite.

La organización Oxfam Canadá, si bien resalta como un punto a favor el que la mitad del gabinete esté constituido por el lado femenino del género humano, ha señalado que la brecha salarial aún es amplia por lo que el gobierno debe pasar de las palabras a los hechos. En el “marcador feminista” publicado por la organización, se destaca que Trudeau no ha implementado políticas de equidad que realmente impacten en el gasto público. En Oxfam subrayan la necesidad de apuntalar las acciones de combate a la pobreza.

A propósito de su agenda feminista, una de las declaraciones más sentidas de Trudeau ha sido: "Las mujeres y las niñas tienen menos probabilidades de obtener una educación, más probabilidades de empobrecerse, y se enfrentan a mayores riesgos de enfermedad y mala salud". Se calcula que un 10 por ciento de la población canadiense vive en situación de pobreza y que hay alrededor de 600 mil niñas y niños en condiciones de precariedad.

Una propuesta de Oxfam es que el gobierno fomente la dignidad salarial y establezca medidas para que empresas canadienses en el extranjero garanticen condiciones dignas de trabajo a las mujeres.

MÉXICO Y CANADÁ

En la retórica oficial, la disponible en sus portales de Internet por ejemplo, los gobiernos dan cuenta sólo de las mieles de su vínculo bilateral, cuyo origen se remonta al 29 de enero de 1944, fecha en que establecieron relaciones diplomáticas. México destaca que, en 73 años, Canadá se ha posicionado como su tercer socio comercial y el cuarto inversionista en el país, además de ser el segundo destino de las exportaciones y la segunda nación que provee la mayor cantidad turistas que visitan suelo mexicano, alcanzando un promedio de dos millones de personas por año.

Un acuerdo relevante entre ambos Estados es el Programa de Trabajadores Agrícolas Temporales a través del cual se envían cada año 20 mil jornaleros mexicanos a los campos canadienses.

Canadá, por su parte, califica al país gobernado por Enrique Peña Nieto como “un aliado estratégico” y se congratula de que en 2015 el intercambio de bienes rebasó los 37 mil 800 millones de dólares. Ese mismo año la inversión directa en México superó los 14 mil 800 millones de dólares y, a su vez, la inversión mexicana en Canadá, fue de 1 mil 400 millones de dólares.

En el aspecto educativo, el portal de la hoja de maple hace referencia a más de 400 acuerdos firmados entre universidades e instituciones de nivel superior de ambas naciones, así como al décimo lugar que ocupa México en número de estudiantes recibiendo instrucción en planteles canadienses (a la fecha son más de 5 mil matriculados).

El año pasado, el Comité de Asuntos Exteriores y Comercio Internacional del Senado canadiense informó que las exportaciones de México a Canadá habían crecido 10.7 por ciento al pasar de 1 mil 858 millones reportados en enero a 2 mil 057 millones de dólares en diciembre.

Entre los productos vendidos a Canadá destacan maquinaria y aparatos mecánicos, equipo eléctrico, aeronaves, buques y vehículos terrestres, además de minerales, principalmente sales, sulfuros, aceites y sustancias bituminosas.

Las exportaciones canadienses a México se incrementaron un 31 por ciento, el indicador alcanzó los 353.3 millones en enero y cerró diciembre con 463.8 millones de dólares. Los productos destacados también incluyeron aeronaves, buques y vehículos terrestres, así como maquinaria, aparatos mecánicos, equipos de sonido y productos metálicos.

El Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) ha aumentado nueve veces el intercambio de bienes entre ambos países (4 mil millones de dólares en 1993 contra 37 mil 800 millones de dólares en 2015).

Sin embargo, en la práctica, México y Canadá, más que aliados, son competidores, sobre todo cuando los intereses económicos apuntan hacia el mercado estadounidense. La relación con sus vecinos del sur es la que los canadienses están interesados en conservar toda vez que un 70 por ciento de su comercio se da con Estados Unidos, del que es principal comprador. Además, entre ambos países existen cerca de 2 mil acuerdos tanto comerciales como financieros, educativos o militares.

La postura canadiense a la hora de entrar en la renegociación del TLCAN irá enfocada a cuidar ese bilateralismo más que el trilateralismo que involucra a México, con quien no haría necesariamente un contrapeso. La nación gobernada por EPN podría quedar sola en la renegociación del tratado. En este sentido una de las declaraciones que más revuelo causó, fue la del embajador canadiense en Estados Unidos, David McNaughton: “Cooperamos en asuntos trilaterales cuando sea de nuestro interés y buscaremos hacer cosas que también sirvan a nuestros intereses de manera bilateral; algunas de ellas están en el tratado, otras quizás no”.

