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Entre la vida y el Mictlán

El rescate de las lenguas indígenas en México

Entre la vida y el Mictlán

Entre la vida y el Mictlán

Saúl Rodríguez

La nación mexicana es la sexta con más lenguas en el mundo. Su diversidad lingüística supone un universo de signos y sonidos que lo diferencia de cualquier otro destino en el planeta. Este patrimonio inmaterial es amenazado por la posmodernidad. Su desaparición supondría una pérdida cuantiosa. Instituciones, organizaciones, especialistas, artistas y desarrolladores tecnológicos promueven iniciativas para rescatar, prevenir, conservar.

Las ideas del lingüista suizo Ferninand Sausurre conciben al lenguaje como un sistema de signos que no guardan relaciones materiales con aquello que deben significar. En una visión amplia, el lenguaje supone cualquier sistema de significación o comunicación. En una visión más restringida, antropológica, es la capacidad para hablar y entender que incluye procesos neurológicos y fisiológicos.

Los indicios de diálogo entre seres humanos se remontan a la Prehistoria. No obstante, algunos expertos han estimado que los orígenes del lenguaje como proceso articulado sucedieron hace unos 100 mil años.

En cada comunidad, esta capacidad posee características específicas a la hora de hablar y expresarse debido a factores culturales y naturales de su contexto. Las singularidades suelen ser diferentes a las de otra comunidad, región o país. A esto se le llama lengua.

Según el Atlas de las Lenguas en Peligro en el Mundo de la Unesco, a nivel mundial coexisten siete mil sistemas lingüísticos debidamente organizados. Sin embargo, sólo 23 son hablados por el 96 por ciento de la población mundial, son el bloque de los idiomas mayoritarios que incluye el inglés, el español, el mandarín, etcétera.

En contraste, las miles de construcciones sociales restantes son empleadas sólo por el cuatro por ciento de la población planetaria. Generalmente emergen de grupos minoritarios u autóctonos de carácter regional. Se encuentran en constante conflicto con la globalización, que suele desplazarlas hasta volverlas innecesarias. El organismo de Naciones Unidas calcula que tres mil 54 lenguas están en peligro de extinción y que se pierde una cada dos semanas.

El fenómeno es tan grave que ha preocupado a diversas organizaciones y la Unesco busca sensibilizar a quienes son responsables de elaborar políticas públicas, a las comunidades de hablantes indígenas y a los no hablantes sobre la vulnerabilidad de las lenguas madres; también busca ser un mediador en el tema de salvaguardar la diversidad lingüística mundial.

En el Atlas se indica que el mejor método de lograr la supervivencia de una lengua es la exitosa transmisión de una generación de hablantes a otra, situación que cada vez ocurre con menos frecuencia.

EN MÉXICO

El catálogo del Instituto Nacional de Lenguas Indígenas (INALI) tiene registradas 11 familias lingüísticas indoamericanas, 68 lenguas y 364 variantes. Esta diversidad convierte a México en el sexto país con más dialectos maternos en el mundo.

Según los resultados de la Encuesta Intercensal del INEGI (2015) en el país hay 7 millones 382 mil 785 personas mayores de tres años que hablan alguna lengua indígena, representan el 6.5 por ciento de la población. De esas personas, 13 de cada 100 sólo pueden expresarse en su lengua materna.

En esa línea lo más hablado en el país es el náhuatl (23.4 por ciento), seguido por el maya (11.6 por ciento). Luego vienen el tseltal (7.5 por ciento), el mixteco (7 por ciento), el tsotsil (6.6 por ciento), el otomí (4.2 por ciento), el totonaco (3.6 por ciento), el chol (3.4 por ciento), el mazateco (3.2 por ciento), el huasteco (2.4 por ciento) y el mazahua (2 por ciento).

Son variantes de dialectos prehispánicos que evolucionaron a través del tiempo. El doctor Francisco Barriga Fuente, investigador del INAH, compara lo ocurrido en tierras americanas con lo sucedido con el latín y las lenguas romances en Europa. Narra que, en un principio, existió el Imperio Romano, cuya lengua oficial era el latín. Tras desintegrarse el imperio, el latín fue evolucionando en las distintas provincias que lo conformaron. Paulatinamente, los dialectos mutaron hasta convertirse en los idiomas que hoy conocemos como el español, el francés, el portugués, el italiano, etcétera. En ocasiones, la aparición de nuevos vocablos y el aumento de diferencias fonéticas da como resultado lenguas muy distintas entre sí a pesar de que, posiblemente, comparten una misma raíz materna.

