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De Política y Cosas Peores

ARMANDO CAMORRA

 PLAZA DE ALMAS

"El acto del amor es invención de Dios, sobrino. Lejos de mí la temeraria idea de negarle el crédito. Pero el erotismo es creación del hombre, lo que sea de cada quien. El Señor puso la anatomía; nosotros aportamos la imaginación. Y hacer el amor no es cuestión anatómica: es obra artística. Los humanos 'hacemos el amor'. Fíjate bien en la expresión. Los animales solamente hacen el sexo. Ellos procrean. Nosotros creamos. Por eso se equivocan grandemente quienes piensan que el acto amoroso debe ser sólo para efectos generativos. Eso se aplica a las demás criaturas. En el caso del hombre la entrega mutua sirve sobre todo como expresión -la más íntima y cálida que existe- del amor que se profesan dos seres humanos, y de su unión en cuerpo y alma. Todo, por tanto, es válido en ese acto si quienes lo realizan, adultos en edad de consentir, lo llevan a cabo libremente y sin causarse daño ni ponerse en riesgo. Lo que te estoy diciendo, Armando, parece cosa obvia, pero al hombre le ha costado siglos aprenderlo, y a mí me costó años. Con la edad, ¿sabes?, se le agudiza a uno la imaginación. Pones en ejercicio entonces recursos que antes no te pasaban por ella. El amor cuando eres joven es pacífico, si me permites el dudoso juego de palabras: pas pas y ya. Los años, en cambio, dan un sabio saber que te conduce a la perfecta plenitud. Mira: seguramente habrás oído hablar de las zonas erógenas. Quiero que sepas que con el tiempo vas descubriendo algunas que ni siquiera pensabas que existieran. Un erudito polígrafo escribió una obra que se llama, si no recuerdo mal, 'El ombligo como centro erótico'. Yo siempre me lo salto, pero allá cada quien con su erotismo. Te confieso que tardé mucho tiempo en descubrir que el pie de la mujer puede ser fuente de placer sensual. Poner en él tus labios no sólo es signo de adoración a la belleza femenina: es también galano rendimiento ante el poder que la mujer -toda mujer- tiene sobre el varón. Una noche, te cuento, estuve con una bella dama que lucía una ajorca en el tobillo izquierdo. ¿Sabes lo que es una ajorca? Es una alhaja en forma de collar que algunas mujeres llevan donde la pierna acaba y el pie empieza. Empezar en la pierna y acabar en el pie de una mujer es inefable goce. Atraído por aquella alhaja recorrí con labios y con lengua la pierna de la hermosa, y con lengua y con labios acaricié su pie. Era un pie pequeñito. Casi todas las mujeres mexicanas lo tienen así: breve. Con algunas señoras de otras partes he tardado hasta media hora en llegar desde el empeine hasta su dedo gordo, y esa larga distancia le quita emoción y sabrosura al ósculo. En cambio besar un pie pequeño; contar sus dedos con tu boca; plantar tu lengua en su planta, todo eso es dicha que disfruta lo mismo quien la da que quien la recibe. Prueba alguna vez, sobrino. Sé que eres demasiado joven, y todavía no necesitas recurrir a la imaginación ni a las artes que debemos poner en ejercicio quienes ya pasamos de la edad vernal. Pero haz eso alguna vez, y ya verás. No lo intentes con una muchachita de tu edad. La asustarás; pensará que eres un maniático sexual. Hazlo con una mujer mayor que tú, y por lo tanto sabidora. Adquirirás a sus ojos calidad de experto amante, y tendrás el deleite que consiste en retrasar la llegada al paraíso. Me he dado cuenta, Armando, de que tienes mucho que aprender en ese campo, el de plumas que dijo Góngora hablando del colchón. Por fortuna aquí está tu tío Felipe para enseñarte cosas que no vienen en los libros, donde tú crees que viene todo. Ve a la vida, sobrino. Ella es el mejor libro. Y si quieres saber algo pregúntaselo. Ella te lo dirá". FIN.

Escrito en: De Política y Cosas Peores mujer, amor, lengua, pierna

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