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El otro también existe

Con/sinsentido

MIGUEL FRANCISCO CRESPO ALVARADO

La convicción profunda de que el otro no es diferente sino que simplemente está equivocado es un ingrediente sumamente peligroso para una sociedad como la nuestra, caracterizada por la diversidad de orígenes, formaciones y perspectivas de vida de sus habitantes. Suponer que los demás están obligados a pensar y actuar de la misma manera que uno, porque de lo contrario están mal, abre el camino al encono y cierra las puertas a la convivencia pacífica entre quienes comparten un espacio común. Algunas de las guerras más cruentas de la historia de la humanidad han tenido su origen en el intento de unos por imponer su verdad a otros, ante la imposibilidad de convencerlos con argumentos o, todavía mejor, de aceptarlos en sus diferencias.

Por supuesto, esa aceptación tampoco tiene que ser impuesta y obligada, requiere construirse a través de un diálogo honesto, en el que no se debata para "ganar" sino que, más bien, se vaya dispuesto a mensurar la propia postura, en el entendido que hay aspectos innegociables que cada parte tendrá que presentar como asuntos en los que, por razones comprensibles, no se está abierto a cambiar.

En México es momento de reconocer que somos un país diverso y que, contrario a lo que se ha pensado a lo largo de la historia, no hay problema alguno en esa realidad. Tenemos que recordar que somos una nación multi étnica, en la que coexisten diversas cosmovisiones y en la que, por necesidad, hay distintas maneras de entender la vida y sus vicisitudes. Necesitamos, en verdad, aceptar que, sin importar cuál sea nuestra postura personal, siempre serán más los que no estén de acuerdo con uno, por muy convencido que estemos de lo contrario.

Conceptualmente, México no es un país de mayorías, es una nación de minorías, algunas mayores que otras, pero minorías al fin y al cabo. Esa es nuestra realidad y no la vamos a poder cambiar, pese a todo lo que no nos guste.

En julio, la mayoría va a votar de manera diferente a la nuestra. A alguna de las minorías esos votos le van a alcanzar para ganar la contienda, a las otras no. Ni quienes resulten victoriosos ni aquellos que sufran la derrota lo deben olvidar. Aquí no elige la mayoría porque no existe tal cosa. Por tanto, tocará a unos y a otros aceptarse y dialogar en la búsqueda de tender puentes de comunicación que permitan construir acuerdos indispensables para la convivencia ordenada y pacífica.

Por desgracia, en el horizonte próximo sólo observo cómo se cultiva el encono y el odio hacia quien piensa de manera distinta. La polarización puede ser que les sirva electoreramente a los políticos en campaña, pero en nada ayuda en la generación de condiciones favorables para el progreso del país. Si algo ha provocado la tragedia que vive la Venezuela de hoy es, precisamente, la pugna intestina entre quienes se han negado de manera sistemática a aceptar que, en el otro y su verdad, hay algo de razón.

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