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Lo damos todo por los hijos

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Lo damos todo por los hijos

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IGNACIO ESPINOZA GODOY

Todos los días, el motor que nos impulsa a los padres y madres de familia en esta vida, en todas las actividades que realizamos, dentro y fuera del hogar, sin lugar a dudas, lo representan los hijos pues, por instinto, porque así lo traemos en los genes, buscamos ofrecerles lo mejor en todos los aspectos, por lo que cualquier sacrificio que hagamos por ellos no nos cuesta ni nos duele pues nos impulsa el deseo de verlos felices, así que con observar una sonrisa dibujada en sus rostros nos sentimos más que satisfechos en nuestra misión de darles todo aquello que los haga sentir mejor.

En verdad que resulta sorprendente cómo en nuestra naturaleza de seres humanos estamos dotados de esa capacidad para efectuar sacrificios por los hijos cuando los observamos con alguna carencia, y no nos importa que nuestras necesidades no sean satisfechas con tal de que a ellos no les falte nada, de ahí que en ocasiones posterguemos la compra de algún bien material de tipo personal para destinar ese dinero en la adquisición de otro para nuestros vástagos, sin importar que el de ellos no sea indispensable para ese momento y que bien podría esperar.

Esta situación, aunque con sus contrastes muy marcados, ocurre en las familias de muy escasos recursos económicos, donde los padres (ambos, mamá y papá) realizan hasta lo imposible para hacer rendir los ingresos económicos que perciben en sus trabajos, de tal manera que se compran aquellos artículos de la canasta básica que son indispensables, en primer lugar, para la alimentación y, en segundo plano, ese dinero se destina para el pago de los servicios elementales como son la energía eléctrica y el agua potable.

En las familias donde los ingresos económicos de ambos padres son insuficientes para solventar todas las necesidades (aunque en muchos de esos hogares sólo trabaja uno de los dos), el dinero que entra apenas alcanza para mal comer, es decir, se compran alimentos, los cuales no siempre se sirven las tres veces al día como es la costumbre en el común de los hogares, una situación que llega a convertirse en una escena hasta cierto punto normal para los moradores de casas construidas con materiales frágiles o para quienes se ven en la necesidad de rentar una casa donde viven en hacinamiento.

Lamentablemente, muchas de esas familias no logran romper con el círculo de la pobreza y, también de manera desafortunada, son situaciones que se perpetúan por generaciones en virtud de que no siempre se generan las condiciones adecuadas para que sus integrantes reciban los apoyos adecuados por parte de los tres órdenes de Gobierno y de esta manera los más pequeños acudan a la escuela hasta terminar de estudiar un oficio, carrera o profesión que los impulse a mejorar su nivel de bienestar en los diferentes aspectos, tal como sí ha ocurrido en muchos casos donde las personas se esfuerzan por superarse.

En esas circunstancias, se han conocido historias dignas de ser contadas en las que ambos padres realizan esfuerzos extraordinarios para que sus hijos no reproduzcan el mismo modelo de carencias y miseria en el que viven, de tal manera que hacen hasta lo imposible para que sus vástagos adquieran una preparación académica que les permita abrirse paso en la vida hasta que culmine con la consecución de un título profesional, que puede representar la diferencia entre salir de ese círculo de extrema pobreza y aspirar a un mejor nivel de bienestar.

Con los sacrificios laborales de los progenitores y de los propios hijos, se puede demostrar que sí se puede abandonar un modelo de carencias donde se carece hasta de lo más elemental para subsistir, en una experiencia que los padres no desean que se repita para las próximas generaciones, de ahí que se esfuerzan hasta el límite de sus fuerzas para que sus vástagos no interrumpan sus estudios, pues esta será la base para que, en un futuro cercano, puedan acceder a un trabajo digno que les permita mantener a sus familias de manera decorosa, libre de privaciones, de escasez de alimentos y de otros satisfactores elementales para cualquier ser humano.

Todos hemos conocido de casos en los que padres que encabezan familias de escasos recursos económicos han roto ese círculo de pobreza, lo que sólo se puede lograr si los hijos abrazan a la educación como el más preciado de los regalos cuando sus progenitores los motivan para que su desarrollo sea integral con la formación en las aulas de enseñanza.

Por ello, amable lector, una vez más, con lecciones de vida que presenciamos todos los días, queda más que demostrado que los padres lo damos todo cotidianamente para que nuestros hijos progresen en todos los aspectos y así se conviertan en seres humanos generosos, solidarios, respetuosos, amorosos y sensibles a las necesidades de los que le rodean, para que de esta manera este círculo virtuoso también se perpetúe para las generaciones venideras.

Escrito en: Padres e hijos padres, hijos, manera, familias

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