
Los últimos años de su vida, Leonora los pasó en la Ciudad de México en su departamento en la colonia Roma en donde casi se mantenía en el anonimato.
Este abril se conmemora el natalicio de una de las figuras más enigmáticas y fascinantes del arte surrealista: Leonora Carrington.
Esta reconocida artista que nació el 6 de abril de 1917 en Inglaterra y falleció el 25 de mayo de 2011 en la Ciudad de México, siempre tuvo un profundo arraigo cultural de México.
Además de pintora, destacó como escritora, escultora y como voz disruptiva que rompió con los moldes de su época. Su obra -poblada de símbolos mágicos, alquimia, animales fantásticos y personajes oníricos- es un reflejo de su espíritu rebelde y su aguda inteligencia.
Cuando Max Ernst conoció a Leonora ya tenía 47 años y era casado -además de gozar de bastante fama como surrealista-, por esta razón el padre de Leonora al saber del romance del pintor con su hija se opuso a la relación; sin embargo, al poco tiempo la pareja se reencontró en París para consolidar su relación.
La musa
En la década de 1930 se integró al grupo surrealista de André Bretón, Salvador Dalí, Joan Miró, Man Ray, Pablo Picasso, Lee Miller y Luis Buñuel, quienes la recibieron como una de sus principales musas, pero reconocieron su talento y propiciaron el desarrollo de su obra.
Para 1939, declararon a Max Ernst enemigo del régimen de Vichy, fue detenido y llevado a la prisión de Argentière. Esa separación dejó estragos en la artista por lo que fue internada en un hospital psiquiátrico por su papá. En 1941 Leonora logró escapar del hospital y llegó a Lisboa donde conoció al escritor mexicano Renato Leduc, quien se casó con ella y la ayudó a migrar a Nueva York y después a México, donde pasó el resto de sus días. Tras un año se divorciaron pero quedaron en buenos términos.
Su vida y arte
En el mundo del arte conoció a la pintora surrealista Remedios Varo con quien compartió diversas aventuras, incluso en 1944 es Remedios quien le presenta a Emerico Chiqui Weisz, un fotógrafo que era compañero inseparable de Robert Capa, y con quien Leonora engendraría a sus hijos.
Gabriel y Pablo Weisz, los dos hijos de Leonora, aparecen constantemente en los cuadros de Carrignton y, en la actualidad, son los herederos del trabajo de la artista.
Gracias a las políticas migratorias del presidente Lázaro Cárdenas, Carrington convivió con artistas surrealistas europeos en su llegada a México, como Wolfgang Paalen, Alice Rahon, José y Kati Hoorna, Benjamin Peret y su íntima amiga, Remedios Varo. También, se relacionó con artistas mexicanos como Frida Kahlo, Diego Rivera y escritores como Carlos Fuentes y Octavio Paz.
Obra pictórica
Además del mural El mundo mágico de los mayas -ubicado en el Museo Nacional de Antropología-, sobresalen piezas como Green Tea, The Guardian of the Egg, Laberinto, Los hombres pájaros de Burnley, El adivino, Temple of the Word, The Lovers y Bird Bath. Por otra parte, La balsa de las grullas, El gato, Gato de la noche, Camaleón y libélula, La dragonesa, Cantante muda y Jaguar en la noche son algunas de sus esculturas.
Fue en este país en el que Leonora explotó todo su potencial artístico, mientras que en lo personal, formó una familia con el fotógrafo húngaro Emir "Chiki" Weisz con el que tuvo dos hijos, Pablo y Gabriel.
Hoy, al recordar su nacimiento, celebramos no solo su vida, sino su capacidad de habitar los límites entre la locura y la libertad, entre lo real y lo imaginario. Leonora Carrington no pintaba lo que veía, sino lo que soñaba. Y ese sueño, sigue inspirando generaciones.
Inicios
Todo comenzó en 1936 cuando ingresó a la Academia de Arte Ozenfant en Londres con tan solo 20 años.
Inspirada
Desde pequeña, sintió afinidad por las historias y las leyendas, particularmente las de origen celta.
Escritora
Aunque ha sido poco explorada y difundida, su obra literaria constituye una importante faceta de su quehacer artístico. Sus novelas, cuentos, poemas y obras de teatro, escritos tanto en inglés como en francés y español, son un espacio testimonial de libertad. Estos escritos de Carrington -uno de los cuales incluye ilustraciones de la propia autora- son una muestra de su trabajo literario y reflejan su profunda pasión por el surrealismo, así como su interés por la alquimia y los cuentos de hadas.
Muestra de ello se encuentra en su más famoso libro La casa del miedo, historia en la que relata el episodio traumático que vivió en un manicomio; también escribió Una camisa de dormir de franela, La señora Oval: Historias surrealistas, La trompeta acústica, La puerta de piedra, El séptimo caballo y otros cuentos.