LOS INTERESES CANADIENSES

En los 23 años de vigencia del TLCAN, los tres países acumulan 84 querellas comerciales de compañías extranjeras por diversos incumplimientos; 39 corresponden a Canadá, que ha perdido o liquidado ocho casos y ha pagado, en total, más de 215 millones de dólares en compensaciones. El 60 por ciento de las demandas contra el gobierno canadiense corresponden a temas ambientales o señalan políticas de gestión de recursos, ya sea hidrocarburos, bosques y agua.

Desde que Donald Trump amenazara con salirse del acuerdo comercial si no era posible mejorarlo (asegura que ha ocasionado la pérdida de millones de empleos en la industria manufacturera estadounidense y un fuerte déficit comercial) sus ataques se habían focalizado en México. Fue en abril de este año cuando el discurso de Trump embistió a la política canadiense por los subsidios a sus industrias forestal, lechera, petrolera y aeroespacial, entre otras. El inquilino de la Casa Blanca reforzó sus palabras con la decisión de establecer aranceles compensatorios a la importación de madera blanda canadiense.

Una encuesta de Nanos Research sobre qué actitud debe adoptar Justin Trudeau en la renegociación del convenio de Norteamérica arrojó que el 12 por ciento de los canadienses considera que su gobierno debe mostrarse abierto durante el rediseño del acuerdo; 42 de cada 100 entrevistados señalaron que Canadá debe otorgar algunas concesiones para preservarlo; un 41 por ciento opinó que el país debe adoptar una postura “cerrada” o “muy cerrada” ante cualquier tipo de concesión.

En los últimos meses, Trudeau no ha escatimado críticas a las políticas de Trump. La incertidumbre sobre la que navega el TLCAN es sólo uno de los grados de separación entre ambos. Otros son las medidas del magnate estadounidense contra el ingreso de inmigrantes y refugiados y la salida de Estados Unidos del Acuerdo de París contra el cambio climático. Recientemente, en Irlanda, el jefe de gobierno canadiense declaró que tanto el Reino Unido como Estados Unidos están “recluyéndose en sí mismos”. El primero, por estar inmerso en el proceso de abandonar la Unión Europea y, el segundo, a causa de sus políticas migratorias y su postura contraria a los tratados internacionales. No obstante, el primogénito de Pierre Elliott enfrenta el reto de conciliar esas posturas si pretende, como parece ser la prioridad, fincar una relación lo más tersa posible con Estados Unidos.

POLÍTICO VIRAL

Es evidente su éxito al convertir su nombre en una marca bien posicionada y mayormente estimada a nivel global. No obstante, existe la percepción de que su intensa exposición mediática está magnificando las expectativas en torno a su gestión, lo cuál puede jugarle en contra; difícilmente podrá hacer frente a todos sus compromisos de campaña.

En Internet se puso en marcha una herramienta denominada TrudeauMeter que sirve para monitorear el cumplimiento de las 225 promesas de campaña del primer ministro conforme van transcurriendo los días de su mandato. Al cierre del primer semestre de 2017, el conteo era de 53 promesas alcanzadas, 61 en progreso, 80 que no han sido iniciadas y 31 definitivamente canceladas.

En el último rubro, el de las promesas que ya no se cumplirán, destacan algunas de índole económica, como la reducción de impuestos del 11 al 9 por ciento a las pequeñas empresas, la inversión de 6 mil millones de dólares en infraestructura verde durante los próximos cuatro años o la dotación de 100 millones de dólares anuales a los gobiernos provinciales para cuestiones de seguridad.

Trudeau se ubica en un momento altamente significativo de su administración: la tarea es demostrar si puede conciliar su perfil de político viral y mediáticamente carismático con el de un líder de estado eficiente y congruente con sus posturas y acciones.

El romance del político viral con su país y con el mundo, sin embargo, no está exento de acciones que invitan a pensar en que Trudeau no es como se vende y que, a fin de cuentas, no es del todo distinto a los políticos tradicionales.

En el país de la hoja con once puntas, Trudeau es investigado por el Comité de Ética debido a sus vacaciones en una isla de las Bahamas donde su anfitrión fue Aga Khan, líder espiritual de los musulmanes ismailíes.

Se indaga un posible conflicto de intereses toda vez que el primer ministro y su familia viajaron a su exótico destino en una aeronave propiedad de Kahn (la ley canadiense prohibe este tipo de 'regalos) y, de acuerdo con información de CBC News, la isla es legalmente propiedad de una compañía vinculada con corporaciones ubicadas en paraísos fiscales.

Otra decisión polémica fue la disculpa y la indemnización millonaria (la cifra que se maneja en la prensa internacional es de 8 millones de dólares) que su gobierno dio a Omar Khadr, quien se declaró culpable de matar a un soldado norteamericano en Afganistán y es considerado por un amplio sector de la sociedad canadiense como un terrorista. Trudeau alegó que la Carta de Derechos y Libertades protege a todos los canadienses incluso cuando hacerlo es incómodo.

Twitter: @manuserrato

Escrito en: Trudeau, millones, Trump, canadiense

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