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Antes de México: auge y caída de la Administración Pública en la Nueva España

SIGLOS DE HISTORIA

Antes de México: auge y caída de la Administración Pública en la Nueva España

Antes de México: auge y caída de la Administración Pública en la Nueva España

ENRIQUE SADA SANDOVAL

SEXTA PARTE

No obstante lo anterior, el cargo correspondiente al Corregidor seguiría en funciones plenas, tomando nuevos bríos en las empresas relacionadas con la población del Virreinato, convirtiéndose en una herramienta de suma utilidad para la organización administrativa indiana, misma que se convirtió en la base de todos los sistemas políticos en los países hispanoamericanos. 8

Una vez que se presenta la ocasión para realizar un análisis en torno a lo que vino a ser la organización del sistema virreinal como elemento cohesionador de la sociedad, así como los estamentos que vendrán a constituir al Estado Nacional después que se alcanzó la emancipación política, resulta inevitable no reparar en aquellos puntos de inflexión entre lo que terminará por definirse en torno a la tendencia monosistémica y el apego, tan natural como intrínseco, al preservar lo mejor de toda la herencia y experiencia a lo largo de tres siglos. Y es aquí en donde se vuelve necesario tomar en cuenta la importancia de las corporaciones e instituciones que, desafiando toda prueba aún en la distancia, garantizaron la permanencia del establishment durante tanto tiempo.

A lo largo del siglo XVIII-concretamente a partir de la segunda mitad del mismo-la Administración peninsular pareció tocar fondo en cuanto al límite de sus instituciones y los frutos de sus alcances, más allá de lo que el simple papel y la letra podían haber previsto. Y esta situación en sí, que no es otra que la sensación de haber tocado techo con la certeza de encontrarse ante la disyuntiva de tocar fondo en cuanto a expansión, preservación del status quo y crecimiento se vio reflejado de inmediato en una serie de despliegues militares sostenidos en buena medida gracias a la actividad económica y la productividad fiscal de lo que fuera México en aquel entonces.

Y en este mismo tenor, las llamadas reformas borbónicas pretendieron demostrar su eficacia y su eficiencia a la hora de buscar la manear óptima y precipitada de incrementar sus ingresos tributarios en todas sus provincias de Ultramar, sin reparar en el hecho que con este afán pudiera llevar a la descapitalización a varias instituciones al igual que a su población en general, siendo la intensa labor de todas las corporaciones y estamentos existentes requerida con todo el peso e inercia de las mismas como instrumento inmediato a la hora de implementar las medidas que se consideraron adecuadas para garantizar el éxito de una serie de políticas fiscales.

Vale la pena el señalar como es que en aquel escenario internacional, previo al estallido de las guerras napoleónicas en mar y tierra, la Monarquía Hispánica aún seguía ostentándose como el tercer Estado-Nación del Viejo Mundo con mayor extensión territorial más allá de su propio suelo, así como la tercera potencia más importante por la generación de ingresos fiscales así como en poderío naval. En virtud de dicha expansión que representaron en su excedente y superávit, fue posible que se mantuvo no solo en esta posición durante tanto tiempo, ostentando su lugar de preeminencia: también fue posible el resistir y hacerle frente a los embates propios de la rivalidad y la competencia que fueron Gran Bretaña y Francia respectivamente, gracias sobre todo a la Nueva España como Virreinato próspero. De este modo fu que a partir de la década de 1750 se sostenía con redituable éxito en virtud no solo de una serie de herencias, que se traducen en corporaciones, instituciones, leyes y estamentos sino también en el continuo afianzamiento de su administración fiscal-tributaria que combinada con lo militar, a lo largo de todas sus extensiones en ambos mares, le permitió imponerse por varios lustros aún como potencia marítima y francamente colonial, ya en este punto, al grado de hacerle frente a Inglaterra entre 1762 y 1808-con 7 enfrentamientos directos-y posteriormente con la propia Francia-entre 1792 y 1814, con 4 batallas célebres, tras la instauración de la república jacobina en aquél país-saliendo airosa en la gran mayoría de los casos, sobresaliendo este último apartado por lo desgastante y el número de pérdidas que presupone el haber librado dichos enfrentamientos en mar y tierra, a diferencia de otras ocasiones.

Por otra parte, en el hemisferio occidental, la Corona supo demostrar tanto control como respuesta en comparación con los traspiés padecidos por sus aquellas otras potencias que compitieron directamente con ella a través de sus colonias en América, como sucediera con Francia y el Reino Unido, siendo evidente y notoria la enorme pérdida de los galos respecto al territorio del Canadá, la inmensa faja de la Louisiana con sus salida directa al Golfo de México y el desastre que se impuso en la parte del Santo Domingo francés, siendo esta región nada menos que la primera en constituirse como una nación independiente como Haití, tras una pavorosa guerra racial y sanguinolenta. Por otro lado, la Inglaterra del rey Jorge III se hallará de luto al perder sus posesiones más extensas y prometedoras una vez que las trece colonias que tenía, auxiliadas por la misma España al igual que Francia, terminaron por confederarse y constituirse también independientes como los Estados Unidos de Norteamérica en 1776.

