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Populares y optimates

Opinión - Jaque mate

Populares y optimates

Populares y optimates

Sergio Sarmiento

Es más fácil conseguir el sufragio de las mayorías prometiéndoles regalos y subsidios que ofreciéndoles la construcción, lenta por necesidad, de una economía más productiva.

El término populismo es usado mucho como una descalificación en la política contemporánea. En realidad, se trata de una tendencia política que ha existido desde hace milenios. Representa un esfuerzo por conseguir el apoyo del pueblo, de la masa, por eso ha mantenido vigencia.

En la vieja política romana, Julio César era un populista. Su facción era conocida como los 'populares', que se oponían a los 'nobilis' y a los 'optimates', que representaban a las clases nobles y aristocráticas. Las disputas de aquel entonces no eran tan distintas a las de hoy. Los populares pedían reparto de tierras, subsidios a los alimentos y controles de precios, mientras que los optimates buscaban un gobierno que respetara la propiedad y mantuviera una economía más fundamentada en el mercado.

César supo aprovechar la causa de los populares para su beneficio. Compraba votos con regalos y ofertas de usar más recursos públicos para subsidiar a los votantes. Una vez que tenía el poder, encarcelaba a sus rivales y los despojaba de sus propiedades. Se quedaba con algunas y repartía las demás entre sus simpatizantes. Cuando finalmente tuvo el control personal del poder abolió la democracia y se convirtió en dictador.

El mundo ha cambiado mucho desde entonces, pero la política sigue siendo igual. Continuamos viendo grandes disputas entre populares y optimates. Las definiciones de estos grupos han cambiado, pero representan dos filosofías que se mantienen a lo largo de la historia.

El populismo sigue dependiendo de las promesas de usar los recursos del Estado para entregar subsidios al pueblo. Estas promesas no necesariamente provienen de un solo partido. Tan populistas son las ayudas a personas de la tercera edad comenzadas por Andrés Manuel López Obrador en la Ciudad de México, después continuadas por los gobiernos federales del PAN y el PRI, como el salario rosa de Alfredo del Mazo en el Estado de México o el ingreso universal garantizado que propone Ricardo Anaya para el país. Las propuestas de los optimates se ven reflejadas hoy en las políticas públicas que defienden que el gobierno se concentre en mejorar la productividad y el estado de derecho para permitir el surgimiento de un país más próspero.

En buena medida, las elecciones que estamos viendo en el mundo siguen siendo un espejo de esa vieja disputa entre populares y optimates. En Francia Marine Le Pen representa a los primeros y Emmanuel Macron a los segundos. En Estados Unidos Hillary Clinton, que viene de un partido identificado con los populares, se enfrentó a un populista todavía más extremo en la persona de Donald Trump. En nuestro país los distintos candidatos representan también posiciones de una u otra de estas filosofías.

Los populistas, o populares, siempre han tenido una gran facilidad para atraer el voto. Es más fácil conseguir el sufragio de las mayorías prometiéndoles regalos y subsidios que ofreciéndoles la construcción, lenta por necesidad, de una economía más productiva. Pero la experiencia también nos demuestra que las políticas populistas suelen ocasionar crisis económicas, como la que sufrió nuestro país en la década de los ochenta o la que ha tenido Venezuela en los últimos años. También es común que sus representantes se conviertan en dictadores, como Hugo Chávez.

Lo interesante es que no hay nada nuevo bajo el sol. Las disputas políticas que hoy vemos en México y en otros países son en buena medida las mismas que la humanidad ha presenciado desde los tiempos de la Roma antigua o incluso antes.

Twitter: @SergioSarmiento

Escrito en: política, subsidios, populares, país

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