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Terrorismo ¿Pesadilla imparable?

El atentado en Manchester, en el que la mayoría de las víctimas eran jóvenes, evidencia que para los yihadistas no hay límites. Su objetivo es causar el mayor pánico posible y su modo de actuar hace cada vez más difícil detenerlos

Terrorismo ¿Pesadilla imparable?

Terrorismo ¿Pesadilla imparable?

EL UNIVERSAL

El lamentable atentado en Manchester arroja un número de lecciones que es indispensable empezar a asimilar. Algunas de éstas son: (1) En cuanto a las víctimas, no hay línea alguna que parezca limitar a los atacantes de hoy; por el contrario, mientras un ataque pueda provocar más terror, más elevada es su eficacia desde la óptica de los perpetradores; (2) En cuanto a los aspectos tácticos: mientras la motivación de cometer atentados exista, algunos atacantes eventualmente encontrarán formas de evadir las medidas de seguridad que se puedan implementar; (3) Si bien un 70% de muertes en Occidente son producto de atentados cometidos por lobos solitarios (IEP, 2016), hoy estamos ante el resurgimiento de complejas redes terroristas, por lo que los riesgos de sufrir un ataque han aumentado a pesar de las medidas de seguridad que han sido puestas en marcha; y (4) Por consiguiente, para combatir eficazmente al terrorismo, se requiere de diseños complejos, integrales y colaborativos, pensando no sólo en el nivel local, sino en un nivel global.

Lo explico: primero, en la violencia terrorista, las siempre lamentables víctimas directas son sólo el instrumento para provocar terror y, así, inducir un estado de conmoción en terceros. Este estado de shock es empleado para canalizar una reivindicación o mensaje, impactando con ello en actitudes, opiniones y conductas, y/o ejerciendo presiones políticas sobre tomadores de decisiones. Por consiguiente, mientras más atroz es el crimen, mayor es el sentimiento de vulnerabilidad propagado y, por tanto, más amplia es la vía para transmitir el mensaje que se busca comunicar. En este caso, el mensaje tiene que ver con que el Estado Islámico (EI), a pesar del combate en su contra, sigue vivo y con capacidad de daño.

Segundo, a pesar de que las medidas de seguridad son cada vez mayores, el ataque de Manchester, al igual que muchos otros, muestran que los atacantes siempre terminan encontrando objetivos blandos o zonas en las que los controles de seguridad son bajos o inexistentes. Se puede prohibir el uso de laptops en aviones, se pueden instalar puestos de seguridad en aeropuertos y, aun así, los terroristas atacarán la zona del "check-in" o el estacionamiento. En el caso de Manchester, por ejemplo, la información hasta ahora revelada indica que el perpetrador no estaba en el interior de la arena cuando se hizo explotar, sino afuera, en una zona contigua a la salida.

Tercero, durante años, la mayoría de ataques terroristas orquestados por las grandes redes para golpear a países occidentales fueron detenidos; la mayor parte de los que sí tuvieron éxito eran cometidos por lobos solitarios o por minicélulas. París (noviembre, 2015) marca, quizás, el punto de inflexión en el que las agencias de inteligencia se percatan de que han sido rebasadas por la red del EI. Esto implica que los riesgos se incrementan, puesto que los ataques cometidos por lobos solitarios no disminuyen, sino que aumentan gracias a la capacidad de inspiración de esa organización.

Adicionalmente, el EI atrajo a sus filas a miles de combatientes procedentes de decenas de nacionalidades que ahora han regresado a sus sitios de origen y se mantienen tratando de cometer atentados continuamente. El riesgo de que algunos de esos ataques sean exitosos, independientemente de las medidas de seguridad implementadas, es cada vez mayor.

Consecuentemente, el terrorismo necesita pensarse desde una óptica compleja e integral. Es necesario fortalecer ciertas medidas de seguridad a nivel local, así como reforzar la inteligencia no sólo en lo local, sino de manera colaborativa entre distintos estados y sus agencias. Pero ello es insuficiente si las causas raíz no son atendidas. De un lado, hace falta implementar estrategias para detectar, detener y revertir los procesos de radicalización en individuos que se pueden convertir en potenciales terroristas. Por ejemplo, hay estudios que evidencian casos exitosos de cooperación entre autoridades y comunidades musulmanas locales para adquirir inteligencia, o para detener la radicalización de potenciales atacantes (vg. Einsiedel, 2016; o Victoria Police Counter Terrorism Command's Specialist Intelligence Team, 2016).

CRIMINALIDAD, EXCLUSIÓN Y EXTREMISMO

Otros estudios muestran la altísima correlación entre los niveles de criminalidad y la proliferación de células terroristas en ciertas comunidades (GTI, 2015). Luego, está la percepción de falta de integración y exclusión socioeconómica experimentada por algunas comunidades de inmigrantes en Europa. Por ejemplo, un estudio de Adida, Laitin, y Valfort (2016) muestra que la probabilidad de obtener trabajo en Francia se reduce si el solicitante tiene apellido árabe, convirtiéndose esto en uno de los factores que contribuyen a ese sentimiento de desintegración. Este tipo de investigaciones tiene que continuar para ofrecer algunas pautas de acción ante la radicalización de individuos. Sin embargo, incluso todo ese trabajo sería insuficiente si no se incorpora lo global.