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Foto: Notimex

El lingüista aclara que sólo se trata de un esbozo de lo que ocurre en México con sus idiomas indígenas, donde aspectos culturales y territoriales marcan diferencias. Además, las lenguas nativas se encuentran en evolución constante. “Digamos que tenemos un ‘protomixteco’ que ya no se habla. Este empezó a dialectizarse hasta el extremo en que constituyó un cúmulo de lenguas fijas. Éstas son diferentes entre sí, tanto que ya no se van encontrar una con otra”, observa. Continúa enfatizando que algunos sistemas están pasando por un proceso de atomización lingüística: “Por ejemplo, el mixteco comprende unas 70 lenguas diferentes. Son variantes que no son inteligibles entre sí. El mixteco de un lugar puede que no se entienda con el de otro lugar, como nosotros los hispanohablantes no nos podemos entender con un francés. Son lenguas que tienen un origen común, pero que no son inteligibles”, explica.

La complejidad que enfrenta el país para salvaguardar sus lenguas indígenas implica compromisos y riesgos. La gran cantidad de vocablos que resuenan en territorio nacional, señala el investigador del INAH, amplía el número de actividades que se requieren.

El surgimiento de variantes de una misma raíz ha provocado que muchas de ellas se encuentren en una mayor situación de debilidad. La causa principal es la existencia de pocos hablantes, lo que dificulta practicar el idioma. “Es aparentemente una enorme riqueza lingüística, pero se traduce también en una enorme pérdida”, subraya.

Según Francisco Barriga, todas las lenguas indígenas en México están en riesgo de desaparecer. De los 364 códigos lingüísticos existentes, el INALI considera que 185 están en riesgo no inmediato de extinción, 72 en peligro mediano y 43 en alto riesgo.

Dialectos indígenas de México que cuentan con menos de cuatro mil hablantes, de acuerdo con datos de la Fonoteca Nacional, son el pápago, el seri, el zapoteco serrano del oeste, el zoque del oeste, el mixteco de yosunda, el tepehua del sur y el popoloca.

Una investigación realizada en 2016 por el periódico El Universal expone que antes de la Conquista existían más de 500 lenguas indígenas en México. Durante la Colonia desaparecieron 143, en la Revolución se esfumaron seis y para 2035 se contempla la extinción de 51 si no se toman medidas preventivas. Esto significaría la desaparición del 80 por ciento de las que se encuentran en alto riesgo.

Entre los sistemas en peligro de extinción se encuentran el mochó, el kiliwa, el oluteco, el odami tepehuano y el kaqchikel, todos con menos de 200 hablantes en la actualidad.

VALORACIÓN SOCIAL

En el cuaderno de Vigías del Patrimonio Cultural, editado por el extinto Conaculta, se establece que el patrimonio inmaterial de las comunidades está compuesto por tradiciones y expresiones orales que incluyen al idioma como vehículo.

Los elementos mencionados dan pauta para nombrar y transmitir la memoria colectiva mediante ideas, experiencias, anhelos y sentimientos. Se forman a través de una variedad de morfologías del lenguaje hablado que incluye narrativa, mitos, leyendas, cuentos, dichos, expresiones, proverbios, adivinanzas, canciones infantiles, sucesos históricos, historias de personajes emblemáticos, cantos, etcétera.

El documento elaborado en 2013 también señala que el patrimonio cultural de una comunidad debe cuidarse porque es puente transmisor de su memoria colectiva, legado, identidad de su tejido social; también funciona como plataforma creativa e innovadora y otorga sentido de pertenencia.

La riqueza cultural de los pueblos indígenas es vulnerable frente a factores como el paso del tiempo, el olvido o el trato agresivo e irrespetuoso.

El escritor Octavio Paz, en su discurso de recepción del Nobel de Literatura en 1990, señaló que las lenguas son realidades más vastas que las entidades políticas e históricas que llamamos naciones; por esa vía, la desaparición de una lengua indígena implica el desvanecimiento de todo el concepto de mundo que tienen estas comunidades.

