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Así se gana la guerra a las drogas

JESÚS CANTÚ

 E N el 2001, Portugal decidió dar un giro radical en su guerra contra las drogas: discriminalizó el uso de todas las drogas (no únicamente las suaves, como ha sucedido en muchos países) y decidió atender las adicciones como un asunto médico y no criminal; los resultados son excelentes: los adictos a la heroína se redujeron en estos 16 años a una cuarta parte de los que la consumían cuando iniciaron la política; el número de portugueses que murió por una sobredosis se desplomó más de un 85%; dicho país cuenta con el menor índice de muertes relacionadas con drogas; y los infectados de VIH, por adicciones, se redujeron a una décima parte, entre otras cifras que demuestran el éxito de la nueva política.

La edición sabatina del periódico regiomontano El Norte, incluye un suplemento semanal de The New York Times, que incorpora como nota principal un ensayo de Nicholas Kristof que aborda los resultados de lo que él llama el experimento portugués. El autor señala que en 1999, antes de haber iniciado la nueva política, Portugal tenía el índice más alto de sida relacionado con las drogas en la Unión Europea, con el 50% de los infectados, hoy es de apenas el 5%. También refiere que en las encuestas "la proporción de jóvenes de 15 a 24 años que dicen que han usado drogas ilícitas en el último mes cayó casi a la mitad desde la discriminalización".

En el ensayo el autor señala que las autoridades de salud portuguesas recorren todos los días del año las calles de Lisboa en unas Vans proporcionando metadona, sustituto del opioide, gratuitamente a todos los usuarios para estabilizar sus vidas. Y refiere como los narcomenudistas se lamentan: "Hay menos clientes ahora".

Es importante señala que la discriminalización (despenalización, como se le llama en muchas ocasiones) no significa la legalización, ya que se mantiene la persecución de los narcotraficantes y a las personas que son sorprendidas en posesión de droga, con cantidades suficientes hasta para 10 días de consumo, son considerados responsables de un delito administrativo, que no amerita cárcel, pero sí una multa y una cita a audiencias en una "Comisión de Disuasión", buscando precisamente combatir la adicción.

El giro principal es que los adictos son tratados como enfermos y se les brinda atención médica gratuita, que incluye el suministro de los medicamentos (que en este caso son los sustitutos en los casos de los adictos a los opiáceos) para que puedan reintegrarse a su vida normal. Por supuesto que, como en el tratamiento de todas las enfermedades crónicas, hay historias de éxito y rotundos fracasos, así que no es una panacea pero sí muestra resultados realmente sorprendentes.

El artículo muestra una gráfica con el índice de muertes por cada millón de personas entre 15 y 64 años y ésta también es muy reveladora pues mientras en Estados Unidos éste es de 312 personas en Portugal, que es el más bajo de la Unión Europea, es apenas de 6.

Los resultados de la política implementada en Portugal son especialmente relevantes para México en los momentos en los que se dispara nuevamente la violencia, como resultado de la fallida guerra contra los cárteles de la droga; y en el vecino país del norte aumentan los estados que legalizan el consumo de la mariguana con fines recreativos.

La combinación de ambas políticas (la mexicana de criminalización y combate frontal al tráfico de drogas -como fieles seguidores de la política norteamericana- y la liberalización del consumo de mariguana en los estados norteamericanos) no es para nada virtuosa y puede conducir al país a un tobogán en el que no únicamente se incremente la violencia, sino también se dispare el consumo de drogas, como ha venido sucediendo en los últimos años.

Aunque sería temerario afirmar que el incremento en los homicidios dolosos (todo indica que 2017, será el peor año en la historia mexicano, incluso por encima del ya cruento 2011) y en las adicciones es consecuencia de esta combinación, lo que sí puede señalarse es que la política actual es un fracaso.

Este precisamente el punto del cual se debe partir en estos momentos: la actual política es un fracaso y, por lo tanto, hay que encontrar una alternativa que permita al menos detener el avance en los dos indicadores.

Es importante aceptar que se requiere un diagnóstico claro y pormenorizado de la realidad que se vive en cada país e, incluso región dentro de un mismo país, incluyendo el contexto, la tradición, la cultura y demás para poder diseñar una política exitosa; y estar muy conscientes de que las políticas exitosas en otras latitudes no necesariamente lo serán en México.

Pero eso no implica que sin análisis previo se excluyan las buenas prácticas que han aplicado otros países; al contrario, hay que estudiarlas detenidamente y a la luz del diagnóstico de la realidad mexicana, definir que puede tomarse, que tiene que desecharse, que hay que reformular y que hay que reforzar. Lo cierto es que la criminalización y el combate frontal, han sido un fracaso universal y hay que buscar nuevas alternativas.

La discriminalización y el combate, como un problema de salud, a las adiciones lucen hoy como una opción que bien vale la pena explorar con detalle. Portugal, al menos por lo señalado en el artículo referido, muestra resultados extraordinarios y bien vale la pena revisarlo con cuidado.

Escrito en: resultados, drogas, política, país

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