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Anarquía en las corporaciones de seguridad

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Anarquía en las corporaciones de seguridad

Anarquía en las corporaciones de seguridad

IVÁN SOTO HERNÁNDEZ

En los últimos meses, las diferentes instituciones obligadas a brindar seguridad pública en Durango han caído en una etapa de degradación provocada por el descuido, donde al parecer cada una opera por su cuenta, carentes de coordinación y con un nivel de desaprobación ciudadana que tiende a crecer cada día.

Quienes conocen por dentro las corporaciones policiacas saben lo complejo que es dirigirlas. Y es más difícil aún es hacerlo bien, gobernar desde el interior e imponerse a tantos vicios y grupos de interés que influyen dentro, fuera y alrededor de ellas. Bueno, al menos lograr un equilibrio.

Los gobiernos del cambio llevan más de 13 meses y medio al frente del Gobierno del Estado y la Presidencia Municipal de Durango, y en ese lapso no han encontrado la fórmula necesaria para que mejore la percepción de los duranguenses hacia los cuerpos de seguridad.

Por el contrario, el común de la gente se expresa mal de las policías, de todas por igual, ya que tiene claro que son sinónimo de corrupción y abuso, y lamentablemente, nada ha ocurrido en este primer año de alternancia para cambiar esa pésima imagen.

En el caso de la Fiscalía General del Estado, por ejemplo, cada día crece más la sensación de que esa institución es tierra de nadie, donde las reglas las imponen los comandantes y los elementos de la Policía Investigadora de Delitos (PID), en contubernio con Ministerios Públicos y demás servidores públicos.

"Aquí todo se arregla con dinero... o con palancas y dinero", es la frase que te dice toda la comunidad vinculada a las labores cotidianas de la Fiscalía, donde la ausencia de un titular que ponga atención y orden está provocando graves excesos y va llevando poco a poco a la institución a un escenario de anarquía interna de cuidado.

Se recordará que por razones de salud se ha ausentado prácticamente todo este tiempo Ramón Guzmán Benavente del cargo de Fiscal General del Estado de Durango, y hasta hace poco, al ver que retrasarían aún más el nombramiento de su sucesor se ha hecho visible el perfil de Ruth Medina Alemán como la segunda a bordo en el mando.

Sin embargo, la realidad es que, abajo, en las oficinas del Ministerio Público el comportamiento casi generalizado de esos despachos es totalmente diferente a su esencia, pues deberían ser el defensor social instituido, los representantes de la sociedad, y sucede todo lo contrario.

En estos momentos, innumerables casos de personas inocentes están sufriendo algún procedimiento legal impulsado con muchos rasgos de irregularidad por parte del personal de la Fiscalía de Durango. ¿Quién los detiene? Nadie. ¿Quién les pone un alto? Nadie.

Muchos de los casos, de robo, fraude, narcomenudeo y otras figuras delictivas, están lastimando más a la sociedad de lo que podrían ayudarle, por la serie de atropellos y abusos que se están cometiendo al amparo del poder que brindan las instituciones.

La procuración de la justicia desde sus etapas de prevención del delito y actuación en caso de registrarse alguna falta al Código Penal, es una gran debilidad de los nuevos gobiernos de Durango, que se traduce en un aumento en la percepción de inseguridad.

Es grave, pero la población normalmente expresaba mayor seguridad en la medida que veía más cerca de su casa o trabajo a la patrulla dando rondines. Y hoy, ver a una patrulla de cualquier corporación genera ese miedo de tener que pasar un mal momento o sacar la cartera sin que se haya cometido falta alguna.

Qué diferente es hoy a los tiempos en los que estudié la carrera de Licenciado en Derecho, cuando los compañeros de generación y los profesores de la cátedra en la Fader de la Universidad Juárez, tenían la aspiración de algún día ser Procuradores, Ministerios Públicos o funcionarios de servicios periciales.

Ahora, los que han estado dentro de alguna de las instituciones de seguridad pública en Durango, saben que esos cargos son los que casi nadie quiere. Ser nombrado Fiscal, Secretario de Seguridad, Jefe de la Policía Estatal o Director Municipal de Seguridad Pública es como sacarse la rifa del tigre.

Nadie que entra a esos cargos sale bien librado. Y los que aceptan la encomienda tienen la dificultad de decidir entre dos escenarios: Uno es hacer las cosas bien, cueste lo que cueste con tal de cuidar el prestigio o su carrera profesional. El otro es dejar que todo siga igual y hacer como que no ven nada.

Esas áreas son las que sin duda requieren más cambios, relevos que vengan a ayudar a los gobernantes a reforzar su relación con los ciudadanos, sin intentar comer lumbre, claro, pero sin caer tampoco en los excesos de libertinaje y desenfreno que hoy se vive dentro de las corporaciones.

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