Considerado un sobreviviente al tardío reconocimiento de su obra, el escritor, periodista y crítico de cine cubano Guillermo Cabrera Infante se mantiene vigente a 13 años de su muerte, ocurrida el 21 de febrero de 2005, a través de su literatura llena de humor y vitalidad.
“Cabrera Infante sobrevivió al desprecio de la mayor parte de sus coetáneos del boom latinoamericano, a la persecución intelectual, y en ocasiones física, del castrismo… sobrevivió al tardío y paulatino reconocimiento de quienes le habían tratado como un apestado literario y social”, señala un artículo publicado en elpais.com.
El texto sostiene que hablar de Guillermo Cabrera Infante “es hablar de alguien con un enorme sentido del humor, con unos extraordinarios conocimientos cinematográficos y musicales, un personaje que nunca abandonó su añorada Cuba… un gran amigo de sus amigos”.
Mientras que en una entrevista que el escritor español Fernando Savater ofreció al portal Cubanet, el también filósofo aseguró que conoce La Habana gracias a Guillermo Cabrera, “su literatura está llena de humor, vitalidad, es gozosamente inconfundible”.
El escritor asegura que “hasta en sus momentos más melancólicos –Cabrera- encuentra un juego o giro de palabras que hace sonreír. Es una literatura adictiva, que uno busca afanosamente con sólo haberla probado una vez”.
Para Savater “la obra de Guillermo seguirá siendo no sólo leída y disfrutada (esto es lo más importante) sino también estudiada y comentada. Es una obra que quedará, en todos los sentidos”.
De acuerdo con su biografía publicada en la página oficial de la Biblioteca Cervantes, Guillermo Cabrera Infante, nació el 22 de abril de 1929 en Gibara, Cuba, y en 1941 se trasladó con su familia a La Habana, donde empezó a escribir.
Tras abandonar la carrera de Medicina, Guillermo Cabrera trabajó en diversos oficios e ingresó en 1950 en la Escuela de Periodismo de Cuba, solo un año después fundó la Cinemateca de Cuba junto a Néstor Almendros y Tomás Gutiérrez Alea.
A partir de entonces, trabajó como crítico de cine con el seudónimo de G. Caín en el semanario Carteles, del que tres años más tarde es redactor-jefe. Tras el cambio político en Cuba en 1959, fue nombrado director del Consejo Nacional de Cultura y subdirector del diario Revolución.
También fue director del magazine cultural cubano Lunes de revolución, desde su fundación hasta su clausura en 1961. Fue enviado a Bruselas como agregado cultural y encargado de negocios, pero sus discordancias con el régimen cubano lo llevó a abandonar su cargo diplomático.
Luego de pasar una temporada en Madrid, España pidió asilo político en Inglaterra donde se nacionalizó y ubicó su residencia, hasta el día de su muerte, el 21 de febrero de 2005, poco antes de cumplir 76 años de edad.
El conjunto de su obra es una especie de collage de La Habana prerrevolucionaria, además de una síntesis de la ideología del autor. El erotismo está presente en toda su obra, pero siempre "en función de la parodia y de la risa, cosa que un autor erótico no haría nunca", según explicaba él mismo.
Su gusto por el cine lo llevó a viajar a Hollywood para convertirse en el primer escritor latinoamericano guionista, con títulos como Punto de fuga y Wonderwall. Ejerce también como profesor en las universidades de Virginia y de West Virginia.
De su obra destacan las novelas Tres tristes tigres (1965), La Habana para un infante difunto (1979), y las antologías Ella cantaba boleros (1996), Infantería (1999), así como los libros póstumos La ninfa inconstante (2008), Cuerpos divinos (2010) y Mapa dibujado por un espía (2013).
Entre los premios que obtuvo se encuentran el Biblioteca Breve en 1964, por Tres tristes tigres; Premio del Instituto Italo-Latinoamericano (Roma), 1995, Doctor Honoris Causa por la Universidad Internacional de Florida en 2000 y el Premio Miguel de Cervantes (España) en 1997.