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El perfil histórico de José María Vigil

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El perfil histórico de José María Vigil

El perfil histórico de José María Vigil

Ismael Lares

Intro: No sorprenden las incongruencias en sus argumentos. Las historias escritas para legitimar una ideología o a un bando político no se salvan.

Nació en 1829, en Guadalajara. Abandonó sus estudios como seminarista para acercarse a la jurisprudencia. Le gustaban la literatura y la política. Formó parte del partido liberal. Fue espectador, al igual que Alamán y Prieto, de las constantes guerras que interrumpieron la vida de los mexicanos. La Guerra de los Tres Años y la Intervención Francesa lo instigaron a abandonar, la primera, su empleo, la segunda, el país. Colaboró y participó en publicaciones como El País, El Siglo Diez y Nueve o El Monitor Republicano. Se desempeñó como director de la Biblioteca Pública de Jalisco; legisló como diputado; dirigió el Archivo General de la Nación; profesó la docencia en la Escuela Nacional Preparatoria; y asumió el papel de magistrado de la Suprema Corte de Justicia. Tuvo desencuentros con Benito Juárez, Porfirio Díaz y Justo Sierra.

La combatividad de Vigil durante los años ochenta del siglo XIX se agudizaría, pero no desde la trinchera política, se posicionó como una especie de francotirador del debate filosófico. Ya en su puesto de profesor de asignatura en la Escuela Nacional Preparatoria (ENP), dio la cátedra de Lógica, ideología y moral, siendo el relevo de Porfirio Parra (discípulo positivista de Gabino Barreda), con quien sostendría un inteso debate sobre los libros de texto de esa materia para la ENP. Era Vigil un antipositivista.

Esta postura intelectual, y la batalla que dio, fue su manera de impugnar un alejamiento de los principios liberales. Según Vigil, ese tipo de educación atentaría contra la democracia y la libertad individual. Su labor no cuajó pronto. Tiempo después el Ateneo de la Juventud, en especial Antonio Caso, logró madurar las ideas del jalisciense para desarticular la educación con enfoque positivista.

Vigil, uno de los principales intelectuales de su época, historiador, humanista y liberal, bibliógrafo y polígrafo, murió en 1909.

Se sumó a quienes hicieron de la crítica su guadaña y de los compendios de historia el sorgo. No sorprenden las incongruencias en sus argumentos. Las historias escritas para legitimar una ideología o a un bando político no se salvan. Tampoco podemos ser tan severos con estas obras, la época exigía respaldar al relato con un cariz moral e incluso filosófico.

El cauce que recorre este flujo histórico tiene su nacimiento en un conflicto añejo. Dos poderes confrontados entre sí: Estado y clero. No quiero emplear el término 'Iglesia' dado el contenido aglutinador de esta noción, mas debemos atender a que dicha institución incorpora, quiérase o no, al poder civil. El pueblo también forma parte de esta Iglesia. Y este pueblo se subordinó al poder eclesiástico y a sus arbitrariedades. Iglesia y gobierno mantienen un conflicto polarizado, maniqueo. No hay estructura aunque se pretenda encontrarla. Un relato trazado de este modo no da pie más que a una interpretación radical.

José María Vigil participó en la obra cumbre del historicismo decimonónico, México a través de los siglos, específicamente en la "Introducción" al tomo V. El discurso trata el periodo de la reforma a la luz de antecedentes ubicados en la Conquista. Según Vigil, el progreso de nuestra civilización inició gracias al cristianismo.

Compartió con algunos de sus contemporáneos la idea acerca del carácter aleccionador que debía cumplir la historia, también hizo notables esfuerzos por darse a entender, si bien en ocasiones abusó de anécdotas y descripciones. El suceso no basta, ni la congruencia del relato. Se requiere más que una asamblea de acontecimientos explicados a partir de una retórica de la instrucción y la utilidad; se requiere más que una historia de consistencias moralista y providencialista para encumbrar a sus personajes, para apuntalar el heroísmo.

Escrito en: Vigil, ideología, conflicto, sorprenden

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