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Dispraxia: la torpeza original

Una alteración que complica la vida

Dispraxia: la torpeza original

Dispraxia: la torpeza original

Redacción S. N.

Este síndrome agrega complejidad a prácticamente cualquier acción, desde escribir hasta andar en bicicleta, desde atarse los zapatos hasta peinarse.

Se trata de un problema oculto a simple vista, sus manifestaciones pasan por cosas menores como cierta incapacidad para realizar movimientos simples que requieren cierta coordinación, como jugar a la pelota. Lo que casi siempre se interpreta como un caso de inocente torpeza bien puede ser un indicador de que el infante padece dispraxia.

En la comunidad médica esta condición es mejor conocida como trastorno del desarrollo de la coordinación motora (TDCM). Un nombre más asequible es síndrome del niño torpe.

Un aliado de este trastorno es el desconocimiento. Los padres al ignorar que existe dejan que haga de las suyas sin mayores obstáculos. Sin embargo, la alteración psicomotriz produce efectos de consideración en los menores.

¿Cuándo se toma nota? Cuando el niño se conduce con torpeza, de forma lenta, sin naturalidad a la hora de moverse con miras a realizar una tarea que implica coordinar varios grupos musculares.

De acuerdo con Kelli Johnson, patóloga educacional del habla y el lenguaje, la dispraxia es algo con lo que las personas nacen.

Una prueba clave para su detección, expone, es poner al infante a imitar una secuencia de movimientos, por ejemplo, reproducir el golpeteo de los dedos sobre una superficie en un orden determinado. Quienes sufren TDCM batallan para conseguirlo.

COSAS SIMPLES

Este síndrome agrega complejidad a prácticamente cualquier acción, desde escribir hasta andar en bicicleta, desde atarse los zapatos hasta peinarse.

Los síntomas, aseguran profesionales de la salud, son visibles desde antes de los dos años de vida, la descripción muestra a bebés con dificultades para gatear o pequeños que se demoraron para empezar a caminar. El desarrollo motor de los afectados es más lento y suele complementarse con un desempeño insuficiente al hablar. Los efectos se recrudecen en el periodo de instrucción elemental.

Se estima que hasta seis de cada cien niños son víctimas de esta alteración psicomotriz. También se le asocia más con el sexo masculino, hay mediciones en las que hasta un 80 por ciento de los casos diagnosticados han sido varones.

A propósito de las características de este trastorno, se tiene el cuadro de un infante propenso a tener rabietas que sufre caídas frecuentes y conforme va creciendo no es capaz de superar con soltura los retos de vestirse o comer solo (se ensucia mucho). Llega a padecer dolores de cabeza y náuseas, batalla para concentrarse, suele ser de los últimos en terminar las tareas que se desarrollan en las aulas. La escritura ilegible es otro síntoma.

Si bien el TDCM suele asociarse en mayor medida con la coordinación motora, posee el potencial para afectar desde el lenguaje hasta el desarrollo emocional.

Se han establecido los siguientes tipos de dispraxia:

Ideomotora: se distingue por una interrupción entre pensar y ejecutar a la hora de acometer una acción simple como coger un objeto.

Ideatoria: en este tipo se interfiere en la secuencia que a través de pasos sencillos llega a un objetivo más complejo, por ejemplo, atarse las cintas del calzado.

Oromotora o del habla: afecta grupos musculares responsables de producir la voz y articular sonidos, se complica pronunciar algunas palabras o sílabas.

Constructiva: se obstaculiza la comprensión de las relaciones espaciales entre objetos y con ello, el acto de moverlos de un lugar a otro.

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Foto: Archivo Siglo Nuevo

CONSULTA

Es relativamente amplio el espectro de movimientos afectados por el trastorno de la coordinación. La patóloga Johnson pone el énfasis en la manera en que afecta los músculos del habla, los motores orales en el rostro y la lengua.

Si un infante tiene problemas a la hora de elaborar su discurso hablado y ejecutar otros movimientos, señala, es momento de acudir con el médico a recibir orientación sobre algún especialista al que se pueda visitar.

La dispraxia, y esto es algo que no debe olvidarse, afecta la psicomotricidad pero no implica un déficit intelectual.

Las tareas con algún componente motor, desde moverse hasta articular el lenguaje, ganan complejidad porque en el niño con TDCM se interrumpe el proceso de creación de ideas, planificación de un movimiento y su ejecución.

No sé tiene ubicada una causa específica. Para explicar su aparición se manejan razones como haber sufrido pequeñas lesiones cerebrales durante el proceso de maduración de las neuronas o la anoxia (falta de oxígeno) en el momento del parto. También se cree que el factor genético podría tener un rol en su aparición.

Un nacimiento prematuro, antes de la semana 37, y el consumo de alcohol, drogas o tabaco por parte de la madre durante el embarazo son otras causales que se manejan.

TRATAR

La evolución de este trastorno, en los planos motor e intelectual, depende de factores como el momento en que se detecta, el tratamiento establecido y su cumplimiento. Su diagnóstico implica una observación regular del niño y un seguimiento de los signos. Si se manifiestan por al menos un semestre, es recomendable buscar ayuda, que un especialista observe al infante, hable con él, evalúe su fortaleza, tono muscular y coordinación.

A manera de lucha contra el síndrome del niño torpe, se recomienda acudir a un fisioterapeuta que se se encargue de ayudar al menor a trabajar con las tareas motoras. Un logopeda auxilia con las dificultades para comunicarse. El psicólogo interviene cuando existe dispraxia ideatoria.

La terapia bien puede consistir en repetir secuencias motoras para asimilar patrones y aplanar obstáculos en el proceso de pensar y ejecutar.

Los síntomas varían de persona a persona y pueden cambiar conforme el infante crece. No debe confundirse con debilidad muscular o poca inteligencia.

Lo que sí se tiene claro es que por la influencia del trastorno se ven afectadas habilidades de comunicación, emocionales, conductuales, así como el desempeño académico y las habilidades generales para la vida.

En todos los casos es necesario un trabajo en equipo al interior de la familia. Los progenitores deben aprender a lidiar con el síndrome y ayudar al pequeño a cumplir en casa con los ejercicios asignados.

Criar a un hijo con dispraxia exige paciencia y energía. La participación de los padres es fundamental para superar ésta infantil adversidad.

Escrito en: infante, niño, síndrome, trastorno

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