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ARMANDO FUENTES AGUIRRE (CATÓN)

Me entristeció la muerte del doctor Enrique Martínez Cabrera, el querido "Pericles" de mis tiempos de infancia.

A él le debo el chispazo que encendió uno de los fuegos que siempre han ardido en mí: el amor por el teatro. Tenía él una extraordinaria vis cómica, y en un cierto sainete que se representó en el salón de actos de nuestro colegio lasallista, el Zaragoza, de Saltillo, hizo el papel de un criado. Salía a escena, plumero en mano, silbando las notas de "Souvenir", una melodía que desde entonces se me quedó en la memoria. "Taralará -la-rá". Y al silbar: "la-rá", daba dos pasadas con el plumero a un mueble. Eso sacaba la risa a todo el infantil auditorio del salón.

Sentí por primera vez la magia de que es dueño quien puede hacer reír a un público. Pericles, o sea Enrique Martínez Cabrera me hizo ese regalo.

Ahora se ha ido ese hombre tan bueno, tan afable, tan cordial. La última vez que lo vi fue con su atavío y su espadín de Caballero de Colón. ¿Dije que se ha ido Enrique? Me equivoqué. Hombres como él no se van nunca. Permanecen en el recuerdo para siempre, como quedaron en mí, por causa suya, el amor al teatro y la melodía de Souvenir.

¡Hasta mañana!...

Escrito en: Mirador Enrique, Martínez, melodía, plumero

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