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Las cabras de Mily Barrón

LETRAS DURANGUEÑAS

Las cabras de Mily Barrón

Las cabras de Mily Barrón

Zita Barragán

En materia de libros, encontramos en nuestro medio toda clase de temas y clasificaciones. También nos encontramos con múltiples autores de todos los géneros literarios, que publican sus textos de manera independiente o, en el mejor de los casos, auspiciados por alguna institución pública o privada.

El caso del libro que hoy presentamos es muy especial. Las cabras tiran al monte. Recuerdos de la Villita de San Atenógenes, representa el esfuerzo personal de una escritora profundamente sensible, llena de entusiasmo, de amor a la vida, y de esa sabiduría que proporciona el tiempo a aquellos que tienen la capacidad de interpretar sus advertencias.

Amelia Barrón reúne en este libro una serie de narraciones que llevan al lector a través de un camino de recuerdos y vivencias que, a partir de esta publicación, han dejado de pertenecerle del todo para formar parte del acervo personal de cada uno de nosotros, los espectadores de las escenas que la autora describe con un estilo único, muy suyo, revestido de la atmósfera precisa en cada relato, en un vaivén constante entre los tonos humorísticos, como el del Dr. Manuel Martínez, quien admitía ser viejo, pero, ¿bofo? ¡Eso no!, o el de "José Loco", que aceptaba estar loco, pero no pendejo, y pasan sin transición a la desdichada historia de Mercedita, traicionada dos veces por su novio Rodrigo. También, por momentos, la escritora nos remite, debido a su manejo sencillo y directo de la trama, a la narrativa de Nellie Campobello en "Cartucho", al presentarnos imágenes situadas en el marco de la Guerra Cristera, como es el caso de la historia de Luna y el Jorge Negrete, en la que nos remonta a escenarios crudos pero totalmente reales, al mencionar el destino de los campesinos que eran asesinados por los "alzados", y cuyos cuerpos amanecían colgados de los árboles a la orilla del río, o degollados a un lado del camino; o la tragedia del hijo menor de Jacinto Roldán, el cual fue torturado hasta la muerte por no confesar el sitio en donde su padre ocultaba las riquezas procedentes del supuesto hallazgo de un tesoro escondido. De la misma manera, nos enteramos, con asombro, de la historia de superación personal de su antiguo compañero de escuela, un chico ejemplar, quien se convirtió muchos años después en un próspero empresario, propietario de la antigua joyería que se ubica frente a la Plaza de Armas de la ciudad de Durango.

La novelista texana Patricia Highsmith, afirmaba que "escribir relatos es un juego y, para seguir jugando, es necesario que en ningún momento deje de divertirte". Amelia Barrón parece acatar esta regla, y aporta su incomparable sentido del humor para aderezar las historias que conforman este libro, que constituye un testimonio veraz del pasado de un pueblo que, conforme avanzamos en la lectura, se vuelve familiar para nosotros aunque, como en el caso de quien les habla, no hayamos tenido la suerte de pisar su suelo, de respirar su aire y de identificar los rostros actuales, descendientes directos de aquellos que protagonizan las anécdotas de esta obra cuyo principal valor es el de rescatar los jirones de historia que se habían mantenido guardados en la gaveta de la memoria de los antiguos habitantes de la Villita de San Atenógenes, y que hoy se renuevan gracias al entusiasmo, la buena fe y los recursos personales de Amelia Barrón.

En el panorama de las publicaciones en Durango, es posible identificar una semejanza del libro "Las cabras tiran al monte", con algunos otros de contenido similar en su intención testimonial que han sido publicados, en su mayoría, por instituciones de cultura estatales y municipales. Pero existe entre ellos una diferencia abismal: la chispa, el sentido del humor, la vitalidad en el estilo de esta bellísima autora, estilo que me recordó, por momentos, el de otro conocido escritor testimonial de una época, que es el Lic. Miguel Antonio González Lozano, más conocido como "El México", en su "Anecdotario Universitario", con la diferencia de que éste último alude a las aventuras y "puntadas" de los estudiantes de su generación y contó además, con la suerte de haber sido patrocinado por su alma máter, la Universidad Juárez del Estado de Durango, para la publicación de los tomos I y II, sin requerimientos de una rigurosa técnica profesional de escritura, y atendiendo al valioso contenido de estas narraciones que, al igual que en Las cabras tiran al monte, reside en el hecho de ser contadas por los propios testigos presenciales y con la invaluable cualidad de la veracidad.

Las cabras tiran al monte es un libro que nos permite trasladarnos al territorio montañés de un pueblo mágico, admirar sus paisajes y recorrer los senderos con sus álamos y sauces, su río y su alameda; observar de cerca el rostro de su gente y apreciar el tono de sus voces y sus consejas pobladas de fantasmas y de tesoros ocultos. Amelia Barrón representa a todas esas personas y su rostro amigable es la cara de la Villita de San Atenógenes. Porque uno aprende a amar a ese pueblo a través del sentimiento que inspira esta escritora alegre y espontánea, optimista y dicharachera. Porque si todos los habitantes de su terruño son como Amelia, la Villita de San Atenógenes debe ser un lugar hermoso y apacible. Y porque este libro que hoy presentamos revela los orígenes y la belleza interior de una mujer que ha logrado que sus historias respiren, transpiren y mantengan viva la esencia del lugar que la vio nacer.

Vaya mi reconocimiento a la persistencia y la determinación, que han sido los pilares del presente logro de la escritora Amelia Barrón y que cristalizaron este proyecto largamente acariciado por la autora, nacido de su apego a una tierra latente, la tierra de sus antepasados: la Villita de San Atenógenes.

Escrito en: LETRAS DURANGUEÑAS Villita, Barrón, cabras, libro

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