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¿Somos sensibles o insensibles?

PADRES E HIJOS

¿Somos sensibles o insensibles?

¿Somos sensibles o insensibles?

IGNACIO ESPINOZA GODOY

Si bien es cierto, muchos menores de edad son explotados por sus padres con fines económicos, y de lo cual podemos dar cuenta en distintos escenarios, sobre todo en algunos cruceros viales, también, no menos cierto es que muchos de esos pequeños también viven episodios reales de infinidad de carencias en el aspecto alimentario por lo cual son enviados a la vía pública con el objetivo de que los transeúntes les regalen una moneda que les permita reunir una cantidad importante para solventar algunas de las necesidades más elementales que padecen en sus hogares.

Generalmente, con la mirada suplicante, de tristeza que esconde tras de sí una tragedia difícil de describir, esos niños no sólo buscan de las personas una moneda de alta denominación, sino que sus aspiraciones van más allá pues en su interior albergan deseos de superación para salir de ese círculo de pobreza al que no se resignan a quedarse para no perpetuar el ejemplo de sus padres, un sueño al que algunos llegan hasta convertirlo en realidad pues no es fácil acostumbrarse a lidiar con toda clase de carencias y privaciones cuando el hambre por escapar de esa realidad es más fuerte que la falta de alimento en la mesa.

Cuando conducimos un automóvil y nos encontramos a algunos de esos pequeños extendiendo su mano para que les obsequiemos una moneda, en ocasiones, lo más más fácil y cómodo es ignorarlos y hacer de cuenta que no los vimos, una actitud que parecería de insensibilidad ante una escena que nos debería mover más a la solidaridad hacia el género humano; sin embargo, en la mayoría de los casos, los choferes de vehículos automotores prefieren hacer de cuenta que no hay nadie abordándolos para pedirles simplemente un poco de dinero para satisfacer el hambre que los ha arrastrado a las calles.

Ese gesto de insensibilidad, de aparentar que no pasa nada, que no es responsabilidad nuestra el hecho de que abunden en las calles esos niños que padecen un sinfín de carencias, podría tomarse o considerarse como algo "normal" para la mayoría de las personas, pues las autoridades nos han enseñado hasta el cansancio que no debemos darles una moneda ya que de esta forma sólo estaremos motivando, incentivando que no abandonen las calles pues llegan a reunir una gran cantidad de dinero, con lo que luego ya no es costeable renunciar a esa fuente de ingresos económicos.

Por ello, el círculo de la pobreza no se puede romper fácilmente y encierra a los pequeños a tal grado que los ata fuertemente y merma su energía para que no tengan la más mínima oportunidad de salirse, aunque a pesar de todo ello siempre existirán casos en los que esos infantes no cejan en su intento, en su anhelo, en su sueño por acceder a un mejor nivel de bienestar que no han podido encontrar al lado de sus familias por lo que buscan luchar por ese objetivo de manera individual a pesar del alto precio que tengan que pagar.

Siempre que tenemos la oportunidad de poner una moneda sobre esa pequeña mano, pero que en ocasiones rechazamos porque reflexionamos en torno a la posibilidad de que ese dinero vaya a parar a las manos de sus padres y que estos no compartan con sus hijos el fruto del esfuerzo de sus vástagos, también deberíamos pensar en la probabilidad de que esa ganancia económica sí contribuya, por lo menos, a saciar el hambre que los empuja a las calles, una actitud con la que podríamos demostrar que aún tenemos un poco de sensibilidad, de humanidad, de solidaridad con nuestros semejantes, con el prójimo al que a veces le damos la espalda.

Me pregunto, dentro de este contexto, si cuando albergamos sentimientos de indiferencia hacia esos pequeños seres humanos, no estamos siendo insensibles ante el sufrimiento de esas criaturas vulnerables que no pueden librarse de un futuro incierto donde lo único cierto es lo que tienen en ese momento, ese presente que no pinta muy halagador si se observa una larga lista de carencias que les rodean.

Podemos engañarnos y argumentar que esa actitud no es de insensibilidad, sino de afrontar la realidad que a cada quien le tocó vivir, por lo que no podemos hacer mucho para cambiar su entorno, como si con el hecho de negarles una moneda les hiciéramos daño y pensamos que no deben depender de ese dinero para salir adelante, sino que deben hacerlo con base en su propio esfuerzo.

Cada persona es libre de decidir sobre sus acciones, de tal manera que es muy respetable la postura sobre ignorar a quienes se acercan a nosotros en busca de una moneda para sobrevivir, para llevar un pedazo de pan a la boca. Pero también es igualmente respetable el punto de vista en torno a obsequiar esa moneda que puede hacer la diferencia entre comer ese día y quedarse con el estómago vacío por pensar que no debemos estimular la manera fácil de subsistir de la caridad pública.

La decisión, pues, es muy personal, con lo que queda en la conciencia de cada individuo.

Escrito en: Padres e hijos moneda, esos, hacer, pequeños

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