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LETRAS DURANGUEÑAS

Manuel M. Ponce en mil páginas

Manuel M. Ponce en mil páginas

Manuel M. Ponce en mil páginas

ÓSCAR JIMÉNEZ LUNA

Con trabajos de investigación de muchos años, y sobre todo con una voluntad animada por su profunda vocación por las artes -principalmente la música, sin dejar de lado la historia y la literatura-, Emilio Díaz Cervantes y Dolly, su esposa, y coautora de numerosos proyectos de divulgación, han dedicado una buena parte de su tiempo al recuento y estudio de la trayectoria profesional de Manuel M. Ponce, como sabemos, uno de los más notables músicos mexicanos del siglo XX. En estos días han terminado la tarea del tercer volumen, con el resultado de alrededor de cuatrocientas cuartillas, que sumadas a las setecientas y tantas de la integración de los otros dos volúmenes precedentes, ya se cuentan más de mil páginas, gratas e ilustrativas, de una escritura a la vez sencilla y llena de información por demás interesante a propósito de este célebre artista, iniciador -subrayan varias veces los autores- del nacionalismo musical de nuestro país. Una abarcadora obra para piano, violín, guitarra, que comprende conciertos, sonatas, preludios, sherzinos, rapsodias, suites, mazurcas, música de cámara..., nos hablan de una producción que merece una valoración teórica más atenta y fundamentalmente promover la puesta en sonidos vivos. Así nos damos idea de la dimensión de la aportación editorial que hoy nos reúne.

Durangueños de corazón y por residencia, Emilio y Dolly desarrollan de esta manera el análisis musical en un campo muy específico a partir de uno de sus más significativos protagonistas. La obra viene a iluminar un área que ellos mismos han delimitado para sus labores: el hilo conductor que comienza con Ricardo Castro, para llegar después al genio creativo de otro extraordinario duranguense, Silvestre Revueltas, y a la estimable producción del propio Manuel M. Ponce. El viaje nos depara una numerosa variedad de hallazgos.

De entrada llama la atención el plan de la obra, como decían aquellos vendedores de libros, de casa en casa, cuando desplegaban ante nuestros ojos el atractivo impreso promocional. "Ponce. Genio de México. Vida y época (1930-1948)", UJED, 2024, sigue una secuencia cronológica de los días del maestro zacatecano-aguascalentense. Acompañan a esta línea progresiva apuntes de autoridades en crítica musical de primer orden y testimonios de enorme relevancia como los de Paul Dukas, ni más ni menos, que llegó a decirle personalmente en París a Manuel M. Ponce: "Usted no es un discípulo, es un ilustre músico a quien me honro en conocer". También es de importancia anotar las descripciones de los contextos históricos (el porfiriato, la etapa revolucionaria, la construcción de instituciones...) en los que se sitúan los hechos relatados, y en donde aparecen las voces sugerentes de los autores, como el siguiente: "En París los días no se sienten, el tiempo corre más rápido que en otros lugares y si no se aprovechan las oportunidades que la vida presenta, ya nunca volverán, sucederán las profundas lamentaciones". El desarrollo discursivo de esta obra, entonces revela la ambientación de las situaciones que suceden en el país, mientras se presenta algún detalle interesante de la huella que va dejando el maestro, como la inauguración de la estación Wradio, cuyo programa incluyó alguna pieza para piano y la canción "Estrellita", de la autoría del biografiado. O la inauguración del Palacio de Bellas Artes y la instalación del Seminario de Cultura Mexicana.

No se sería justo dejar de decir aquí que además de la preparación ensayística de Emilio y Dolly, les era indispensable contar con los conocimientos de música para abordar el tema y así comprender ciertas actitudes de otros personajes sobresalientes en esta historia. Como con Carlos Chávez. "A finales de 1930, a los 30 años de edad, Chávez atravesaba fuertes cambios de carácter, posiblemente debido a que su falta de estudios musicales refrenaba sus ansias de creación musical, pues hasta entonces no había estudiado armonía, contrapunto, análisis musical, fuga, forma sonata, sinfonía, música coral, composición, instrumentación, dirección musical, etc., cosa que lo limitaba para dar vida a obras de calidad superior". Estos serían, a mi modo de ver, algunos de los elementos de la composición -nunca mejor dicho- de la presente narrativa, que evidentemente tiene como viga maestra mostrar la consolidación de un grande de la música en México, como ya se dijo. Podemos apreciar sus experiencias en Europa, el intercambio provechoso con sus pares, algunos de ellos entre los mejores del mundo en su disciplina. Andrés Segovia, por ejemplo, reconocido guitarrista español. Nada más presentar esta relación del compositor y el ejecutante -su correspondencia, sus encuentros, sus viajes- aumenta el aprecio por esta obra. Sin embargo, tal vez el mayor placer que se halla en este libro -y todavía mejor para los más entendidos- es descubrir los motivos que están detrás de las composiciones del maestro Ponce (observar el proceso creativo de "Chapultepec" o "Ferial", por citar dos casos, abre la posibilidad para ver el talento magistral de cerca). Es adentrarnos en el mundo interior del maestro. Y de su proyección sentimental, como el episodio de los dos rusos, padre e hijo, radicados asimismo en la Ciudad Luz. Decía Whitman: "Quien toca este libro toca un hombre". El maestro Manuel M. Ponce ilustra esta frase a la perfección. (Parte de la presentación del libro de referencia, recientemente en nuestra ciudad).

Escrito en: letras durangueñas escritos Manuel, música, libro, Emilio

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