El aumento del terrorismo en países occidentales se asocia con el ascenso del EI y, por ende, con la inestabilidad ocasionada tras la Primavera Árabe. Específicamente con casos como Libia, Yemen y, por supuesto, Siria. Esta inestabilidad emerge sin que los conflictos en otros sitios como Afganistán o Irak hubiesen terminado. No es casual la conexión entre el atacante de Manchester con Libia y Siria, dos países en donde hay guerras en curso en las que no sólo actores locales, sino también potencias regionales y potencias globales se enfrentan y contribuyen a la inestabilidad.

De manera tal que mientras no se logre coadyuvar de manera integral y colaborativa en la construcción de condiciones de paz y estabilidad para aquellas zonas del globo sumidas en la guerra y el conflicto armado, siempre habrá un espacio para que las grandes redes de crimen y terror -las actuales, o sus futuras mutaciones- sigan golpeando fuerte, ya sea directamente, o a través de su capacidad de inspirar a individuos ubicados en países lejanos.

Espacios comunes y concurridos, el blanco ideal

Un estadio en Manchester, una sala de conciertos en París, una discoteca en Orlando, una feria navideña en Berlín... La mayoría de los últimos atentados en países occidentales tienen algo en común: están realizados en espacios comunes con una infraestructura mínima y con alta presencia de gente.

Los ataques a lugares con poca o nula seguridad se han convertido en objetivos terroristas. Son los denominados "objetivos blandos". "Cualquier encuentro de gente es un objetivo potencial. Los objetivos blandos son ahora preferidos, ya que tienes menos opciones de ser detectado", detalla a EL UNIVERSAL Kenneth Gray, experto en Justicia Criminal de la Universidad de New Haven.

El analista recuerda que el Estado Islámico ha recomendado a través de uno de sus órganos de comunicación, la revista Inspire, que aquellos que quieran llevar a cabo un ataque "usen ítems comunes y poco convencionales como cuchillos, coches y camiones".

"No todo el mundo tiene acceso a explosivos, pero cualquiera puede robar un coche y atropellar peatones o agarrar un cuchillo y atacar individuos", reflexiona Gray.

Los "objetivos blandos" no son una novedad ni una tendencia de los últimos tiempos. "Son la evolución lógica de la táctica terrorista (...), una extensión de lo que ha sido el manual del terrorista", asegura a este diario Karen Greenberg, directora del Centro de Seguridad Nacional de la Universidad de Fordham.

Los autobuses bomba en Jerusalén, los coches bomba en muchos lugares del mundo o la conversión de aviones en bombas aéreas de Al-Qaeda son algunos de los primeros ejemplos de la transformación de los ataques terroristas. En los últimos tiempos los métodos se han simplificado y, a su vez, vuelto cada vez más impredecibles.

"Cuando un método es exitoso, veremos cómo se reproduce y copia", analiza Gray. Como ejemplo, los dos ataques con camiones en Niza y Berlín separados por menos de seis meses en 2016.

Para David Schanzer, profesor de la Universidad de Duke y director del Triangle Center sobre terrorismo y seguridad nacional, el "giro hacia objetivos blandos es realmente un signo de debilidad de las organizaciones terroristas".

Gray aporta un dato más: con estos ataques, en los que además se sobreentiende que el atacante va a morir, "no es necesario proveer fondos, ni entrenamiento, ni asistencia técnica".

No sólo eso. "También expone la cobardía y la inmoralidad de los terroristas, en el largo plazo, va a ir en su contra, a medida que las sociedades y los gobiernos respondan de forma apropiada", pronostica Schanzer.

En su opinión, cualquier grupo preferiría atentados "espectaculares y a gran escala" en grandes centros de poder o edificios significativos como bases militares, sedes de gobierno o aeropuertos. Pero la mejora de la seguridad y los servicios de inteligencia han obligado a los terroristas a desistir de sus preferencias y cambiar de estrategia, ya que "saben que sus opciones de éxito son muy bajas" contra esos objetivos.

Al final, tal y como afirma Gray, el propósito es "crear terror al matar o herir a la máxima gente posible". Apostar por lugares comunes tiene, por tanto, cierta lógica, si se tiene en cuenta la necesidad de asegurar una buena probabilidad de éxito.

No sólo eso: tal y como cuenta Schanzer, su "atractivo por el miedo que induce en la población civil" es también un factor a tener en cuenta. Según el experto, la táctica de momento "funciona", ya que consiguen atención y atemorizar a la población.

"La idea de perturbar civiles dondequiera que vayan en su vida diaria -centros comerciales, estadios, clubes, etc.- refuerza su principal propósito", remata Greenberg.

Precisamente su imprevisibilidad hace que atajar el problema sea una tarea difícil. Si bien se ha mejorado la seguridad en muchos lugares, los grupos terroristas tienen múltiples objetivos posibles. La mejor fórmula, según los analistas, es trabajar en las comunidades a nivel local. Al fin y al cabo, son las personas más cercanas las que pueden detectar si un individuo se está radicalizando y tiende a la violencia. Actuar en etapa temprana, antes de que la persona haya entrado en fase de ataque, es fundamental.

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