Las lenguas le otorgan a una sociedad la imagen del mundo en el que interacciona. Todos los elementos tangibles e intangibles reciben un nombre en un idioma determinado. Sin estos códigos, el imaginario del mundo perdería coherencia.

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Una aprendiz de oluteco que narra la historia de La Malinche, nacida en esta comunidad. Foto: El Universal/Germán Espinosa

Más de la mitad del habla indígena en el país se encuentra en una situación de amenaza. Su existencia peligra, en mayor o menor grado, a causa del maltrato y la discriminación de parte de la sociedad que no habla una lengua madre.

Otra causa es la migración que realizan algunas de las comunidades indígenas hacia los centros urbanos.

El investigador Jorge Mendoza García, en su artículo A otra cosa mariposa: o la rapidez como forma del olvido social, expresa que, en la época posmoderna, las grandes urbes se edifican no sólo mediante la indiferencia social, también emplea una gran velocidad de cambios que atenta contra la memoria colectiva. A partir de esa indiferencia y de esa velocidad, surge el olvido social, producto de la imposibilidad para almacenar en la memoria el significado de los sucesos vividos por un grupo. El olvido social se presenta tanto en el momento en que algo no se comunica como cuando algo no es conservado.

Al verse incapaces de comunicarse en su lengua madre dentro de las ciudades, se presenta un fenómeno de exclusión social mediante el cual los indígenas son discriminados. Así surge el rechazo a la lengua madre y se adopta el idioma utilizado en las urbes.

No obstante, existe quien opone resistencia. Tal es el caso de Juan Santiago Tellez, indígena totonaca de 32 años, originario de la comunidad de El Terrero, en Pantepec, Puebla. Él llegó a Ciudad de México en el 2000 en busca de oportunidades de trabajo. En las zonas rurales, comparte, es casi imposible sobrevivir si no se poseen parcelas de tierra.

Cuando arribó a la capital del país su español era bastante limitado. El choque cultural sucedió a raíz de que las personas comenzaron a percibir su acento indígena y fue objeto de actos discriminadores.

“Desde que te cierran las puertas en una tienda o en tu trabajo. Son ofensas que a veces uno ni entiende porque entre eso va el albur. Quieras o no, lo que haces es adaptarte a todo eso, a camuflajearte tratando de hablar como ellos y de vestirte como ellos”, lamenta.

Las intimidaciones sufridas por algunos indígenas que migran a las ciudades, considera Téllez, constituyen un muro cuyos cimientos se ubican en la Conquista. El indígena se avergüenza de su origen porque no encuentra un uso a sus características culturales. “Los padres, como ya sufrieron esa discriminación, ya no le enseñan esa lengua a sus hijos por el temor de que también sean discriminados”, denuncia.

Los grupos indígenas que se integran a la mancha urbana en busca de mejores ingresos son propensos a modificar sus usos y costumbres en pro de una adaptación. Entre sus conocimientos prescindibles se encuentra su lengua materna; al no encontrarle alguna utilidad deja de ser practicada. Sin embargo, un lenguaje autóctono que no se ejerce corre el riesgo de sumergirse en el olvido social. Las desapariciones de este tipo son equivalentes a borrar una amplia gama de información que afecta a la memoria colectiva. Además, la ausencia de una lengua materna modifica la identidad social del grupo.

Consideraciones por el estilo son las que expone Leopoldo Valiñas. Lingüista del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM, Valiñas expone que la lengua tiene, en esencia, tres funciones. La primera es la identidad, desde lo que decimos ser, incluyendo el nombre propio, hasta el yo. En segundo término está la cuestión afectiva, poseer vías para expresar la constante emocional. Por último, se encuentra la función cognitiva, ligada a procesos mentales como la percepción o la memoria.

El papel de la sociedad mexicana no hablante de los dialectos indígenas es sumamente importante para su conservación. El también historiador indica que se debe abogar por una educación que permita valorar estas lenguas como patrimonio nacional; su valor radica en que aportan una percepción de la realidad muy diferente, y permiten ampliar el espectro de mirada del mundo.

