Editoriales

Sismo y esperanza

Vida pública

Sismo y esperanza

Sismo y esperanza

JESÚS MENA VÁZQUEZ

El sismo del pasado 19 de septiembre, precisamente en el aniversario del ocurrido en 1985, dejó ver con claridad varias dimensiones del funcionamiento social y de los arreglos informales que existen para beneficiar a unos cuantos.

En un primer momento, el día del temblor, quedó de manifiesto que, al igual que en 1985, la sociedad se organizó para tomar el control de las operaciones de rescate y recolección de víveres, mucho antes de que algún nivel de gobierno pudiera reaccionar.

La población del área metropolitana de la Ciudad de México, que incluye varios de los municipios más poblados del Estado de México, se organizó para apoyar en las labores de rescate. Cientos, tal vez miles de ciclistas y motociclistas se dejaron ver en las zonas urbanas por las que era imposible circular en coche, ya fuera para transportar agua y víveres o para prestar ayuda en algún edificio que no resistió el temblor.

En medio de la tragedia, se vislumbra el embrión de lo que puede ser un cambio social a gran escala; la solidaridad demostró que, al igual que en 1985, hay un enorme energía social que puede ser dirigida en diferentes direcciones una vez que se puede identificar y reconocer.

Si la sociedad reconoce que puede dirigir y encauzar el cambio social entonces existe la posibilidad de que ese cambio se de en otras dimensiones, no solamente para la reconstrucción de la ciudad.

Días después del temblor tenemos indicios de la corrupción en el otorgamiento del permiso de uso de suelo en el Colegio Enrique Rébsamen, convertido el símbolo de la tragedia, con lo que se completa el otro lado de la moneda respecto de la tragedia ocurrida por el sismo.

La corrupción, ese mal endémico que aqueja a nuestro país, en el caso de los permisos de uso de suelo, tiene que ver con los incentivos de aquellos que intervienen en su otorgamiento y validación para no hacer su trabajo y con esto permitir que en este caso, particulares continuarán con obras de construcción irregulares que al final causaron la muerte de 26 personas, entre ellas niñas y niños que no debieron morir ese día.

El día 19 de septiembre, se despertó un gran sentimiento de solidaridad y de empatía con aquellos que resultaron con pérdidas, materiales o a nivel personal.

Espero que esa energía se pueda canalizar de la mejor manera para que genere cambios sociales de gran calado, el futuro del país está de por medio.

Twitter: @jesusmenav

Escrito en: Vida pública social, cambio, 1985,, gran

Noticias relacionadas

EL SIGLO RECIENTES

+ Más leídas de Editoriales

TE PUEDE INTERESAR

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas