
Generación sin techo
Como la mayoría de las juventudes mexicanas sigo viviendo con mi familia, soy parte de la generación millenials donde el 63% sigue viviendo con sus padres o familias, otros más rentan y muy pocos han podido adquirir una casa propia (De las Heras Demotecnia, 2020). Algunos expertos nos llaman la generación sin techo por la dificultad que estamos confrontando las nuevas generaciones para acceder a una vivienda adecuada.
No se suponía que iba ser así. Nosotros crecimos con la idea de que el estudio y el esfuerzo eran la fórmula para salir adelante. Somos la generación más preparada (académicamente) en la historia, pero al salir al mercado laboral nuestros salarios son insuficientes para las necesidades materiales más básicas; como la vivienda. Algunos defensores del sistema económico nos dicen
Que le echemos ganas, que no viajemos tanto, que no compremos tantos cafés, pero la verdad es que el salario simplemente no alcanza. Como dijo alguna vez Panteón Rococo las carencias arriba y los salarios abajo. Con lo que gano en esta empresa no me alcanza.
Hoy un mexicano con salario promedio buscando comprar una vivienda promedio debería trabajar 120 años para poder comprarla. Lo difícil que se ha vuelto acceder a una vivienda es uno de los problemas contemporáneos más urgentes y uno de lo que no hablamos lo suficiente. Tal vez por pena a aceptar que todavía vivimos con nuestros padres. Solamente entre el 2005 y 2023 el precio de las viviendas en México se disparó un 330%, es decir la misma casa que costaba 1 millón en el 2005 hoy cuesta más de 3.3 millones. Lo que en teoría es un derecho, se ha vuelto un negocio muy rentable. En el mismo periodo, los salarios ajustados a inflación cayeron un 23% (Jaramillo, 2024).
¿Entonces si el poder de compra ha caído quién diablos está comprando viviendas tan caras?
Hace unas semanas de visita en Durango el economista Máximo Jaramillo nos dio la respuesta: la demanda de viviendas es especulativa. La producción de vivienda cada vez más cara atiende a inversionistas que especulan. Estos inversionistas compran viviendas para acumular valor y luego
Revenderlas, sin habitarlas. Así llegamos a este mundo al revés, donde tenemos casas vacías y gente sin casa. Esta especulación ha inflado los precios de la vivienda más allá de su valor real, creando una burbuja, y eso es insostenible, un día va estallar.
En Durango este fenómeno especulativo no existe con la intensidad que se ve en las ciudades metropolitanas del país. Sin embargo, aquí también hay señales de inversión especulativa y gestión ociosa de propiedades, en el centro se puede observar que el 20% de las viviendas se encuentran en condiciones de abandono (estimado propio con datos de INEGI 2016). El Doctor Jaramillo nos advertía que los fondos de inversión especulativa que son comunes en las metrópolis, cada vez más buscan ciudades medianas donde encuentren rendimientos mayores y
En un futuro no lejano llegaran a invertir en Durango, sumándose a las elites locales que acumulan riqueza invirtiendo en bienes raíces.
Escribo esta columna en época electoral con la esperanza de que más ciudadanos empecemos a
Exigir políticas de vivienda. Necesitamos exigir la construcción de más vivienda de enfoque social, políticas de regulación para dar más derechos a quienes rentan, desincentivar la especulación y la vivienda ociosa. Ninguna ciudad importante del país ha introducido políticas significativas en la materia de defensa de nuestro derecho a la vivienda. Estas propuestas no se harán realidad por si solas. Por qué van en contra de un sistema económico que beneficia a unos cuantos, porque el sistema actual beneficia a unas cuantas inmobiliarias y elites. A pesar de que es claramente un sistema insostenible e inestable, como otras veces en la historia se buscara la ganancia hasta que esta fiesta a crédito explote. Por eso urgente colectivizar esta lucha y abrir conciencias. Porque la vivienda es un derecho, no un lujo.
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