Martirizado por guardar el secreto de confesión, San Mateo Correa Magallanes se entregó por amor a la evangelización y soportó hambres y muchas persecuciones, hasta el día en que con su sangre santificó las tierras duranguenses.
Convencido que su vida pertenecía al Creador, este sacerdote zacatecano falleció en Durango hace 77 años durante el Movimiento Cristero, por órdenes del general Eulogio Ortiz, tras ser aprehendido el 3 de febrero de 1927 y fusilado tres días después cerca del Panteón Oriente.
Para orgullo de los duranguenses quienes hoy le recuerdan con dolor y alegría, el padre Mateo Correa fue beatificado el 22 de noviembre de 1992 y canonizado en Roma el 21 de mayo del 2000 por su SS Juan Pablo II y sus restos descansan en la capilla de San Jorge Mártir de la Catedral Basílica Menor, de la capital del estado.
Sus orígenes
El padre Mateo Correa Magallanes nació un 22 de julio de 1866 en Tepechitlán, Zacatecas, sus padres fueron don Rafael Correa y doña Concepción Magallanes.
Realizó los estudios primarios ayudado por el padre Eufemio Estey, en Jerez y Guadalajara, sin embargo debido a la escasez de recursos de su familia, al ingresar al Seminario Conciliar de La Purísima en 1881, tuvo que servir como portero. Debido a su humildad, laboriosidad y buena conducta, recibió una beca como alumno interno, hasta ser ordenado sacerdote el 20 de agosto de 1893 y cantar su primera misa en Fresnillo el día 1 de septiembre de ese mismo año.
Después de estar como capellán en algunos poblados, de 1998 a 1905, fue párroco de Concepción del Oro, donde conoció y tuvo amistad con la familia Pro Juárez. Dio la Primera Comunión a Miguel Agustín Pro Juárez quien, siendo sacerdote jesuita, también murió durante la persecución religiosa.
Mateo Correa ejerció su ministerio en Zacatecas, Jalisco y Guanajuato y fue conocido como cura de los pobres, de los niños y de los jóvenes, además cumplió fielmente con las obligaciones de su sacerdocio: evangelizar y servir a los más pobres, obedecer a su obispo, unirse a Cristo sacerdote y víctima, especialmente al convertirse en mártir a causa del sello sacramental.
Heroísmo Cristiano
Luego de que se desempeñó como párroco de Cocotlán, al tiempo que estalló la Revolución Mexicana en 1910, fue perseguido por los revolucionarios y tuvo que refugiarse en León, pero regreso al calmarse la Revolución y siguió trabajando en diversas parroquias.
Años más tarde al inicio del Movimiento Cristero exactamente el 31 de julio de 1926 se prohibió el ejercicio del misterio, por lo que el padre Mateo, quien trabajaba en Valparaíso, comenzó a servir a sus fieles de manera oculta, durmiendo en cuevas, sufriendo hambres, huyendo constantemente de sus enemigos, incluso cuentan que cuando le pedían que no se expusiera a los peligros él decía sonriente que no caería un solo cabello de su cabeza sin el permiso del Señor.
Fue entonces cuando con el fin de descansar, el Sr. Cura fue invitado a la Hacienda de San José de Sauceda, estando ahí, el domingo 30 de enero de 1927, un señor le rogó que fuera al rancho La Manga para que atendiera a su señora madre que estaba gravemente enferma.
Acompañado del Sr. Miranda, su anfitrión, salieron a atender el llamado, pero en su camino su acompañante observó una tropa, por lo que sugirió al cura que se regresaran para ocultarse, “Nos pueden ver y nos hacemos de delito”, fue la respuesta de este hombre de fe, por lo que siguieron adelante.
Desafortunadamente una de las personas que iban en la tropa conocía perfectamente al padre Correa, y el Mayor inmediatamente mandó a un oficial para que los aprehendiera.
Fueron encarcelados y trasladados a Durango. En el camino el presbítero se mostró muy amable con los soldados y les hizo algunos regalos, ya en tierras duranguenses compartió su comida con los presos y al terminar de tomar los alimentos los hacía dar gracias a Dios. Por la noche todos rezaban el Santo Rosario.
A dos días de su captura fue llevado ante el Gral. Eulogio Ortiz, jefe de Operaciones de la Zona Militar de Zacatecas, quien se distinguía por su ensañamiento contra los católicos, para recibir la orden de confesar a los rebeldes que tenía prisioneros. Después de confesar a aquellos cristianos nuevamente fue llamado por Ortiz, quien le pidió que le dijera lo que le habían confesado, sin embargo el Sr. Cura se negó a hacerlo, y a pesar de ser amenazado de muerte respondió, “Si usted ignora que un sacerdote debe guardar el secreto de confesión... entonces estoy dispuesto a morir”, afirmó.
El 6 de febrero, de madrugada, los soldados sacaron a Mateo Correa Magallanes, de 60, años y llevándolo rumbo al Panteón Oriente, hasta un lugar solitario, lleno de hierba silvestre, lejos de la ciudad, le quitaron la vida con una pistola calibre cuarenta y cinco, su cuerpo permaneció sin sepultar tres días.
Un rinconcito especial
Esta parte de tierra (ubicada al final de la prolongación Canelas en el fraccionamiento Villas de San Francisco), donde cayó muerto y estuvo por tres días el cuerpo del Santo Mateo Correa, es ahora lugar de adoración para los fieles durangueses, quienes seguido acuden a esta capilla a solicitar algún auxilio o favor de este santo caído en el deber.
