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YAMIL DARWICH

Ricardo Raphael, investigador del CIDE, ha escrito un libro que tituló "Mirreynato", refiriéndose a los "mirreyes", esa nueva generación de jóvenes mexicanos que ostentan la riqueza y poder de sus padres, viviendo la inconsciencia de la superficialidad.

A ellos habrá que unirles a los "nuevos ricos", hombres y mujeres - "lores y ladys" parasociales- que se reproducen nocivamente, particularmente en las últimas décadas; esos personajes nefastos, lo mismo alteran el orden social que agreden a los considerados como más débiles, haciendo ostentación de la impunidad que disfrutan, robando, abusando y mostrando estúpidamente sus pobres condiciones humanas.

Recuerde casos particulares; hijos de gobernantes que presumen coches más caros que una casa de vivienda media; descendientes de funcionarios públicos que amenazan a policías preventivos con hacerles perder su trabajo, si acaso éstos osan molestarlos; jóvenes mujeres que compiten contra otras de la misma calaña, mostrando vestuarios con etiquetas de marcas estrafalarias que, para el grueso de la población, son humillantemente inalcanzables.

Grupo aparte son los politiqueros -no ofenda a los verdaderos políticos llamándoles así- que aprovechan los resquicios de la ley para enriquecerse ilícitamente o simplemente se coluden con otros iguales en puestos de autoridad para delinquir. Lea El Siglo de hoy, seguramente encontrará casos.

Los ejemplos pululan en nuestro México, personas que buscan el poder económico a toda costa, para consumir sin descanso y no para disfrutar de la vida y las comodidades que ofrece la civilidad.

Poseen automóviles deportivos que no pueden rodar adecuadamente en nuestras calles, por el pavimento deteriorado; compran condominios y hasta yates para demostrar sus capacidades económicas; ejecutan actos de barbarismo social al agredir a servidores públicos o personas de condiciones laborales en desventaja, casos de trabajadores de mostrador, franeleros, acomodadores de autos, porteros, recepcionistas, trabajadores domésticos, etc.

Todos esos mirreyes y nuevos ricos manifiestan una vida de superficialidad, donde la banalidad es imperante y el humanismo desconocido o empolvado por la falta de educación; sin esa que debieron recibir en la intimidad familiar, con padres y mayores -tíos, abuelos, etc.- educadores sobre los correctos usos y costumbres que aportan para la armonía y la convivencia comunitaria.

Ese es el país que hemos creado y ellos son los monstruos que cultivamos y los laguneros no somos excepción; circulan libremente, agrediendo el derecho de los demás, en ocasiones imitando modas de extranjeros igualmente superficiales y banales, admirados por esos pobres de espíritu.

La nueva clase social de corruptos -con sus mirreyes- han aparecido para consumir, agredir, gastar, abusar y corromper; personajes cuyo único fin es competir, tener y presumir lo comprado con sus actividades ilícitas, porque ¿qué otra razón tendrían inmersos en su superficialidad?

Y algunos de los nuevos deshonestos enriquecidos aportan lo suyo para la pésima calidad de vida social: exhiben su poder material, a veces con vulgaridad y abusan de espacios de estacionamiento para discapacitados, agreden con el claxon de su automóvil, pretenden tratos especiales en centros de diversión y esparcimiento y, con su actitud, se ganan el repudio de los demás y de paso maleducan a sus vástagos. Es porque no tienen otra forma de lavar sentimientos culposos ante los hijos y algunos ni -al menos- tienen consciencia de su triste actuar.

Habrá que preguntarnos si tenemos a alguno de ellos viviendo entre nosotros, quizá aún en ciernes, aprendiendo a desear lo que observa de los débiles de espíritu en las calles, escuelas, fiestas y medios de comunicación social.

Es nuestra responsabilidad combatir con inteligencia, razón civilizada y urbanismo a esos malcriados y a sus padres. Haciéndolo todos, a la vez, lograremos mejorar nuestro ambiente.

Pídales o muéstreles como no ensuciar las calles con basura de consumibles, mejor aun, levante sus deshechos y que se den cuenta, aunque me temo su falta de consciencia; repruébeles sus acciones de abusos en filas; retírese de ellos ante su mal comportamiento público, esperando adviertan el repudio que se autogeneran.

Intervenga cuando los ve y/o escucha maltratar a empleados, pero hágalo con la enorme defensa de la cortesía del educado; repruébeles con su mirada cuando violentan las leyes de tránsito.

Cuando tenga una de esas malas experiencias, actúe trabajando por el bien común, denúncielos con sus amigos y familiares como una forma de educar y propagar el espíritu de solidaridad social.

Claro, le pido que lo hagamos predicando con el ejemplo, empezando por nosotros y nuestros seres queridos. Promovamos el bien comunitario sin utilizar la violencia. Tal vez, combatiendo a tales villanos, haremos una buena acción educativa durante este 2018.

Le debo insistir: hagámoslo primeramente con base en la educación en valores trascendentes, ejerciendo nuestros derechos y responsabilidades ciudadanas para practicarlos y enseñar a los demás a disfrutar la vida por si misma, que es lo suficientemente hermosa para satisfacernos.

¿Conoce a algún mirrey o riquillo al que Usted pueda re-educar?

[email protected]

Escrito en: YAMIL DARWICH Diálogo vida, esos, social, poder

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