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El trabajo infantil, una realidad de nuestros tiempos

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El trabajo infantil, una realidad de nuestros tiempos

El trabajo infantil, una realidad de nuestros tiempos

IGNACIO ESPINOZA GODOY

Uno de los problemas que lastiman a las familias mexicanas es, sin duda, el trabajo infantil, un fenómeno que tiene varias aristas y factores que lo desencadenan a tal grado que representa un gran lastre para que niñas y niños no puedan acceder a la educación como un derecho fundamental consagrado como tal en la Constitución Política de nuestro país, a pesar de los discursos de la clase política y de la administración pública de los tres órdenes de Gobierno, de ahí que la sociedad se pregunta ¿hasta cuándo tendremos que permitir que nuestros pequeños deambulen por las calles desempeñando oficios que no son acordes con su edad?

A propósito de este tema, de acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), con cifras hasta el año 2013, existen aproximadamente 2.5 millones de niñas, niños y adolescentes de cinco a 17 años de edad que realizan alguna actividad económica, de los cuales 67 por ciento son sombres y el restante 33 por ciento son mujeres, una cifra que nos habla de la lamentable realidad por la que atraviesan cientos de miles de familias que se ven obligadas a depender de los ingresos económicos que llevan al hogar esos pequeños y pequeñas.

Ahora bien, según el mismo Inegi, los principales motivos por los que los niños y las niñas realizaron algún trabajo son, básicamente, porque en el hogar necesitan de los ingresos económicos que perciben, para pagar su escuela o sus propios gastos y para aprender un oficio.

Desglosando algunos de esos rubros, se establece que el 23 por ciento de los menores que laboran lo hacen para pagar su escuela o sus propios gastos (o ambos), mientras que el 22 por ciento de esos infantes trabajan porque la familia necesita de esos ingresos económicos, en tanto que otro 22 por ciento se dedica a alguna actividad económica por gusto o sólo por ayudar.

Asimismo, otro dato que resulta interesante es que de los niños, niñas y adolescentes ocupados, 46 por ciento de la población infantil no recibe un ingreso por dichas actividades, seguidos por aquellos que reciben hasta un salario mínimo (28 por ciento), mientras que solamente el 6 por ciento percibe ingresos mayores a dos salarios mínimos, situación que nos da un panorama más amplio sobre cómo se remuneran económicamente los servicios que prestan los pequeños y pequeñas en distintos sectores productivos.

Con relación a los lugares donde trabajan con mayor frecuencia niños, niñas y adolescentes, el Inegi precisa que un 30 por ciento lo hace en el sector agropecuario, en tanto que un 26 por ciento se desempeña en el rubro del comercio, mientras que un 25 por ciento se dedica al renglón de los servicios.

De la misma manera, se revela que un 13 por ciento labora en la industria manufacturera, a la vez que un 4 por ciento trabaja en la construcción y el restante 2 por ciento no especificó el renglón en el que se desenvuelve.

Llama especialmente la atención, de acuerdo con un documento elaborado por la Organización de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef, por sus siglas en inglés), que en México se considera que el trabajo infantil es inevitable, aceptable e inclusive bueno para la formación de niños, niñas y adolescentes, no obstante que constituye una violación para los derechos de este sector de la población, especialmente el derecho a estar protegido contra la explotación, por lo que deberán tener acceso al sano crecimiento, a la educación, al juego, la cultura y el deporte, aspectos todos los mencionados que engloban su desarrollo pleno e integral.

Lamentablemente, muchos adultos observamos que la teoría de los derechos humanos a los que deberían tener acceso nuestros niños, niñas y adolescentes choca terriblemente con la realidad, sobre todo, cuando observamos cómo en las calles proliferan infantes y menores de edad que son obligados por sus padres o sus tutores a trabajar en la vía pública o en algunos establecimientos, realizando actividades que no son acordes con su edad o su complexión física, de tal manera que es entonces cuando nos cuestionamos qué debe hacer el Gobierno, y nosotros mismos también, para cambiar esta situación, que mucho nos duele y nos ofende.

En ocasiones, pensamos en soluciones sencillas y drásticas, como el hecho de que el Gobierno rescate de las calles a esos niños, niñas y adolescentes para llevarlos a un mejor sitio donde gocen de todos los derechos para su sano desarrollo; sin embargo, implementar esta solución no es tan simple, pues sólo se terminaría con el problema de manera parcial, ya que la raíz de esta situación es la pobreza en la que viven millones de familias.

Para ello, se tendría que efectuar un análisis minucioso sobre las causas de esa miseria en la que viven diariamente esas familias, para implementar programas que ataquen sus orígenes y de esta forma ofrecerles un mejor futuro a esos niños, niñas y adolescentes que tienen que salir todos los días a buscar el sustento para sí mismos y sus familias.

Escrito en: Padres e hijos NOSOTROS niñas, esos, niños,, adolescentes

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