Editoriales

El sector alimentario en México

A la Ciudadanía

MANUEL VALENCIA CASTRO

Desde que iniciaron las negociaciones del Tratado de Libre Comercio (TLCAN) entre México, los Estados Unidos y Canadá, los medios de comunicación han estado pendientes de los resultados de la primera, segunda, tercera y ahora mismo de la cuarta negociación, aunque estos han sido efímeros, la construcción de un entorno desfavorable, antagónico y de gran presión para México, a base de Tweets nada menos que por el presidente de los Estados Unidos, ha dado mucho de que hablar y se ha llevado todos los reflectores.

Aunque se ha dicho que en la actual negociación se tratarían los temas medioambientales y los del sector alimentario y nutrición, aun no se ha concluido nada. En el primer caso se espera que México tome el liderazgo y se logre algún avance en la involucionada política ambiental norteamericana.

En el tema del sector alimentario la situación es distinta. A diferencia de lo que ha dicho el presidente Trump, los empresarios estadounidenses parecen tener no sólo una actitud negociadora, también es muy optimista. En una entrevista que le hicieron a un alto ejecutivo de una de las mayores firmas de alimentos e insumos para la industria alimentaria del planeta, se afirma un negocio activo y creciente con México, que muestra un importante incremento en el intercambio agrícola, que pasó de nueve mil millones de dólares en 1993 a 38 mil millones de dólares en 2016.

Según datos del Banco de México, nuestro país importó en 1993 alimentos por un valor de cinco mil 634 millones de dólares, y compró en 2016 productos agropecuarios y agroalimentarios por un valor de 25 mil 229 millones de dólares.

El entusiasmo de las empresas norteamericanas se refleja cuando minimizan los obstáculos que siempre salen a relucir en momentos clave de la exportación de un producto agrícola a los estados unidos, generalmente se endurecen las barreras sanitarias y fitosanitarias, que si bien deben cumplirse en productos que provengan de ambos lados, su aplicación no debe ser discrecional ni convenenciera.

En realidad la situación del sector alimentario en México y su intercambio comercial dentro del TLCAN, deja mucho que desear y está muy expuesto y vulnerable a las ocurrencias de Trump, quien podría, en caso de concretarse el tratado, crear las condiciones para que las empresas estadounidenses continúen expandiendo su presencia y el valor de sus intercambios con México.

De acuerdo con la información de SAGARPA y Banco de México, los principales productos que México importó en 2016 fueron cereales, carne, semillas y oleaginosas, frutos diversos, lácteos, huevos, miel y residuos de industrias alimentarias. En el caso de los cereales, las compras al exterior crecieron un 435% en los últimos 23 años.

El maíz es el cereal más importante en México, de acuerdo con Banxico en 2016 las importaciones de éste alcanzaron un valor de dos mil 689 millones 945 mil dólares.

En 1993 se importaban desde Estados Unidos 121 mil toneladas de maíz amarillo, aumentando a 12 millones de toneladas en 2016. De acuerdo con académicos de la UNAM y de la UAM, la mayoría del maíz amarillo importado se destina a la preparación de alimentos para la alimentación de ganado, por lo que, de imponerse aranceles elevados a su importación, sería la industria cárnica nacional, así como la lechería, las que se verían mayormente afectadas.

Esto significa que las tortillas, alimento básico nacional, se preparan principalmente con maíz blanco, el cual se produce enteramente en México. Esto es, somos autosuficientes en el maíz que consume la población mexicana, no así en el caso de las ganaderías.

Por otro lado, igual que ocurre con el arroz importado, es muy probable que el maíz amarillo venga mezclado con maíces transgénicos.

De acuerdo con los datos de la Universidad Autónoma de Chapingo, el 50% de los granos y semillas que se consumen en México se importan de los Estados Unidos: 40% de maíz amarillo, 30% de frijol, 50% de trigo y 80% de arroz. Lo mismo ocurre con el 38.3% de la carne de puerco, 16.5% de la leche de vaca y 16.2% de la carne de aves (según cifras del Cuarto Informe del gobierno federal).

Acorde a lo anterior, es evidente la ventaja comparativa de los Estados Unidos en el intercambio comercial agrícola o como dicen los investigadores de la UNAM, mayor capacidad para presionar al país con un golpe al estómago de los mexicanos: la alimentación. Se encuentran en riesgo la seguridad alimentaria y las exportaciones de productos agropecuarios de México al país vecino.

La dependencia alimentaria de México es solamente parte de un mal mayor: El 23.3% (27 millones) de la población mexicana vive en pobreza alimentaria y el 12.5% sufre desnutrición crónica. De acuerdo a la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2012, existen 1,194,805 niños con desnutrición crónica en el país. Asimismo, la desnutrición crónica en zonas urbanas es de 10.1% y en zonas rurales de 19.9% (The Hunger Project México).

El panorama es complejo, pero, si consideramos que aproximadamente el 50% de los alimentos que se consumen en México son producidos por los pequeños productores. Quizás sea tiempo de voltear la vista hacia ellos y apoyarlos decididamente para que mejoren sus sistemas de producción, de esta manera se elevaría la producción de alimentos sanos y seguros y, porqué no, se podría mejorar la calidad de vida de los productores. Una cosa sin la otra no tiene sentido.

Escrito en: a la ciudadanía México, maíz, millones, México,

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