Los juegos de antaño
En esta era de la tecnología, los niños de preescolar y primaria, sobre todo, son más dependientes de los dispositivos móviles a tal grado que poco saben de los juegos de antaño, esos que en nuestros tiempos nos entretenían a tal grado que no había cabida para el aburrimiento ya que echábamos mano de nuestra creatividad para pasar las horas de manera agradable pues sobraban el ánimo, la imaginación pero principalmente la buena disposición para divertirnos con una serie de juegos que las nuevas generaciones de progenitores no promueven dentro de sus hogares.
Recuerdo, por ejemplo, cómo para muchas niñas bastaba hace algunas décadas contar con una simple cuerda para saltar durante horas, ya que se organizaban pequeñas competencias para hacerlo de muy diferentes formas de tal manera que, al mismo tiempo que las pequeñas -y también algunas más grandecitas- se divertían sanamente, también se ejercitaban físicamente, lo que contribuía a que los índices de obesidad no predominaran en esas generaciones de infantes ya que, además, no abundaba la comida "chatarra" que nos invade a través de los diferentes medios de comunicación y que en ocasiones se pone al alcance los pequeños con una facilidad que sorprende, a pesar del riesgo que representa.
Además, también las pequeñas acostumbraban mucho jugar con sus grandes muñecas de plástico, a las que vestían con improvisados atuendos que ellas mismas confeccionaban, tiempo en el que invertían horas pero que pasaban volando porque había que echar mano de la creatividad y la imaginación para hacer que sus muñecas lucieran lo mejor posible, un juego que generaba una sana competencia y convivencia entre las infantes de hace algunas décadas y que de alguna forma las unía más porque compartían algo más que el gusto por ese tipo de entretenimiento que ahora difícilmente se observa ante el avasallante dominio de los dispositivos móviles que ahora son llamados "inteligentes", aunque a la fecha me sigo preguntando si de verdad tienen esa característica que, en lo personal, creo que nos robaron desde que hicieron su aparición en el mercado.
Por su parte, los niños de hace cuatro o cinco décadas nos divertíamos con juegos tan simples como las canicas en sus diversas modalidades (la rayuela y los cinco hoyitos, por mencionar algunos de los más populares), además del trompo, el yoyo, el balero (que fabricábamos con botes cuando no teníamos dinero para comprar uno de madera) y otros tantos que nos hacían pasar el tiempo sin que nos diéramos cuenta hasta que ya veíamos que ya había oscurecido y que, por lo tanto, había que regresar a casa.
Esos eran tiempos en los que la diversión no requería una gran inversión económica como en la actualidad, en que los niños hasta se pelean y presumen por ver quién tiene el celular o la tableta electrónica más caros, cuando lo más importante debería ser la sana convivencia, empleando el tiempo en retomar esos juegos que todavía en algunos hogares se fomentan por parte de los padres que desean que no desaparezcan, para que las próximas generaciones de infantes los conozcan y se los inculquen a sus hijos.
Otros juegos que se extraña ver en la actualidad son los llamados de mesa, que en mis tiempos de infancia reunían a todos los integrantes de la familia, y de los que más destacaban eran la lotería, serpientes y escaleras, además del llamado "juego de la oca", las damas chinas y el dominó, los cuales eran muy populares porque representaban momentos de unidad familiar, diversión y suspenso en algunas situaciones, de ahí que eran muy usados en las décadas de 1960 y 1970.
En la actualidad, es muy raro ver que los fines de semana se reúna la familia para invertir algo de tiempo en uno de los mencionados juegos que marcaron una época en la que se vendían como pan caliente en las tiendas del centro de la ciudad donde eran exhibidos, ya que la diversión estaba garantizada.
También, se ha perdido la oportunidad de disfrutar juegos tan simples pero que nos hacían divertirnos cada vez que nos reuníamos ya sea entre amigos, vecinos o la propia familia, como fue el de las escondidas, los encantados, el bote y el bebeleche, entre muchos otros que están en peligro de desaparecer ante la falta de su fomento dentro del hogar y de la escuela, donde aún se enseñan algunos de los más populares.
Ante este panorama, es realmente triste observar cómo esos juegos de antaño se van olvidando gradualmente, debido a que los propios padres hemos sido los responsables de no enseñárselos e inculcárselos a nuestros hijos, quienes seguramente se divertirían en grande si los conocieran a fondo, para que dejaran por un rato sus dispositivos móviles que les roban mucho tiempo y energía, a tal grado que con su uso ha crecido la obesidad infantil, de ahí que nuestra misión como padres es rescatar esos juegos tradicionales que siempre nos han distinguido a los mexicanos y que nos han dado identidad frente a otros países que no pueden jactarse de tener esa enorme variedad de juegos que se caracterizaban por reunir a niños y adultos.