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JESÚS MENA VÁZQUEZ

El sismo del pasado 7 de septiembre tuvo el registro más fuerte en un siglo, sin embargo, la capital del país no tuvo daños de consideración, a diferencia del sismo de 1985, cuando resultó severamente dañada. Al no tener conocimiento de daños mayores en la Ciudad de México, en un primer momento muchos creyeron que un sismo de esa magnitud había ocurrido sin que tuviéramos consecuencias que lamentar. Ahora sabemos que una de las razones por las que el sismo no tuvo efectos graves en la capital del país es por qué se originó a mayor distancia de la capital del ocurrido en 1985.

Sin embargo, conforme van pasando los días nos damos cuenta de la magnitud del siniestro; ahora sabemos que lo que sucedió tiene visos de convertirse en tragedia nacional. Noventa personas muertas y alrededor de dos millones de personas damnificadas en tres entidades del sureste: Oaxaca, Chiapas y, en menor medida, Tabasco. En Oaxaca hay municipios como Juchitán, que están completamente devastados. En Chiapas existe un número importante de damnificados y sólo una pequeña parte está siendo atendida en albergues.

Durante su período de gobierno, cada Presidente de la República tiene que enfrentar al menos un desastre natural de gran magnitud. Cada uno de estos eventos pone al límite la capacidad de reacción de los tres niveles de gobierno; cuando sucede uno de estos eventos también queda de manifiesto el esfuerzo de la sociedad civil para apoyar a quienes quedaron en una situación vulnerable a raíz de un desastre natural.

En momentos de crisis como los que vivimos es necesario que los tres niveles de gobierno en esas entidades trabajen coordinadamente y las organizaciones de la sociedad civil con presencia en la zona sean partícipes y vigilen que la ayuda llegue a las personas que realmente la necesitan.

Después del recuento de los daños vendrá la reconstrucción de la zona; será necesario otorgar estímulos y diferentes tipos de ayuda a quienes resultaron con afectaciones en su patrimonio. Lamentablemente, son los más pobres quienes resienten en mayor medida los daños de una contingencia natural. Es necesario que tengamos en mente que la recuperación de la zona tardará meses, incluso años. Para los afectados más vulnerables pasarán años antes de que puedan reconstruir su patrimonio.

En el caso de las familias en condiciones de pobreza, seguramente la mayoría de la zona, el daño de un evento como este puede medirse en generaciones si, al dejar la escuela prematuramente, los niños de esas familias reproducen condiciones pobreza cuando sean adultos.

Además de todos los retos del exterior a los que se enfrenta el gobierno del Presidente Peña Nieto al terminar su sexenio, tiene otro más: asegurarse que la reconstrucción de la zona afectada por el sismo se lleve a cabo con la mayor celeridad; que las obras de infraestructura que se realicen tengan la calidad necesaria y activar los mecanismos necesarios para que las ayudas, sean exenciones de impuestos o subsidios para la población, ayuden a recobrar la dinámica económica de la región lo más rápidamente posible.

Twitter: @jesusmenav

Escrito en: Vida pública sismo, daños, mayor, necesario

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