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ARMANDO FUENTES AGUIRRE

La leyenda urbana dice que en ese antro se apareció el demonio. El lugar no existe ya. La fama de tal aparición hizo que las mujeres se ausentaran de él. Y los hombres, que siempre siguen a las mujeres, dejaron de ir también.

¿Qué cuenta la leyenda? Aquella noche llegó al antro un apuesto galán que nunca había sido visto por ahí. Puso los ojos en la más bella joven y la invitó a tomar una copa y a bailar. De inmediato la sedujo por su apostura y sus labiosas frases. La llevó atrás del local y la poseyó haciéndole promesa de casorio. Regresaron luego en el momento en que los jinetes probaban su destreza en el potro mecánico. Todos caían en cosa de segundos. Subió el apuesto galán y no pudieron hacerlo caer del aparato. Cuando bajó entre los aplausos de la gente una bota se le atoró en el estribo y se le salió. El hombre tenía pata de chivo. Era el demonio.

Me asombra, y me agrada a la vez, que en pleno siglo 21, y en la ciudad, sigan surgiendo esas leyendas propias del medioevo -quitando, claro, lo del potro mecánico- y de la población rural.

El hombre es siempre el hombre. (Más de uno dirá: "Y el demonio es siempre el demonio").

¡Hasta mañana!...

Escrito en: Mirador siempre, potro, antro, galán

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