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Octavio Paz, a 30 años del premio Nobel

Octavio Paz, a 30 años del premio Nobel

Octavio Paz, a 30 años del premio Nobel

ÓSCAR JIMÉNEZ LUNA

En noviembre de 1990, ya cuando las tiendas de la ciudad se adornaban con las lucecitas de la próxima Navidad, hablaba yo con el director de la Casa de la Cultura acerca de la organización de un homenaje dedicado al poeta Octavio Paz, quien ese año recibiría el premio Nobel de literatura. Decidimos que la mesa de participantes estaría integrada por el Lic. Miguel Jarquín, entonces rector de la Universidad José Vasconcelos, la investigadora María Rosa Fiscal y quien esto escribe. En la ceremonia, además, alumnos de la propia Universidad leyeron textos del célebre mexicano.

Mientras, me acordaba de cuando andaba haciendo trabajos de topografía -medimos predios del señor Buenaventura Saravia, "Las Margaritas" de don Emilio, don Jesús y don Fidel Gutiérrez Valles, un terreno en Yerbaniz de Francisco Campuzano, entre otros ganaderos- en diversos ranchos de la entidad. Junto a la libreta de tránsito, donde llevaba la cuenta de rumbos y distancias, traía siempre a la mano un libro de Octavio Paz, que subrayaba con el mismo lápiz azul HB de dibujo, rodeado del perfume de las flores campestres y bajo la sombra benigna de un mezquite, las palabras más representativas de "Tiempo nublado" o "Pasión crítica", dos títulos publicados más o menos por esas fechas. No pasó mucho tiempo cuando decidí dejar para siempre los números en favor de las letras, de lo cual nunca me arrepentiré, aunque -hay que reconocerlo- con las primeros se ganaba más dinero, como muy bien nos lo había aconsejado en las clases del Instituto Tecnológico, el Ing. Guillermo Pérez Higareda (¡qué buenos eran aquellos profesores a la antigüita!).

Por mi parte, en la ceremonia de celebración por el trascendente galardón obtenido por nuestro país, me pareció importante destacar la espléndida filiación del poeta con Durango: la cordial relación que mantuvo con Silvestre y José Revueltas (también a Fermín, el pintor, lo mencionaba en sus ensayos sobre artes plásticas).

Repasé para el auditorio, las líneas evocadoras sobre el genial músico -nunca mejor dicho- nacido en Santiago Papasquiaro:

"Silvestre sacaba de sí mismo, de su entraña, cada nota, cada sonido, cada acorde. Los extraía de su corazón, de su vientre, de su cabeza, de un bolsillo insondable de sus pantalones -como ese objeto mágico que siempre llevamos con nosotros, único confidente de nuestro tacto angustiado, obscuro resumen de las mil muertes y nacimientos de cada día. O brotaban de sus ojos, de sus manos, del aire eléctrico que creaba en torno suyo. Silvestre era, al mismo tiempo, la cantera, la estatua y el escultor".

El ensayo es uno de los más bellos de Octavio Paz, lo que ya es mucho decir. Lo escribió muy joven, cuando tenía alrededor de los treinta y seis años. Se debería publicar en una edición bien cuidada por parte del Gobierno del Estado, y distribuirse en las escuelas de nivel superior. Finalmente se trata del único literato mexicano que ha sido reconocido por la Academia Sueca (el otro Nobel, el norteamericano Bob Dylan, como sabemos, también le dedicó un poema- canción a Durango). Quede ahí la propuesta.

Más adelante, leí algo sobre el novelista José Revueltas (los renglones en los que se le compara, con verdadera lucidez, con el filósofo José Vasconcelos), el piadoso Revueltas, a quien por cierto llegó a visitar su amigo en la cárcel de Lecumberri:

"A pesar de su parentesco espiritual, Vasconcelos y Revueltas caminaron por caminos opuestos. Nutrido en Plotino y creyente en su misión de filósofo coronado, Vasconcelos se sentía enviado de lo alto: por eso fue educador; Revueltas creía en los apóstoles rebeldes y se veía como un enviado del mundo de abajo: por eso fue un revolucionario (...) Revueltas, en nombre de la filosofía marxista, emprendió un examen de conciencia que San Agustín y Pascal habrían apreciado y que me impresiona doblemente: por la honradez escrupulosa con que lo llevó a cabo y por la sutileza y profundidad de sus análisis". Y no hay que olvidar aquí, en estos recuerdos, la frase -la digo de memoria- que resume la enorme admiración del maestro Paz a propósito del autor de "El luto humano": "Revueltas es uno de los hombres más puros de México".

Ha corrido mucha agua desde esos ayeres. Pero a tres décadas del reconocimiento mundial al escritor mexicano, vale la pena traer a cuenta lo que le inspiraron tan ilustres hijos de Durango.

Una sola vez saludé personalmente a don Octavio Paz. Fue en el Colegio de México. Le agradecí sus amistosos escritos sobre los Revueltas.

Escrito en: letras durangueñas Octavio, José, cada, Revueltas

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