“Siempre hay un discurso de la sociedad nacional, la no indígena; si alguien dice que está aprendiendo una lengua la pregunta es: ‘¿para qué?’, cuando en realidad hablar más de un idioma enriquece al humano, y si es uno con la complejidad y la estética que tienen las lenguas indígenas, pues qué mejor”, asevera.

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Hipó lita tiene 99 años y a través de sus ojos han pasado los últimos hablantes de kiliwa en el Valle de la Trinidad, Baja California. Foto: El Universal/Germán Espinosa

Valiñas resalta que los sistemas autóctonos poseen la misma capacidad del español para adaptarse a las nuevas realidades económicas, políticas y sociales del planeta. El problema es que no han tenido la oportunidad de desarrollarse.

Otra dificultad es que no todos los códigos autóctonos poseen un sistema de escritura. Esto se debe a que las sociedades prehispánicas eran, en su mayoría, culturas orales. Su vida cotidiana no dependía de la comunicación escrita. Nada más insertarse en la sociedad nacional, en la educación, en instituciones como la religión, estas comunidades fueron obligadas a buscar una representación para su dialecto.

Valiñas sostiene que en la nación mexicana no existe una política inteligente, ni siquiera benéfica, en materia de programas de escrituras indígenas. Infiere que en lugar de alguna planificación lo que se hace es que cada comunidad “escriba como pueda”, causando una competencia y luchas impresionantes por formar alfabetos e instituciones. “A pesar de que en Internet existen ya muchas de las lenguas indígenas mexicanas en forma escrita, no tienen una forma estándar como el español. Siguen siendo formas muy comunitarias, muy personales. Se supone que el INALI está tratando de dar talleres para normalizar y que los escritores y los pueblos indígenas lleguen a acuerdos para su escritura”, comenta.

En síntesis, para que la sociedad mexicana se apropie de las lenguas indígenas, estas deben tener un lugar en los medios de comunicación, en la esfera digital y, encima de todo, un reconocimiento en las leyes.

MARCO JURÍDICO

Para el investigador René Kuppe, las aspiraciones jurídicas de las agrupaciones de herederos de los pueblos pehispánicos transitan en dos direcciones: por un lado, las disputas en torno a que sus derechos humanos individuales sufren el rechazo de las instituciones de sociedades dominantes, a causa de esto se constituyen en un grupo frágil y oprimido; por el otro, el reclamo de que les dejen tener sus propias instituciones y sistemas jurídicos.

Los estudios del académico azerbaiyano Natan Lerner proponen que debe establecerse un catálogo para las poblaciones autóctonas nutrido con derechos a la existencia, a la no discriminación, a la preservación de la identidad del grupo, a la libertad de asociación, al reconocimiento de su personalidad legal, a la autodeterminación y a tener a un representante en los distintos niveles de gobierno. En sintonía con las conclusiones del azerí, varios países han realizado reformas constitucionales con la intención de tomar en cuenta los derechos civiles y humanos de los indígenas.

En nuestro país, fue hasta 1917 que este tema asomó por primera vez en el marco constitucional. La primera reforma a la Constitución en la materia data del 28 de enero de 1992 y la más reciente es del 18 de julio de 2001, cuando se aprobaron modificaciones sobre el tema de las lenguas madres.

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La Carta Magna mexicana se podrá leer en las 68 lenguas indígenas de México a partir de la plataforma en línea “La Constitución Mexicana en tu Lengua”, la primera iniciativa de esta naturaleza en toda América Latina. Foto: EFE/Secretaría de Cultura

El artículo 2 de la carta magna es el baluarte de las políticas relacionadas con las comunidades indígenas y su patrimonio cultural (incluida la lengua). Describe a México como una nación cuya composición pluricultural se sustenta originalmente en los pueblos nativos, aquellos que descienden de quienes habitaban el territorio actual del país al iniciarse la colonización y que conservan sus propias instituciones sociales, económicas, culturales y políticas, o parte de ellas. Más adelante otorga autonomía a dichas comunidades para que decidan su forma de organización y sus métodos de resolución de conflictos. La constitución otorga a las poblaciones indígenas la libre determinación para preservar y enriquecer sus lenguas, conocimientos y todos los elementos que constituyan su cultura e identidad. La interpretación que hace Leopoldo Valiñas de ese contenido es que el Estado delega la promoción de la defensa de la lengua a las mismas comunidades, las cuales carecen de los recursos económicos y las condiciones para hacer frente a los problemas.

