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La vejez, ¿sinónimo de abandono?

PADRES E HIJOS

La vejez, ¿sinónimo de abandono?

La vejez, ¿sinónimo de abandono?

IGNACIO ESPINOZA GODOY

A pesar de que, a través de los medios de comunicación, escuchamos en repetidas ocasiones que la vejez es la etapa en la que el ser humano ha acumulado una gran experiencia y vastos conocimientos en muchos aspectos, la realidad es que poco se valora todo ese cúmulo de aprendizaje pues por doquier se puede observar a personas de la tercera edad que deambulan por las calles, como si se tratara de un sector de la población que ha sido abandonado y marginado por sus respectivas familias, situación que nos debería mover a la reflexión en torno a si también éste es el futuro que nos aguarda a quienes, si el Creador lo permite, algún día llegaremos a esa etapa de la vida.

Un ejemplo de este escenario lo podemos corroborar en los diferentes lugares públicos a los que tradicionalmente se dan cita las familias durante los fines de semana, donde se puede encontrar a personas de las tercera edad que, ya sea sentadas o caminando, deambulan en soledad, sin alguien que las acompañe, luego de que dieron su vida por los hijos e inclusive por los nietos, quienes en pocas ocasiones se ocupan de estos adultos mayores que les apoyaron en muchos aspectos.

Y aunque muchas personas tienen la falsa creencia e idea de que la tercera edad se debe vivir en soledad, alejada de los hijos y abandonados por éstos, lo cierto es que no tiene por qué ser necesariamente de esta manera, ya que todo depende de la forma en que se educó a los vástagos en sus diferentes etapas de la vida, pero principalmente durante su infancia, con lo que se buscó fomentar en su momento la necesidad de ofrecer los satisfactores mínimos indispensables, lo que seguramente influirá para que este ejemplo se refleje en la atención de los padres una vez que éstos sean adultos mayores.

¿A qué me refiero con esto? Sencillo: si nosotros, en nuestro papel de hijos, atendemos con amor a nuestros propios padres, que ya se ubican en la tercera edad, este gesto lo observarán nuestros vástagos y se les grabará como una actitud de correspondencia, no como una obligación, ya que finalmente, aunque si bien es una responsabilidad apoyar a los progenitores cuando las fuerzas no les alcanzan para realizar algunas actividades, es de elemental justicia darles a nuestros padres lo que precisan para que tengan un mejor nivel de bienestar en esta edad, que de por sí es difícil por las diferentes limitaciones físicas que se pueden resentir.

Es un error muy común en el que incurren muchos jóvenes al pensar que a ellos no les pasará por lo que atraviesa una cantidad importante de personas de la tercera edad, en el sentido de que carecen de lo elemental para subsistir, o simplemente en el aspecto de la atención para recibir una visita de los hijos, algo que no cuesta mucho, aunque de manera lamentable pocos practican esta bella costumbre de estar cerca de los progenitores que nos dieron todo cuando fuimos niños y jóvenes, mientras vivimos en el techo que nos ofrecieron, donde recibimos lo necesario para nuestra formación en valores y en preparación académica, hasta donde quisimos estudiar.

Es más, hay hasta quien llega a pensar que siempre será joven y que no le alcanzará la vejez, como si se tratara de Dorian Grey. Sin embargo, conforme transcurren los años, se topan con una realidad muy diferente a la que visualizaban y se percatan de que el paso del tiempo ha hecho sus estragos y que ya no se tiene la misma piel, ni los músculos responden con la misma fuerza, ni los reflejos son los mismos de la juventud, y es entonces cuando se reflexiona seriamente sobre los errores de apreciación y las actitudes erróneas que se asumieron hacia los adultos mayores que les rodeaban.

Sí. Ya están cerca de la tercera edad o, incluso, ya llegaron a esta etapa de la vida, pero se niegan a reconocerlo y se comportan como si todavía tuvieran 20, 30 o 40 años, cuando la realidad les golpea y les pone en su lugar, para que mediten sobre el daño que hicieron y en torno a lo que les espera si no supieron tratar con respeto y dignidad a los adultos mayores que en su momento fueron sus padres y sus abuelos, que representaron en su momento una fuente inagotable de conocimientos, sabiduría y experiencia en muchos aspectos.

¿Qué nos espera dentro de algunos años a quienes ya no somos tan jóvenes? Pues todo dependerá de lo que hayamos sembrado en los hijos, del ejemplo que les hayamos inculcado en el cuidado que les hayamos procurado a nuestros propios padres (sus abuelos).

Sólo a partir de ahí podemos tener la certeza de los frutos que podemos cosechar para no ser olvidados ni marginados por nuestros hijos, una situación que lastimosamente predomina en nuestra sociedad, porque no hemos sabido fomentar los valores del respeto y la gratitud hacia nuestros padres, que ahora son adultos mayores que no pueden hacer muchas cosas por sí mismos y para lo que precisan de nuestra mano, de nuestro hombro para apoyarse, como un gesto de agradecimiento por lo mucho que nos dieron mientras tenían fuerzas.

Escrito en: Padres e hijos nuestros, tercera, adultos, mayores

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