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Démosles alicientes para superarse

PADRES E HIJOS

Démosles alicientes para superarse

Démosles alicientes para superarse

IGNACIO ESPINOZA GODOY

Con frecuencia solemos observar por las calles a numerosos niños y niñas que se dedican a diferentes actividades con las que buscan ayudar a sus padres a contribuir para solventar las diversas necesidades que se presentan en sus hogares. Se trata de miles de pequeñas y pequeños que, por distintas razones y circunstancias, no tuvieron la oportunidad -en su mayoría- de estudiar o continuar su preparación académica, de ahí que deben soportar cotidianamente esa pesada carga que significa ignorar qué futuro les depara en estas circunstancias de múltiples carencias, ante un presente y un mañana tan inciertos como el momento que viven.

No se trata de prejuzgar ni condenar a los padres de esas criaturas que deambulan por las calles, ya que en ocasiones sólo adoptan el rol que también heredaron de sus propios progenitores, por lo que sólo perpetúan ese círculo vicioso que tanto daño ocasiona no sólo a esas familias, sino que también debería lastimarnos a los demás, pues finalmente somos parte de la misma sociedad, aunque muchos agradecemos que tuvimos esa generosa oportunidad, que nos brindaron nuestros padres, de prepararnos en las aulas para acceder a un mejor nivel de bienestar a partir de una carrera, profesión u oficio, sin importar de cuál se trate.

Generalmente, cuando observamos a niñas y niños que se acercan a los automovilistas o a los peatones para ofrecerles un servicio o la venta de algún artículo, la reacción más común es rechazar cualquier producto o servicio o simplemente se niega una moneda por algún espectáculo callejero. La explicación o argumento de quienes asumen esta actitud es que de esta manera no se fomenta la proliferación de los menores de edad (también de adultos), con lo que se desalienta su permanencia en la vía pública, aunque esta postura podría aprobarse parcialmente.

No obstante, aunque tienen razón quienes optan por ignorar a niños, niñas, adolescente y adultos que se acercan para pedir alguna ayuda económica, no menos cierto también es que con las pocas monedas que obtienen de quienes se compadecen de ellos pueden subsistir y seguir adelante en la complicada existencia que les tocó vivir, ya que no siempre se tienen las oportunidades de contar con padres que les impulsen a estudiar un oficio o una profesión mediante la que puedan valerse por sí mismos para acceder a un mejor nivel de bienestar en todos los aspectos, pues algunos progenitores se han acostumbrado a ser mantenidos por los propios hijos.

En lo personal, me ha tocado conocer las historias de varios niños y niñas que, por azares del destino, se han visto obligados a dejar la escuela y no les ha quedado otra opción más que trabajar para sostener a sus respectivas familias.

Se trata de verdaderos dramas que sólo conociéndolos de cerca se pueden creer, por lo que no siempre es bueno prejuzgar a aquellos pequeños y pequeñas que, con sus rostros de tristeza, se acercan a los automovilistas y peatones para implorarles un poco de ayuda para salir adelante en el día a día que es su realidad, una situación que nos debería mover a la reflexión sobre si, a nivel personal, estamos haciendo lo suficiente en el hogar para estimular a nuestros hijos para que estudien y valoren el esfuerzo que estamos haciendo sus padres para que sean seres humanos de bien, sensibles a las necesidades de los demás, con un espíritu solidario frente a las carencias que sufren muchas familias.

Por ello, en la medida de lo posible, sensibilicemos a nuestros hijos para que aquilaten lo que tienen -poco o mucho- en sus hogares, de tal manera que correspondan también con un buen desempeño escolar, para que ese esfuerzo que le imprimimos los padres a las jornadas laborales se vea reflejado en resultados tangibles, de niños y niñas, de adolescentes y adultos -nuestros vástagos- que se esmeran también por destacar en las aulas escolares.

Quienes hemos conocido de cerca las historias de niños, niñas y adolescentes que viven en y de las calles sabemos que detrás de cada uno de ellos y ellas se esconden anécdotas de tristeza, de sinsabores, de tragedias, de abusos, pero también hay algunos relatos de pequeños y pequeñas que buscan con ansiedad superar ese círculo de pobreza y miseria para ser alguien en la vida, algo más que un menor que dependa de la caridad pública para convertirse en una persona que supo sobreponerse a esta vida de carencias y privaciones materiales de todo tipo.

Dentro de este contexto, amable lector, los padres tenemos la responsabilidad de alentar a los hijos a que se superen en el aspecto académico y educativo, de tal manera que tengan los elementos mínimos para que alcancen la meta que ellos mismos se propongan de acceder a un oficio o una profesión que les permita alcanzar un mejor nivel de bienestar, para que no se conviertan en parte de una estadística que da escalofríos tan sólo de pensar que nuestros vástagos podrían ingresar a ese mundo del trabajo en las calles, donde no hay porvenir ni certidumbre en el presente.

Escrito en: Padres e hijos NOSOTROS padres, nuestros, niños, niñas

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