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Juan Carlos Onetti, el espejo de nuestras soledades

LETRAS DURANGUEÑAS

Juan Carlos Onetti, el espejo de nuestras soledades

Juan Carlos Onetti, el espejo de nuestras soledades

ÓSCAR JIMÉNEZ LUNA

¿Releer a Onetti? En pocos autores como en el uruguayo el repaso se hace indispensable, alimento terrestre, prisma que vuelve a girar con nuevos colores. Variedad de grises, digamos mejor, acaso las tonalidades de las profundidades del alma.

Ir al fondo de sus cuentos y novelas, a través de una prosa fluida, siempre cerrada a los sentidos últimos, es enfrentar algo que no alcanzamos a entender.

Los qués, los cómos, los cuándos, y sobre todos los porqués, son en Onetti -válgase el lugar común, aquí con carta de autentificación-espacios profusos, difusos y confusos. Sin embargo, como en Joyce o en Faulkner, sus maestros, la escritura en su hacerse resplandece...ahora con la belleza de la nueva lectura.

Heráclito recreado: nadie se baña dos veces en el mismo libro.

En el taller de narrativa que coordino desde hace doce años, hemos decidido regresar a “Un sueño realizado”, “Bienvenido, Bob”, “El infierno tan temido”, “Jacob y el otro”, “La novia robada”, “Matías el telegrafista”, que son los relatos ya analizados por nosotros...pero sin duda y con agrado seguirán otros, tal vez también Juntacadáveres y El Astillero, sus historias mayores. ¿Y todo esto para qué? Para observar algunos recursos técnicos tan caros al maestro: el tratamiento del narrador múltiple, el desenlace sorpresivo, los saltos temporales, el monólogo central, la escena virtual, el cambio de voces narrativas y, sin agotar la lista, la crítica de la novela desde la novela. Luego, una vez asimiladas las estrategias de la composición, vendrán las aplicaciones.

Conectar el legado literario del fabulador latinoamericano con la propia sensibilidad.

No hace tanto los integrantes del taller retomaron en sus trabajos la violencia en México, la relación hombre animales-, los vínculos con los libros, la nostalgia de nuestros pueblos, los diferentes tipos de madre, el Durango relatado.

Es la manera que he encontrado, a lo largo de esa déca- da, de llevar el taller (se lo contaba hace un par de meses a un escritor peruano que nos visitó). Proust y Kafka, primero, para subrayar a Tomás Eloy Martínez, Eliseo Alberto, entre otros autores mexicanos y españoles.

Creo, y así se los digo a los asistentes: ganamos por partida triple. Conocemos a los grandes autores clásicos y modernos, desmontamos en la medida de lo posible sus estructuras y, ya con ciertas líneas de conducción, desarrollamos la particular parte imaginativa.

Seguimos pues un proceso creativo y estimulante.

Y por supuesto, el respaldo teórico ayuda mucho. En el caso que nos ocupa, algunos títulos son muy útiles asideros: Juan Carlos Onetti. El soñador en la penumbra, de Alonso Cueto; Juan Carlos Onetti, Cartas de un joven escritor. Correspondencia con Julio E. Payró. Hugo J. Verani; El viaje a la ficción. El mundo de Juan Carlos Onetti, de Mario Vargas Llosa; Presencia de Juan Carlos Onetti. Homenaje en el centenario de su nacimiento (1909-2009), Edición de Rose Corral.

No es todo. Los buenos libros regalan todavía algo más fundamental: el reencuentro con nosotros mismos.

Abren la conversación. Recordamos, es cierto, a los viejos que ya murieron –los abuelos, los padres, los tíos-, la novia lejana, los amigos distantes por el tiempo y los espacios. Lo que sabíamos que soñaban, lo que nunca pudieron ser.

Su soledad, su caída final. Nos mueve entonces la compasión, el saber por ellos, cuando el corazón ya no se engaña, el recorrido que nos espera. Ese es el sabor moribundo de las historias de Onetti, la derrota de las ilusiones, la oscuridad del envejecimiento, la muerte por anticipado. Sus personajes y temas, son almas como hojas otoñales. No obstante, reflejo interior, la lectura mira el otro lado (leer a Edgar Allan Poe, por ejemplo, nos cura del horror).

Se presiente el brillo, que solamente pueden entrever las legítimas obras maestras. Y por tal contraste, mientras tanto, mientras anochece, sabernos vivos, creer en las caricias del sol, en la palabra del anciano, en la flor que llegará mañana a nuestras manos.

Escrito en: LETRAS DURANGUEÑAS Carlos, Juan, Onetti,, autores

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