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Hijos fuertes, independientes

PADRES E HIJOS

Hijos fuertes, independientes

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IGNACIO ESPINOZA GODOY

Para muchos padres de familia, uno de sus objetivos cotidianos es ayudar a los hijos en todos los aspectos, lo cual, por supuesto, es una actitud loable ya que finalmente esta es precisamente una de nuestras misiones más importantes en nuestra relación constante, dentro y fuera del hogar; sin embargo, existen casos en los que los progenitores van más allá de este noble propósito y lo desvirtúan a tal grado que buscan resolverles y facilitarles la existencia a sus vástagos para que no batallen en ningún sentido, situación que rebasa los límites de lo "normal", pues habría que precisar que ese respaldo que requieren de nuestra parte tiene sus fronteras, sus restricciones.

En principio, sobre todo cuando se trata del primer hijo(a) dentro de la familia, una cantidad considerable de mamás y papás se desviven por darle todo a este nuevo ser que llegó al hogar para alegrar, con su risa, cada rincón, sin importar todo lo que se tenga que gastar para que tenga lo indispensable, y hasta más allá, aunque para ello haya que hacer ciertos sacrificios económicos, pues lo importante es que esta pequeña criatura cuente con lo máximo que se le pueda ofrecer, empezando por un sinfín de juguetes que luego ocupan un espacio significativo a tal grado que posteriormente ya no saben qué hacer con ellos.

Y así transcurre su infancia, rodeado de todos los satisfactores materiales y hasta los de amor y cariño con exceso, aunque en ocasiones estos últimos se prodigan y se desvían, lo que puede derivar en que los hijos malinterpreten ese exceso y lo utilicen en su beneficio para pedir más de lo que necesitan, solicitud que, por lo general, en ese contexto, es atendida de manera inmediata por parte de los padres (generalmente, por la madre, al ser ella quien pasa la mayor tiempo con ellos en caso de que no trabaje y sólo se dedique al cuidado de la casa y a la crianza de los pequeños).

Esos casos son fácilmente identificables en la escuela, ya que se trata de niños que están acostumbrados a mandar y a que los demás les obedezcan, lo que deriva en no pocos problemas para los padres pues suele pasar que los compañeros de escuela de este tipo de pequeños no están acostumbrados a recibir órdenes de parte de uno igual que ellos, así que de inmediato surgen los conflictos por la poca o nula tolerancia de los demás infantes a ser mandados por otro de su misma edad y que no representa una figura de autoridad.

Sin embargo, en defensa de estos pequeños que están acostumbrados a ordenar y ser obedecidos en el acto habría que considerar que ellos son los menos culpables de ser de esta manera, ya que así fueron criados por sus progenitores (por uno o los dos, aclaremos) desde que tienen noción, de tal forma que su personalidad así la fueron moldeando sus padres, tal vez inconscientemente y sin mala fe, pero el hecho es que el único perjudicado es su hijo o hija al haber crecido con la idea, errónea, de que los demás están para servirle y satisfacer todas sus necesidades y caprichos.

Esta situación termina por ocasionarles muchos problemas no sólo a los niños y niñas, sino también a sus padres, ya que para los pequeños y pequeñas no es fácil relacionarse fuera de su entorno doméstico, donde se hace su voluntad, por lo que hasta se puede requerir el apoyo de algún especialista en conducta (un psicólogo o una trabajadora social, por lo menos) para que ayude en la solución a una serie de conflictos que se vinculan directamente con la forma en que los infantes fueron criados.

Se trata, por supuesto, de una tarea titánica para quien tenga que contribuir para que ese niño o niña se ubique en una nueva realidad fuera de su hogar, en un entorno donde todos quienes le rodean merecen ser tratados con respeto, sin actitudes de altanería, soberbia ni, mucho menos, de discriminación, una labor que se antoja por demás complicada si los padres de familia no se ocuparon de inculcar los valores más importantes que debe tener un ser humano para desenvolverse de manera armónica con quienes convive, desde la familia hasta todos los demás con quienes tiene una relación frecuente.

Por ello, amable lector, una de las misiones más importantes que llevamos a cuestas los padres (ambos, mamá y papá) es fomentar en los hijos los valores y principios morales que contribuirán a su formación como un ser humano respetuoso, amoroso, sensible, generoso y solidario, dotado de estas cualidades que le ayudarán a crecer en todos los aspectos.

Si en verdad deseamos que nuestros hijos se desarrollen con éxito en los diferentes ámbitos de su vida, inculquémosles, con el ejemplo, todos esos valores que les ayudarán a salir adelante, sobre todo en los momentos de adversidad, que es cuando se ponen a prueba las lecciones y enseñanzas que debieron haber aprendido, más que en ningún otro lugar, en el hogar.

Escrito en: Padres e hijos todos, padres, demás, están

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