Editoriales

Gritos y apachurros

Sobreaviso

RENÉ DELGADO

Prohibidos los animales en el circo, hoy los reyes de las pistas son los políticos. Uniformados de payasos, luego luego sacan la risa, aunque más tarde meten el miedo.

Producto de pactos y errores cometidos con antelación y de conjunto, la troupe ahora concursa por diferenciarse a partir de una divisa absurda: a ver quién convierte el disparate en acierto indubitable. ¡Qué competencia! Cambian de roles y disfraces en graciosa lucha por conquistar al respetable electorado que mira con curiosidad, no exenta de azoro, cómo juegan con fuego y sonríen frente al desastre. Pero, hombre, así es ahora la política: arte de sacar de la chistera un tinaco, una despensa, un plástico o una puntada inolvidable.

¡Viva México! Sí, pero sobre todo los políticos capaces de carcajearse ante la calamidad, cualquiera que ésta sea.

¡Ah! ¡Qué pléyade de standuperos ha germinado en el vivero tricolor!

Qué Cirque du Soleil, qué Ringling Brothers ni qué nada. ¡La carpa instalada en Insurgentes Norte esquina con Los Pinos es reserva natural del más grande espectáculo!

Ahí está el nuevo Resortes, haciendo actos de contorsionismo político. También el primer priista que, en aparente falta de dominio de la conjugación de los verbos, confunde el futuro con el pasado y asombra asaz con la oferta de no regresar a donde quieren llevarnos.

Junto con ellos, el pastor de los senadores tricolores, garantía de solaz esparcimiento. Le asesta pastelazo tras pastelazo a su colega tricolor en la Cámara de Diputados, le roba su lugar al administrador del partidazo y, en el colmo de su insuperable sketch, organiza una votación al más puro estilo tricolor, estableciendo restricciones: en la boleta sólo anota los nombres indicados, según esto, dictados desde lo más alto de las alturas. De risa loca, la consulta a los padres de la patria.

A su vez, el gerente del partido se distingue de más en más por su progreso en el manejo del discurso a manera de tolete idiológico (no ideológico, idiológico). Lo de él no son los conceptos, sino los adjetivos. Sal y gas pimienta les pone a sus palabras.

No sólo ellos son los reyes. Hay más. Ahí está el alumno destacado del laboratorio de prácticas profesionales, el Instituto Matías Romero, siempre volando y ensayando algún nuevo dislate diplomático. Qué ingenio el suyo, ojalá Donald Trump reconociera el empeño de ese dreamer mexicano. Y ni qué decir de ese gran, pero gran artista de la pista o el paso exprés, el secretario de Comunicaciones y Transportes, el hombre bala, el funcionario misil catapultado contra el socavón sin enterrarse. ¡Qué temple y qué cachaza! De rechupete el numerito, de donde siempre sale ileso. Debería hacer dueto con el secretario en Desarrollo.

Lo importante, como quiera, es el elenco en su conjunto, desfile de saltimbanquis, pasarela de estadistas clandestinos ofreciendo show y ayuda sobre las ruinas de Oaxaca y Chiapas... no las prehispánicas, sino las más recientes. Y qué cosa oírlos pronunciar aquella fantástica divisa revolucionaria que, refraseada por ellos, dice: "Patria o suerte: ¡ganaremos!".

Los de enfrente -perdón, los del Frente- tampoco cantan mal las rancheras.

Ahí está El Niño Maravilla que de los viejos lobos tricolores de mar ha hecho un espectáculo de focas. Un afortunado muchacho que encontró en la ex lideresa de las aeromozas y Chucho El Roto a los compañeros ideales para montar el musical: Amor en el Aire o el Vacío. El tiburón joven enamorado de la rémora con dotes de sirena, apadrinados por ese gran estratega y pescador veracruzano, el hombre naranja de hace algunos años, que alerta del fin del régimen sin tener muy claro si hay otro.

Venga la melé de doctrinas y ocurrencias metiendo al centro la muy bien recibida idea ciudadana, bátanse en la licuadora los ingredientes a partir de la receta de echar atrás lo pactado y a disfrutarlo, acompañado del enorme pastel con fecha de caducidad homologada en julio del año entrante. Hay betún, harina y cerezas, rebanadas y migajas para todos... así que no hay por qué pelearse, sí por qué aliarse. ¡Vivan la hoz y el crucifijo, el rosario y el martillo, brille el yunque bajo los rayos del sol azteca! ¡Qué puesta en escena tan colosal y en tan corto tiempo! Ni caso ponerse a deshojar la margarita, ese botón vino sin pétalos.

De quienes hay que cuidarse es de los cinco chiflados que, en un golpe de magia, se cambian de camiseta al centro de la pista y juran traer la misma ropa. Numerazo el de los corderos disfrazados de lobos hambrientos, pero pastoreados.

Y, claro, concentrando la luz de los reflectores en la pista principal, el gran fenómeno, el político que cruza los pantanos sin mancharse y los desiertos sin tomar agua.

El líder carismático ocupado ahora en aclarar afuera que no es lo que se piensa, pero la aclaración confunde a sus interlocutores. El tragafuegos que jura no comer lumbre. El foco de atracción al que se acercan los mejores y los peores. El hombre sin barbas qué remojar ni cola que le pisen.

El político que repudia el dedazo, pero no el dedito y aborrece, a veces sí y a veces no, las encuestas.

Mención aparte merece también la rutina en entreactos del gobernador y candidato independiente. Denle licencia, pónganle redes. No gobierna, no es independiente, tampoco bronco ni candidato pero se esmera en crear la ilusión.

Qué de gritos, qué de apachurros. Qué risa y qué miedo. El circo de la República ya da de qué hablar sin abrir la temporada. Ojalá no retiemble más en su centro la Tierra y tampoco llueva porque, ahora sí, está claro: el interés superior de la nación es inferior al de la elección.

Siga el desfile, venga la pasarela... así sea sobre las ruinas.

[email protected]

Escrito en: Sobreaviso ahora, ¡Qué, gran, pista

Noticias relacionadas

EL SIGLO RECIENTES

+ Más leídas de Editoriales

TE PUEDE INTERESAR

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas