
México en la obra de Vargas Llosa
A reserva de revisar con mayor atención la presencia literaria de nuestro país en la obra del recientemente fallecido Mario Vargas Llosa, premio Nobel de literatura 2010 (no todo es aquello de "La dictadura perfecta", como se podrá ver), de pronto sobresale un buen número de artículos dedicados a reconocidos escritores mexicanos, textos reunidos en el libro "El fuego de la imaginación. Libros, escenarios, pantallas y museos. Obra periodística I" (Alfaguara, 2022). Vale la pena recordarlos, así sea a vuela pluma.
A quien primero conoció de los nuestros fue a José Emilio Pacheco. En 1964 se ocupó de "Los elementos de la noche". El comentario de Vargas Llosa señala la madurez poética de aquel muchacho de veintitantos años (el peruano le llevaba apenas tres), y en su texto destaca dos claves para entender mejor dicha obra: uno, lo efímero de la vida -frente a la resistencia temporal de las cosas-, y en segundo lugar la presencia irrenunciable de la soledad. Se lee precisamente en "La poesía de José Emilio Pacheco": "La poesía ayuda a vivir, es vida en sí misma, y José Emilio Pacheco afirma una y otra vez que la poesía contiene lo mejor del hombre y es una garantía contra la muerte". Más adelante cita algunos versos, "de los más bellos del libro", dice: "¿Qué va a quedar de mí cuando me muera/ sino esta llave ilesa de agonía/ estas pocas palabras conque el día/ apagó sus cenizas y su hoguera?".
Con el énfasis puesto en la amistad con el autor de "Aura" (breves notas de un encuentro entre compañeros de letras), Vargas Llosa se detiene sobre todo en "Cambio de piel", una obra que, señala, retoma mucho de la moda para convertirla en buena narrativa, para indagar luego en esos dos Méxicos contradictorios: el moderno, apegado al progreso, y el otro, rural y anacrónico. Y así, como es ya costumbre afortunada en sus elogios, pasa rápidamente a la valoración crítica de una obra determinada. Ilustrativo y grato se dio el saludo en Londres con Carlos Fuentes.
Cuando leí por primera vez el conjunto de estos escritos (ya conocía algunos) me sorprendió en el que aparece don Alfonso Reyes. Si bien es cierto que tenía referencias de sus reconocimientos al ilustre regiomontano en opiniones sueltas, el recreo de esa gratitud resultó por demás estimulante en "Hombre de letras". Sitúa al personaje en su contexto cultural, lo ubica junto a los grandes de la prosa en lengua española, sin olvidar evidentemente las consabidas alabanzas de Borges a propósito. Y pone el acento, entre otras cualidades, en esa especie de felicidad que promueve la escritura de don Alfonso. Cuenta que, después de años, poco a poco, leyó veintitrés tomos de las Obras completas del polígrafo mexicano. Le faltaron pocos, es cierto, pero da gusto saber de tal aprecio (es de suponer que Javier Garciadiego y Adolfo Castañón, por citar solamente dos nombres, puedan dar cuenta de la lectura cabal de la obra referida). Y de nuevo el apunte de crítica literaria: los poemas de don Alfonso Reyes no están a la altura de sus obras en prosa.
En este recuento no podría faltar la figura y el legado de Octavio Paz. "El lenguaje de la pasión", es el título donde se traza la trayectoria del autor de "Piedra de sol", "uno de los poemas de cabecera -advierte- de mi juventud que siempre releo con inmenso placer". En otra parte señala que repasar la amplia temática que abordó la curiosidad del escritor mexicano es para producir vértigo. Y evidentemente no deja de subrayar la presencia intelectual de Octavio Paz en la discusión política. En alguna parte, Vargas Llosa anota que parte de la poesía experimental de Paz "sucumbió a ese afán de novedad", enfatizando que su mejor lugar, en forma general, se entiende, es en el ensayo. Valga aquí el desacuerdo; me parece que lo que va a quedar en el porvenir son precisamente sus poemas, por más que nos deslumbre su prosa. Tampoco creo que a las páginas del Nobel mexicano sobre la India y el amor les falte aportación personal y profundidad. Por cierto, también se agrega a este artículo otro, ahora respecto a Sor Juana, "Una mujer contra el mundo", la reseña sobre el volumen dedicado a la monja novohispana. Y Vargas Llosa no se anda por las ramas, porque se trata, concluye, del mejor ensayo de crítica literaria escrito en Latinoamérica. En entrevistas, por lo mismo, repetía que es el mejor libro de Octavio Paz. Con todo y las revisiones que se le han hecho a la obra en las últimas dos décadas (por parte de Antonio Alatorre, y sobre todo de Alejandro Soriano Valle?s) como estudio integral de la Décima Musa y su obra, no hay ninguna duda. Hablar de Sor Juana es desde que se publicó "Las trampas de la fe" en 1982, conversar, debatir, con Octavio Paz.
Finalmente es interesante también citar el artículo "Pesadilla en México", el relato notablemente kafkiano de los sucesos que le ocurrieron en Acapulco al escritor inglés Malcom Lowry, cuando fue detenido junto a su esposa por agentes de Migración. Tomados los acontecimientos de una carta, la aventura absurda y divertida parece tomada de la vida diaria de un país en el que la realidad y la ficción parecen entretejerse con mano de artista. Termino. No son todas las alusiones de Vargas Llosa a México (sería de interés integrar también las páginas del Nobel peruano acerca de un par de libros del historiador Enrique Krauze, verbigracia). O viceversa, y yendo todavía más lejos, volver al recuento de los textos de mexicanos sobre una producción literaria tan influyente, como ya se ha hecho en el cierre del libro "Mario Vargas Llosa. Vida que es palabra", 2003.
Vargas Llosa nos ha dejado un verdadero tesoro literario (media docena de obras maestras en la narrativa, como ya se ha dicho con toda razón, aparte de su labor periodística de primer nivel), y un ejemplo invaluable de lucha por la libertad y la democracia. Su figura empieza a tomar el sepia de la nostalgia: la grata espera de su nueva novela, al buscar el artículo reciente, el ensayo en la revista Letras Libres, o las conferencias y entrevistas por Youtube. Porque leerlo con atención es continuar, parafraseando a George Steiner, las lecciones del maestro.