Hegemonía
ÁTICO
La propuesta electoral explícita de AMLO y de su candidata es desaparecer contrapesos y consolidar su hegemonía.
Una hegemonía política como la que construyó el PRI en sus años dorados requiere de una narrativa compartida sobre qué es lo bueno. Una hegemonía cultural, siguiendo la obra de Gramsci.
Los gobiernos posrevolucionarios la materializaron poniendo como piedra fundacional del régimen a la Revolución mexicana y sus demandas sociales. La educación pública reforzaba la historia oficial. Desde esa hegemonía podían, sin ruborizarse, llamar "patriótico" al fraude electoral de Chihuahua en 1986 para evitar que "la reacción" llegara al poder.
AMLO ha logrado imponer su visión del mundo entre amplios sectores sociales. La mañanera es la homilía diaria. En ella se puede defender cualquier cosa, hasta que la refinería de Dos Bocas va bien y que Rocío Nahle es honesta.
El Presidente dice cosas que hubieran sido escandalosas en sexenios anteriores. Al arranque de la pandemia -en la que morirían 800 mil personas- afirmó: "... vamos a salir fortalecidos, o sea, que nos vino esto como anillo al dedo para afianzar el propósito de la transformación", o, tema central del debate de hoy, afirmar: "no hay más violencia, hay más homicidios".
Desde esa posición de constructor de verdades, los empleados de la Secretaría del Bienestar que reparten los programas sociales usan sin rubor los chalecos morados -claramente identificados con Morena-. Al mismo tiempo pretenden que el INE deje de usar el color rosa, por ser el de la marcha de hoy. Supongo que su deseo más profundo es que el INE también use el morado.
Como todo aspirante a fundar una nueva hegemonía política, o se está con él o se está contra él. Para AMLO, la marcha de hoy no forma parte de la disputa democrática y legítima por el poder, sino de una conspiración de conservadores que son, lo dijo el viernes, unos traidores a la patria. Entre más concurrida, más se cuestionará su hegemonía.
Como no puede convencer a todos de la narrativa oficial, si alguien persiste en la crítica, o peor aún, si desnuda alguno de sus supuestos logros, será señalado en la mañanera como traidor o como vendido. Si no ceja, terminará siendo atacado de alguna forma. Desacreditar a los críticos ayuda a convencer a los seguidores de que, cuando se denuncian con evidencia casos de corrupción, es un invento.
Ejemplo claro es el trato ilegal y artero contra María Amparo Casar e hijos, publicando sus datos personales e iniciando un procedimiento penal por presunto fraude. En un país donde la impunidad por homicidios llega al 93 por ciento, los recursos del Estado se ponen al servicio de las intrigas presidenciales.
La propuesta electoral explícita de AMLO y de su candidata es desaparecer los contrapesos y consolidar su hegemonía. Nadie se puede sentir engañado si ganan y lo hacen. Vean el debate de hoy. Puede ser el último donde no haya puros paleros del candidato oficial.
De ganar la Presidencia, se expandirá por todas las vías posibles esa nueva hegemonía, incluida la cultural. Por ejemplo, veremos la consolidación de la Nueva Escuela Mexicana como base de construcción de una visión del mundo donde el esfuerzo individual para buscar progresar es sancionado moralmente.
Dada esa necesidad de afianzar la hegemonía cultural, Claudia Sheinbaum tendría muy poco margen para el cambio en ámbitos donde AMLO ha tratado de consolidar su visión del mundo, como en el energético. Regresar a las reglas de competencia y la no discriminación de la inversión privada de la reforma energética del sexenio anterior pondría en duda esa hegemonía.
Por eso en América Latina a los gobiernos de la vieja izquierda les cuesta tanto promover un crecimiento económico sostenido. Son proclives a pagar el precio de continuar con absurdas políticas, como la energética en el caso de AMLO, con tal de que sean consistentes con su ideología. Para poderse sostener en el poder en caso de crisis económica, es crucial haber desmontado antes las instituciones autónomas y los contrapesos.