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LETRAS DURANGUEÑAS

Durango 1915-1940

Durango 1915-1940

ÓSCAR JIMÉNEZ LUNA 8 jul 2024 - 08:25

"Yo guardo con amor un libro antiguo", dijo alguna vez don Marcelino Menéndez Pelayo, polígrafo español que alcanzó a cruzar al siglo XX. Viene al caso la frase cuando recordamos uno de los libros más emblemáticos para nosotros los durangueños: "Durango 1915-1940. 25 años de continuo esfuerzo", publicado por la Cámara Nacional de Comercio en Durango precisamente en la segunda fecha señalada (hay una segunda edición de 1980). Se trata de un testimonio agradable y por de más entrañable que nos lleva al reencuentro con una generación que de verdad quería a su tierra y a su gente. El esfuerzo de un grupo de empresarios y comerciantes de aquella época dio lugar, pues, a un tesoro biblio-hemerográfico excepcional que guarda mucho de lo mejor de un tiempo que fue nuestro. Celebraban entonces el resultado de su trabajo productivo y social, y nos entregaron trescientas páginas de memorias históricas, culturales y artísticas. Tenían idea de conjunto y trataron de mostrar -afortunadamente- la voluntad de hierro y la sensibilidad del Durango posrevolucionario, en la entrada misma de la estabilidad nacional.

Es interesante apreciar el alto sentido de identidad que animaba a nuestros mayores. Seguramente trazaron su plan de labores, asumiendo, primeramente, la tradición de la que se sentían orgullosos. Ante todo somos una herencia, pensarían. Y miraron a su alrededor con disposición valorativa: los paisajes durangueños, el parque Guadiana y las hermosas Alamedas, su cerro simbólico tan prometedor; destacaron la reconstrucción de la capital luego de la lucha armada, y reconocieron a los hombres y mujeres de mérito: al prestigiado diplomático Francisco Castillo Nájera, a los genios de la música Ricardo Castro y Silvestre Revueltas, la cantante de ópera Fanny Anitúa, el pintor Ángel Zárraga, la estrella de cine Dolores del Río, sin olvidarse de los héroes cívicos Guadalupe Victoria y Francisco Zarco, entre una amplia pléyade de figuras notables.

Otro acierto de esta obra es haber incluido un conjunto de referencias publicitarias y en su caso de fotografías alusivas, con el entrañable color de la nostalgia, porque si hacemos cuentas ya estamos cerca de cumplir un siglo de aquella suma durangueña. Apunto y en parte transcribo dos o tres cosas (solamente detalles ilustrativos) que llaman la atención, aparte de lo ya mencionado.

El resumen histórico de Durango que entregó don Atanasio G. Saravia (lo sabemos por la fecha, 25 de agosto de 1940) es una verdadera lección de claridad. El ilustre historiador tituló su trabajo "Del siglo XVI al XX". Recordemos aquí, siquiera el comienzo: "Allá por los fines del Siglo XVI o principios del Siglo XVII, cuando nuestra buena ciudad de Durango no era sino una Villa que contaba con sólo cuatro calles que corrían del Oriente hacia el Poniente, y otras cuatro que se extendían de Norte a Sur, y cuando el mismo nombre de la Villa no estaba bien afirmado, pues aún cuando por voluntad expresa de su fundador llamábase Durango, los españoles de aquel tiempo y los indios que iban conociéndola empeñábanse más en darle el nombre de Guadiana;"

En otra parte, aparece en la obra un artículo dedicado a Dolores Guerrero (1833-1858), la escritora más importante del Durango decimonónico. El texto lo firma José María Fierro, y se debe a petición expresa de otro nombre muy significativo en nuestra trayectoria cultural: el impresor, pintor y dibujante Xavier Gómez, reconocido por sus famosas "Bojedades", y que al parecer fue uno de los mayores animadores del proyecto que nos ocupa. En uno de los poemas de Lola, como se le conocía o al menos como se refieren a ella algunos comentaristas, dedica alrededor de una docena de líneas cortas a Durango. Vale la pena recordarlas: "Durango, pueblo humilde,/ ¿Cuándo tus campos fértiles/ Podré otra vez pisar?/ Allá mis dulces risas/ Aquí mi eterno llanto;/ Allá un amor del alma,/ Aquí un mentido amor./ Allá la paz bendita/ Aquí los desencantos;/ Allá las flores cándidas/ Aquí las del dolor/ Presto veré tus campos". La provincia vista como un edén, para citar el tópico.

Y si de poetas se trata, qué mejor que rememorar los versos de otro destacado durangueño, Ladislao López Negrete (1886-1962), quien en su poema "Ancho corredor" expresa: "Patios de mi tierra son incensarios/ Del hálito de flores,/ Presas, pensativas, en los santuarios/ De macetas de barro de colores,/ junto a racimos de oro de canarios/ Meciéndose en los anchos corredores,/ Donde, después de la cena, los rosarios/ Rezan a la Virgen de los Dolores".

Son muchas, pues, las alegrías que nos depara este volumen representativo del Durango de ayer. Es una joya que debemos apreciar en su alta dimensión. Leerlo es revivirlo, seguir cultivando nuestro mejor legado, cabe subrayarlo. Las primeras generaciones del tercer milenio a las que pertenecemos en el 2024, y las que sigan, evidentemente, no debemos olvidar el gran cariño que le tuvieron aquellos durangueños de antaño al lugar que los vio nacer, el que les dio una vida digna y una cultura que los retrataba con empatía por sus orígenes. Hicieron de su natura, ventura. Y sobre todo eran gente de bien.

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