“San Mateo Correa recibió la gracia de Dios y con su muerte santificó la tierra donde derramó su sangre”, manifestó Monseñor Héctor González Martínez, arzobispo de la Arquidiócesis de Durango, quien ofició la misa de conmemoración del 77 aniversario del martirio del padre San Mateo Correa, que tuvo lugar el pasado 6 de febrero.
Entrevistado al final del memorial del martirio de San Mateo Correa, Monseñor Héctor González comentó que esta conmemoración es una memoria viva para recordar a un santo que sigue siendo fuente de inspiración y de gracia divina, por lo que el compromiso de los duranguenses es mantener vigente el legado de fe que recibieron como herencia de este gran hombre.
En este sentido el máximo representante de la grey católica en Durango hizo un llamado a los duranguenses para que cooperen en la construcción del templo dedicado al santo Mateo Correa, incluso menciono que si la comunidad cristiana apoya en la edificación de este recinto, entonces las reliquias se trasladarán a este nuevo lugar para que la gente acuda a veneralo y reciba su gracia salvadora y milagros.
“A este santo lo podemos considerar como nuestro, porque murió en nuestro estado”, manifestó al respecto el sacerdote David Vázquez, párroco de la Parroquia de Nuestra Señora de los Dolores y responsable de la construcción del templo dedicado a la memoria de San Mateo Correa, “Invitamos a las personas para que den a la medida de su posibilidades puede ser con ladrillos, cemento o a través de donativos, lo importante es que se unan a esta significativa causa”, concluyó.
La misa antes mencionada se llevó a cabo en los terrenos donde se planea construir el citado templo y tuvo la participación de los sacerdotes: Ignacio Alcázar, coordinador de zona pastoral San Mateo Correa; Jesús Ramírez, sacerdote de la Ciudad de los Niños, Mario Almanza, Párroco del Santo Niño; Guillermo Moreno, catedrático de Derecho Canónico; Pascual Lizardo Casas, presbítero del Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe; Jesús García González, rector del Seminario Mayor; Mariano Alberto Villalobos, padre del Templo de San Miguel; Javier Zaldívar, misionero del espíritu santo del Templo del Sagrado Corazón de Jesús, así como los padres José de la Luz Castañeda y Ladislao Reyes, quienes vinieron de los municipios de Lerdo y Goméz Palacio, respectivamente.
Durante la ceremonia religiosa los fieles escucharon atentamente el mensaje del Arzobispo de Durango, quien pidió para los católicos la fortaleza que distinguió a Mateo Correa y la santidad en todos los niveles de la vida humana.
Los asistentes tuvieron además la oportunidad de honrar las reliquias del cura Mateo Correa que fueron expuestas en un cofre especial para ser apreciadas por niños, jóvenes y adultos, ya que todos deseaban tocar o sentirse cerca de los restos de quien será recordado por siempre por el milagro de amor que realizó y que sigue vigente a traves de la fe de quienes lo visitan y le solicitan su ayuda.
Una leyenda viva
Según cuenta la voz popular de aquel entonces durante su agonia el padre San Mateo Correa fue torturado y sufrió un machetazo que le cercenó el talón de uno de sus pies, el cual fue recogido por una creyente, quien guardó esta parte del cuerpo del cura en un recipiente.
Días después la mujer quizo mostrar a algunas personas lo que conservaba como recuerdo del sacerdote, cuando sopresivamente descubrió que en lugar de la masa inerte y sangrienta estaba una hermosa rosa roja, de la que despedia un exquisito aroma y que permaneció sin envejecer por muchos años.
Así como este relato existen otros de personas que visitaron los restos de este mártir cuando se encontraba enterrado en el Panteón Oriente, en esa época era tal el fervor que concedió milagros a muchos creyentes, incluso se vendía un aceite que decían emanaba de su tumba y que al untarse en el cuerpo sanaba a enfermos y remediaba males congénitos.
Mártires de la Guerra Cristera
Además de san Mateo Correa Magallanes existen otros 24 compañeros mártires, sacerdotes diocesanos y laicos muertos en México por odio a la fe entre los años 1915 a 1937, durante la persecución religiosa contra la Iglesia de México.
San Luis Bátiz Sáinz
San Agustín Caloca
San Atilano Cruz Alvarado
San Miguel de la Mora
San Pedro de Jesús Maldonado
San Pedro Esqueda Ramírez
San Margarito Flores
San José Isabel Flores
San David Galván Bermúdez
San David Roldán Lara
San Cristóbal Magallanes
San Salvador Lara Puente
San Rodrigo Aguilar Alemán
San Román Adame Rosales
San Julio Álvarez Mendoza
San Jesús Méndez Montoya
San Sabas Reyes Salazar
San José María Robles
San Toribio Romo González
San Genaro Sánchez
San Tranquilino Ubiarco
San David Uribe Velasco
San Justino Corona Madrigal
San Manuel Morales
FUENTE: Investigación El Siglo de Durango.
“Siempre acudo a él para pedirle por la salud de mis hijos, es muy milagroso”.
Concepción Carvajal, Fiel devota de San Mateo Correa
“Los duranguenses tienen el compromiso de mantener vigente el legado de fe que recibieron como herencia de San Mateo Correa Magallanes”.
Monseñor Héctor González Martínez, Arzobispo de Durango.