Nicandro González, director de investigación del INALI, aborda otro hecho relevante, la creación de la Ley General de Derechos Lingüísticos de los Pueblos Indígenas. La norma entró en vigor el 13 de marzo de 2003. En el documento, resume, se reconoce que las lenguas autóctonas forman parte del patrimonio cultural del país, que tienen la misma validez y oficialidad que el español y que el Estado se tiene que encargar que promover su preservación.

González asegura que en la última década se han dado avances importantes en materia de inclusión de los idiomas nativos en las políticas públicas. Menciona que la institución brinda capacitación periódica, mediante talleres, a intérpretes de los idiomas locales que puedan dar asesoría jurídica en las comunidades. Quienes reciben el adiestramiento obtienen una certificación para auxiliar en materia penal a los indígenas no hablantes del español que acudan a los tribunales de justicia de sus localidades.

La intención es ampliar dicho esfuerzo a campos como la educación y la salud, tarea nada fácil dado el tamaño del problema, la gran cantidad de lenguas que existen en el país y la diversidad cultural.

Acerca de si esta ley se aplica con éxito en el país, González asevera que en los últimos años está tomando mayor fuerza, pero indudablemente falta mucho por hacer: “En términos generales podemos decir que aún está en deuda. No se está aplicando como debe ser. Por ejemplo, el Estado sigue atendiendo mayoratoriamente con un enfoque monolingüe en castellano. Falta hacer valer estos artículos, sobre todo los que mencionan que un indígena tiene que ser atendido en su lengua madre, para todos los aspectos de su vida”, concluye.

PRESENCIA

En 2013, Donato García publicó su libro Vamos a aprender mixteco, un método de enseñanza infantil que desarrolló por la vía independiente. Cuando se publicó su obra en Oaxaca, en Rodrigo García (subdirector de cooperación del Centro Cultural España) surgió la inquietud por generar una herramienta digital con el método creado por Donato.

Al año siguiente, Manuvo, una empresa mexicana desarrolladora de software, decidió participar en el diseño de una aplicación que enseñe la lengua mixteca. Formó una alianza con el Centro Cultural España, la Fundación Telefónica y el Ateneo Español. El resultado fue una aplicación para teléfonos móviles con los sistemas iOS y Android.

Juan Carlos Jiménez, director de contenido de la firma tecnológica, comenta que después del éxito del programa se decidieron a emprender dos proyectos similares. Uno corresponde a un esquema para aprender la lengua purépecha; el otro está enfocado al aprendizaje del náhuatl. Esta serie de aplicaciones fue bautizada como Kernaia: en lenguaje de programación ker significa “núcleo”; y naia, voz griega. significa “tierra”. “Sería como el núcleo del planeta, lo que es la lengua materna, la lengua indígena”, dice.

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Cuatro universitarios crearon un sistema para teléfonos que traduce al español 16 idiomas nativos. Foto: Mario Martí nez/El Universal

En palabras de Jiménez, hoy día es importante contar con iniciativas que pongan a las lenguas indígenas en dispositivos como smartphones y tablets, “no solamente en términos de la tecnología en sí misma, también en términos de los usuarios. Estamos muy acostumbrados a pensar que la tecnología y los dispositivos vienen, de origen, en inglés”. Según el director de Manuvo habría que plantear la necesidad o la relevancia de una acción de ese tipo para un hablante indígena: el hecho de poder contar con artefactos en su idioma que además sean un transporte para la lengua misma.

El también artista expresa que las aplicaciones no son solamente herramientas de aprendizaje, también estimulan la comunicación entre los hablantes y promueve la sensibilización o bien la aproximación de los no hablantes hacia estos códigos.

Las comunidades indígenas, destaca, pueden vivir durante mucho tiempo con sus tradiciones culturales, la lengua, en cambio, puede morir por falta de hablantes. Esa defunción trae un fuerte impacto sobre la visión del mundo de los pueblos: “Supongamos que en esa comunidad fallece la última persona que tenía el dominio de la lengua materna. Ahí no se acaba su cultura, pero sí se debilita al desaparecer o volverse más inaccesible uno de los componentes de su identidad cultural”.