Y así mientras todo ordenamiento estamental conocido parecía desmoronarse prontamente, la Corona Hispana prevalecía con sus inmensas extensiones íntegras aún tras el estallido de las llamadas guerras de independencia en sus virreinatos hasta el año de 1826, tras la capitulación y toma violenta del fuerte del Callao en el Perú, que se ostentó como el último reducto del régimen peninsular en tierra firme

Esta enorme capacidad para presentar resistencia al cambio o la debacle interna en una era de constantes asonadas y revoluciones indudablemente presenta una serie de interrogantes para el común de los investigadores en cuanto a debate histórico y análisis se refiere. Sin embargo, también apuntala la fortaleza, producto de las inercias de las instituciones regias tanto como en su tamaño, puesto que en materia de eficiencia fiscal-administrativa no existe un parangón que pudiera equipararse con el caso mexicano durante el siglo XVIII-XIX, ni siquiera dentro del organigrama propio, ni mucho menos en el caso de las colonias o puestos de dominación europea. Los grandes ingresos que en su mecánica habitual solía representar nuestro país para la recaudación de la Real Hacienda no solo eran suficientes para costear todos los gastos correspondientes al sostenimiento de toda la estructura hegemónica junto con sus respectivas fuerzas de mar y tierra, también alcanzó a abarcar las faltas en otras áreas, así como sus deficiencias de organización aún en otros reinos, intendencia, y hasta capitanías generales tales como en Manila o Santiago de la Habana, que como sedes o capitales se vieron sumamente beneficiadas en momentos y situaciones críticas. Y es que México como nación-estado en ciernes llegó a operar en la inmensa mayoría de los casos a la manera de una especie de Metrópoli alterna en cuestiones fiscales, y esta realidad de facto le garantizaba a la Corona en general no solo el abastecimiento en cuanto a bienes y productos sino también el sostenimiento y sustento-que no es lo mismo-a la hora de tener que ir a hacer la guerra en otras partes, aún sin contar con autonomía, instituciones representativas directas o alguna garante de consenso popular, tal como lo refiere con no menos asombro Carlos Marichal:

"La política tributaria borbónica en la América hispánica ofrece un ejemplo contundente del reforzamiento de un Estado fiscal militar sin un Gobierno parlamentario. Una combinación de coerción, eficiencia fiscal y administrativa y pactos coloniales dio lugar a una extraordinaria revolución fiscal en el Imperio español. El éxito en el reforzamiento de un régimen tributario altamente extractivo en el México borbónico contrasta, por ejemplo, con el fracaso del Gobierno británico en ratificar nuevos impuestos en las trece colonias de Norteamérica después de 1765. En este caso, el debate histórico europeo sobre la relación entre regímenes políticos y fiscalidad y finanzas durante el siglo XVIII -que suele enfatizar las ventajas de un Gobierno parlamentario, como el británico- tropieza con una gran paradoja. Como es bien sabido, las legislaturas en las 13 colonias en la América británica rechazaron las reformas fiscales e iniciaron su exitosa Guerra de Independencia en 1776, mientras que, al mismo tiempo, en el México borbónico, la política absolutista reconstruyó exitosamente una maquinaria fiscal formidable que proporcionó los recursos requeridos por las defensas militares de la América hispánica, tanto en el virreinato como en el extenso Caribe español".9

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"Tocará a Fernando VI representar el único ejemplo digno y verdadero de reformismo e ilustración para la Casa de Borbón española; en tanto su hermano y sucesor Carlos III se aprovechará de su fama y logros , creando el mito del "despotismo ilustrado" para camuflar las talas y desaciertos de un Despotismo sin luces ni lustre que él mismo asentó bajo su reinado".

7 Adriana Terán Enríquez. 'El Municipium: célula básica de las organizaciones políticas' en Manuel González Oropesa y David Cienfuegos Salgado. El Municipio. Base del régimen interior de los Estados. Editora Laguna, Ayuntamiento de Torreón/Ayuntamiento de Saltillo, México, 2010, página 172.

8 Adriana Terán Enríquez, Idem, página 172.

9 Carlos Marichal. Entre las guerras imperiales y las guerras de independencia: el Virreinato de la Nueva España (1762-1812) Revista 20/10. Historia de las revoluciones en México. Número 9, Verano 2010, página 127.

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Escrito en: SIGLOS DE HISTORIA tanto, fiscal, instituciones, colonias

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