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Las mujeres valen mucho

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Las mujeres valen mucho

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IGNACIO ESPINOZA

Resulta lamentable y triste que, a estas alturas del siglo XXI, a las mujeres todavía se les discrimine, se les minimice y hasta se les agreda de diferentes maneras, cuando se les debería reconocer el enorme valor que tienen para la sociedad, pues sus cualidades innegables las convierten en seres humanos excepcionales a los que aún no se les da el lugar que les corresponde y se han ganado a pulso no sólo en el hogar, sino en los distintos ámbitos donde se desenvuelven cotidianamente, donde han demostrado su enorme potencial para sobresalir donde se lo propongan.

El arraigado sentimiento machista que aún presumen muchos varones es uno de esos factores que, desgraciadamente, ha impedido que a las mujeres se les permita desarrollar sus aptitudes sólo porque esos "hombres" no quieren verse rebasados por el sexo opuesto, pues no han entendido que la convivencia entre ambos géneros no es cuestión de una lucha de poder, sino de una relación donde ellas y ellos deben aprender a trabajar juntos, de la mano, para construir una sociedad más justa donde los estereotipos y los prejuicios deben ser desterrados para siempre si aspiramos a mejorar en todos los sentidos.

Una de esas cuestiones que en lo personal repruebo se relaciona con el aspecto laboral, ya que no es justo que si un hombre y una mujer desempeñan el mismo puesto -ya sea en la iniciativa privada o en el gobierno- al varón le pagan más por sus servicios, a pesar de que desarrollan las mismas actividades. Esto, a todas luces, atenta contra las garantías individuales consagradas en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, donde se plasma que a trabajo igual corresponde la misma remuneración económica. Sin embargo, en la práctica aún persiste esta actitud machista, discriminatoria en razón del género.

Pero lo más triste, estimado lector, es que nuestras flamantes autoridades no hacen mucho al respecto para tratar de cambiar esta realidad, ya que ejemplos como el citado se encuentran por cientos o miles en la administración pública, y no se diga en algunas empresas, donde los patrones les pagan mejor a los varones por el mismo trabajo que desempeñan sus compañeras mujeres, a pesar de que estas últimas son en ocasiones más eficientes, responsables, cumplidas y puntuales, pues si alguna de ellas se atreve a alzar la voz de inmediato es despedida sin el pago de una indemnización a la que por ley tiene derecho.

¿Por qué sigue pasando esto?, se preguntarán muchos. Pues por la sencilla razón de que faltan más voces masculinas que se opongan a esas injusticias y que se pongan del lado de las mujeres para que se les otorgue lo que les corresponde en estricta justicia, pero no como una dádiva o una concesión, sino porque la elemental justicia, el sentido común y la razón así lo dictan. No obstante, tal parece que las voces que se han levantado en contra de dichas injusticias no han sido suficientes para romper con ese círculo vicioso del que no se les permite salir a las mujeres por ese yugo opresor masculino.

¿Qué más se puede hacer, pues?, cuestionan voces tanto femeninas como masculinas. La respuesta no es tan complicada como se podría pensar, pues basta que la mayoría se decida a cambiar esta realidad para que hombres y mujeres gocen de los mismos derechos y obligaciones, como siempre debió haber sido, aunque el escenario actual parece darnos una bofetada en ambas mejillas para situarnos en nuestra realidad para tratar de convencernos de que todo debe permanecer igual, pues a muchos varones no les conviene que exista el término "equidad" ya que implicaría perder muchos privilegios a los cuales no están dispuestos a renunciar ni perder sólo porque un segmento de la sociedad pide justicia.

Sin embargo, insisto que la mujer es un ser humano extraordinario, dotado de una capacidad infinita para amar y para demostrar, no a los demás, sino a sí misma que su valor está en todo lo que ofrece, todos los días, a su familia, pues el hogar es el máximo testigo de su invaluable papel que desarrolla sin proferir queja alguna por mil y una tareas que un varón difícilmente podría realizar, no obstante que también hay hombres que han tenido que lidiar con este papel cuando son abandonados por sus parejas.

Las mujeres, estimado lector, constituyen un elemento indispensable en la sociedad no sólo por las enormes contribuciones que realiza cotidianamente donde su presencia ilumina cada lugar donde se posan las plantas de sus pies, sino porque su ternura, su sonrisa y su inigualable carisma las convierten en seres indispensables para que la humanidad se perpetúe por la bendición divina que se les concedió a través del don de la procreación.

Por estas y tantas muchas razones más, lo menos que podemos hacer es ofrecerles un mensaje de amor, gratitud, respeto y admiración, ya que sin ellas mucho de lo que tenemos en esta sociedad no sería posible, pues sólo a partir de su intervención se cristaliza la magia de la creación.

Escrito en: Padres e hijos pues, mujeres, sino, sociedad

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