La descarga y el uso de las aplicaciones de Kernaia se promueve a través de ponencias, congresos, conferencias, talleres y presencia en medios informativos. No obstante, la herramienta de difusión más importante ha sido la recomendación de boca en boca entre los usuarios. En la primera mitad de 2017 hubo 44 mil 274 descargas para Android y 8 mil 230 para iOS.

El representante de la empresa indica que están trabajando en la adaptación al lenguaje informático y didáctico de sistemas de comunicación como el zapoteco. También resalta la incursión de la firma en el plano internacional con el diseño de instrumentos digitales para la lengua warekena de Brasil, el mapuzugun de Chile y el dialecto indoeuropeo provenzal de Francia.

Otra iniciativa mexicana para insertar códigos ancestrales en la esfera virtual es Yalam, un programa desarrollado por estudiantes que traduce al español 16 idiomas nativos del estado de Oaxaca.

El propio INALI consolidó una alianza con Google mediante el proyecto Endangered Languages, una iniciativa para conservar y mantener con vida a los idiomas en peligro de extinción. En esta plataforma los usuarios pueden compartir y consultar documentos sobre los sistemas lingüísticos amenazados.

EL ARTE COMO MEDIO

Las ramas artísticas también son utilizadas para hacer causa a favor de la preservación de las lenguas indígenas existentes en México. En la música, la soprano mexicana Edith Ortiz, originaria de la Mixteca Alta de Oaxaca, encabeza una propuesta que consiste en cantar ópera en mixteco (su lengua materna), maya, náhuatl y mazateco. Estas últimas las aprendió viajando a las comunidades y platicando con sus habitantes. La cantante defiende la preservación de estos emblemas de identidad.

“En mi comunidad existe el problema de que muchos padres ya no quieren que sus hijos aprendan la lengua materna porque no lo consideran necesario. Pero hay otros que la saben indispensable porque es parte de nosotros”, comparte.

Su bilingüismo vino acompañado de una capacidad cognitiva que le ha facilitado entender otros idiomas como el inglés. Gracias a eso ha participado en festivales de Nueva Zelanda, Estados Unidos y España.

Juan Santiago Téllez inició un proyecto de música rap, es conocido como Juan Sant. Él se adentró en la subcultura hip hop entre 2004 y 2005 conviviendo con pandillas de Ciudad de México. En 2009 se interesó en recitar canciones en su lengua materna: el totonaco.

“Se trata de retroceder al principio y empezar a rescatar. Más bien es preservar. Yo no lo hago para ver si les interesa aprender mi lengua o no, porque no lo van a hacer. Más bien es para seguirla sembrando en nuestros hijos, para que no se pierda. Ya no es tanto de que alguien no hablante vaya y lo aprenda, porque no creo que se aprendan las muchísimas lenguas que existen”, reflexiona.

Téllez obtuvo el segundo lugar de la categoría Poesía Indígena en el Circuito Nacional Poetry Slam MX 2017, eso le ha permitido llevado su arte con sonido autóctono a países como Brasil.

En la reciente Feria del Libro de Guadalajara, celebrada en diciembre de 2017, también se abrieron espacios para preservar la riqueza fonética, el Premio de Literaturas Indígenas fue entregado a Hubert Martínez Calleja, escritor en lengua mepa, quien expresó que aún existe un inadecuado reconocimiento legal hacia las comunidades con orígenes anteriores a la Colonia.

Los expertos consultados en este trabajo coinciden en que se divisa un futuro muy difícil para las lenguas indígenas en la nación mexicana. Algunas de ellas desaparecerán porque no hay nuevas generaciones interesadas en preservarlas. No obstante, aún hay tiempo para hacer el intento de conservar la mayor parte mediante iniciativas que promuevan su divulgación y reconocimiento como idiomas nacionales.

El arte, los medios de comunicación y el ciberespacio son perfectos transmisores de información que pueden estar al servicio de una campaña con esos fines. No obstante, coincidieron los entrevistados, depende de la propia sociedad mexicana y de las élites gubernamentales evitar que se marchite tan rico patrimonio inmaterial del país. El premio no será menor si se logra interrumpir el peregrinar iniciado por esas voces conducidas al Mictlán.

Twitter: @BeatsoulRdz

Escrito en: lengua, lenguas, indígenas, idiomas

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