Editoriales

Cibermédicos

Diálogo

YAMIL DARWICH

Hasta el día de hoy los humanistas dicen "nadie puede conocerse mejor que uno mismo", frase que puede llegar a dejar de ser verdad en unos cuantos años, si es que el avance de la inteligencia artificial sigue el paso acelerado que ha manteniendo hasta ahora, sin poder definir, realmente, si existe control verdadero.

Empiezan a aparecer programas computacionales que son una verdadera ayuda al ser humano y que pueden analizar algoritmos a una velocidad vertiginosa, jamás soñada por los humanos, que pueden dar resultados de análisis tan complejos y completos, que a través de ellos, cualquiera que sea su intérprete, puede conocernos mejor que nosotros mismos. ¿Le parece ciencia-ficción? No lo es.

En la medicina encontramos muchos de esos ejemplos:

Si usted tiene la curiosidad de visitar al laboratorista de su confianza, descubrirá como hace uso de la computadora para analizar todo el metabolismo; desde hace tiempo, con estudios especiales de su hemoglobina, pueden predecir si será un diabético en el corto plazo, sufrir un infarto o está desarrollándose algún cáncer.

El PET -tomografía por exposición de positrones- es lo más novedoso en técnicas médicas de gabinete -el más cercano en Monterey, Nuevo León, y la precisión en la observación del cuerpo humano rebasa toda las posibilidades que los médicos tenían anteriormente. Ese estudio se logra gracias a programas computacionales.

El médico de la posmodernidad ya no toma en cuenta -como hacíamos los viejos- la información que logran recabar a través de lo que llamábamos "interrogatorio intencionado" y los síntomas que les aportamos sirven para orientarles en un presunto diagnóstico, que deben confirmar con los procesos computacionales especializados.

De hecho ya no hacen anotaciones a mano, como lo hacíamos hace años, ahora escriben directamente en la computadora, que está conectada a una unidad central para reunir datos y poder establecer diagnósticos presuncionales, proponer estudios complementarios y hasta recibir propuestas de tratamiento, además de otra gran cantidad de funciones. De paso, incluyen estadística preventiva, útil en salud pública.

Los adelantos tecnológicos tienen puntos buenos y malos; útiles para romper estados neuróticos y de ansiedad o para detectar necesidades de apoyo en la afectividad, pero también dejar sentimientos de soledad, desatención y hasta abandono en el paciente. La medicina "mecanizada" deja a un lado la importancia de la psique humana.

Piense en la abuelita que siente o finge un dolor de pecho amenazando "¡me voy a morir!", o "¡me van a matar de un coraje!". El hijo o nieto, acude a un centro moderno de atención de urgencias y, luego de pocos minutos y pruebas bioquímicas, descartan enfermedades orgánicas rompiendo el chantaje sentimental. Cosa buena y mala a la vez, ¿no le parece?

El colmo es que con un estudio más detallado, podrán descartar definitivamente sus posibilidades de sufrir un infarto, quitándole su armamento emocional para llamar la atención. De nuevo el resultado es bueno y malo.

La interrogante: ¿qué pasará con esas personas que necesitan de las ganancias primarias y secundarias que llegan a obtener con su neurosis? No hay respuesta con certidumbre. Aquellos médicos del siglo XX -como yo- que escuchaban detenidamente, iban a la casa del enfermo y hasta aplicaban la primer ampolleta de un tratamiento, van extinguiéndose.

Aquellos cuidábamos el estado físico y emocional del paciente, incluso atendíamos a los familiares cerrando el círculo de la llamada salud integral familiar, según la OMS; lo bueno de la medicina sistematizada es que los diagnósticos son prácticamente infalibles, sin el margen del error de la medicina practicada anteriormente.

En la actualidad, si usted requiere un servicio de urgencia, debe acudir al hospital -que en la práctica es mucho mejor para su atención- y al encontrarse con su médico, seguramente llegará con un montón de información computarizada que describe su real situación bioquímica: algo positivo para el cuerpo. Seguramente, entonces, complementará el estudio haciéndole preguntas intencionadas, sólo para confirmar su prediagnóstico y raramente aceptará "chipilearlo": cosa mala para su afectividad.

La Universidad de Yale ha anunciado la creación de un páncreas artificial que conectado a un celular podrá mantener contacto con la computadora del hospital y evitarle choques diabéticos o mayor daño corporal por desatención; la industria relojera ya ofrece equipos que cuidan su ritmo cardiaco, presión sanguínea y hasta le hacen planes de ejercicio; una empresa holandesa -Bedpost- ya contabiliza orgasmos y calorías consumidas -¡adiós fingimientos!

Hay prótesis para reparar o reponer corazón, hígado, riñón, pulmón o piel; brazos, piernas, ojos y partes de oído artificiales, aunque faltan años para reconectar cerebros en otros cuerpos, pero ya se estudia cómo hacerlo.

Tal vez nuestros nietos puedan terminar siendo ciberhumanos -humanos robotizados- y para ellos habrá otro sistema de vida social, no sabemos si mejor o peor, solamente esperemos que no terminemos destruyendo a la raza humana. ¿Qué piensa?

Escrito en: Diálogo medicina, pueden, estudio, sufrir

Noticias relacionadas

EL SIGLO RECIENTES

+ Más leídas de Editoriales

TE PUEDE INTERESAR

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas