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La importancia de nuestras tradiciones

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La importancia de nuestras tradiciones

IGNACIO ESPINOZA GODOY

Pocas películas nos generan sensaciones de nostalgia, de recuerdos y nos mueven el tapete, como sucedió con el reciente estreno de "Coco", un filme de dibujos animados (caricaturas, les llamaban en mis tiempos) que a muchos nos provocó una sesión interminable de llanto por el contenido emocional de muchas de sus escenas que nos llaman a la reflexión en el sentido de que, en esta vida, lo más importante es la familia, por lo que siempre debemos tenerla presente, principalmente cuando se trata de fomentar entre los hijos esas tradiciones muy nuestras como es el Día de Muertos, una fecha en la que, más que nunca, nuestros difuntos deben vivir por siempre no sólo en nuestra mente, sino en nuestro corazón.

Y es que dicha película fue realizada con toda la mano en todos los aspectos, a tal grado que nos identificamos con muchos de sus personajes y de sus elementos ya que gozan de un arraigo tan profundo que es imposible no experimentar un poco de nostalgia y hasta cierto grado de culpa cuando reconocemos que nos falta promover entre las nuevas generaciones esas tradiciones y costumbres que nos distinguen de otros países y otras culturas, por lo que nada tenemos que envidiar ni tomar prestado de otras naciones.

Sin lugar a dudas, el Día de Muertos es una de esas celebraciones que unen a muchísimas familias mexicanas alrededor de nuestros seres queridos que, por cualquier razón o motivo, se nos adelantaron en el camino que todos, tarde o temprano, tendremos que seguir, de ahí que es imposible sustraerse a ese ambiente en el que, con respeto, devoción y, sobre todo, mucho amor, honramos la memoria de quienes nos acompañaron el tiempo que dispuso el Todopoderoso para que estuvieran compartiendo con nosotros en este espacio físico, donde aprendimos a conocernos y a valorarnos por lo que somos, más que por lo que tenemos.

A través de los altares de muertos que pudimos apreciar en la citada película, se recrea a la perfección ese ambiente que rodea a esta especie de culto que rendimos a los que más queremos, donde se colocan esos elementos que caracterizaban a los finados, además de los principales platillos que engullían en vida, por lo que estos no podían faltar en este espacio, que es sagrado porque representa la esencia de nuestros seres queridos y a quienes pretendemos hacer un homenaje después de la vida, aunque lo más importante, estimado lector, sería ofrecérselos ahora que podemos verlos y sentirlos, para que lo sientan en este plano existencial.

Este es precisamente el objetivo de la columna "Padres e Hijos" de esta semana: despertar la conciencia de que, mientras estén vivos, nuestros seres queridos deben ser objeto de toda clase de muestras de afecto, cariño, amor, respeto, consideración, ya que muchas veces, por la vida rutinaria que llevamos, olvidamos que la familia es nuestra razón de ser, lo que nos motiva todos los días a salir adelante para ofrecerles lo mejor en todos los aspectos, y desgraciadamente, cuando menos nos damos cuenta, llega un momento en el que nos percatamos de no nos dimos el tiempo suficiente para expresarles, en esta vida, la enorme importancia que tienen en nuestra existencia.

En lo personal, siempre me ha llamado la atención que muchas familias se reúnen en torno al féretro de un ser querido, al que se le ofrecen los mejores servicios para ser velado. Sin embargo, me he preguntado si, mientras vivió, también se le ofreció atención, amor, compañía, un abrazo, un "¡te amo"!, una visita en su hogar para recordarle cuán importante es para todos.

Mucho me temo que la respuesta a la pregunta es, hasta cierto punto, difícil de estructurar, pues siempre estamos ocupados en otros asuntos menos importantes y olvidamos los que verdaderamente tienen trascendencia, al grado de que los vamos posponiendo, haciendo planes para los siguientes días, semanas, meses y hasta años, como si tuviéramos la certeza de que tenemos la vida segura para llegar a esa fecha que, en ocasiones, se cumple y no concretamos ese plan por factores como la desidia y la flojera, lo que a veces lamentamos cuando nos damos cuenta de que ya es demasiado tarde pues ese ser querido se nos adelantó en este plano existencial.

Finalmente, la reflexión que me gustaría dejar sobre la mesa es en torno a que los padres debemos dejarles a los hijos un legado que permita contribuir a reforzar las tradiciones, esas bellas costumbres que nos identifican y que trascienden por generaciones pues se trata de mantener vivo el recuerdo de quienes nos dieron vida, de aquellos que, aunque quizá no conocimos por diferentes razones, son parte fundamental de nuestra existencia, de lo que somos.

Por ello, fomentemos, en la medida de lo posible, el arraigo a esas tradiciones, como la del Día de Muertos, que nos sirven para conservar nuestra identidad como familia a través del paso del tiempo, para que no se pierda nuestra huella y sepamos valorar en su justa dimensión lo que cada generación ha aportado para enriquecer nuestra existencia.

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