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ESCRITOS

La compasión como fuente de fortaleza ilimitada

Mariana y Quetzalcoatl.

JUAN CARLOS GUTIÉRREZ 20 oct 2024 - 04:03

Si se trata de percepciones o modos de ver lo interno, nada como oriente y sus protagonistas del control mental o el estudio de lo que somos. Jugar con aquello que relaciona imágenes que cargan sentimientos y que dispara literalmente y de modo negativo cuando se hay disposición de contemplar sin resistencia, es decir, sin explicaciones algunas dadas por ese habitante de lo interno que menosprecia lo que hay de cierto dentro de nosotros. Desde hace milenios que en Oriente se practica y por muy pocos lo que ahora se conoce como "meditación presencial" y que va de la mano con la construcción de una atención así como la tiene un niño cuando descubre de verdad, cuando en serio interesa; filósofos de la antigüedad se preguntaron, ¿porqué lo bello es bello y esto valió para que alguien como Platón ("el ancho de hombros") hablara de ello con máxima importancia en sus "Diálogos". Para Oriente ( lugar donde Platón se formó) la pregunta va más allá y dice sobre cómo funciona la mente, su modo de operar, su influencia en lo físico empezando con el cuerpo o soma, así como en el mundo tal como lo conocemos.

Para un Jiddu Krishnamurti (1890-1986) nuestra mente es un reflejo de la sociedad y permitirnos observar nuestra mente es fundamental para incluso separarnos de ella y averiguar lo que somos verdaderamente y no lo que debemos ser (sociedad); lo que está bien , lo que está mal; ver ese juego de la consistencia del ego o mente nos hace comprender a la mente como reducto y producto de la humanidad, es decir, nosotros por derecho de consciencia tenemos la facultad de sentir la humanidad y la nuestra como esa memoria que llevamos en cada célula de nuestro cuerpo misma que nos involucra de inmediato en un entendimiento profundo sobre nuestro haber y cuando obtenemos esto entonces se tiene una inmensa compasión y en este sentimiento se despliega en instante un gran amor por nosotros y las cosas generando la capacidad del ojo de capturar belleza.

Para estos pensadores no hay necesidad de leer libros sobre conocimientos, sagrados o psicológicos puesto que toda historia humana sin discriminación se encuentra en nuestra consistencia. Muchas religiones o credos dan cuenta de este tipo de entendimiento que nos sitúa en un pedestal muy alto de dar cuenta de la realidad como constructo normalizado que "choca" o encara con lo más cierto de nuestra interioridad, ese espíritu que con conocimiento de todo tipo acumulado avista a los demás como espejos de lo que es y a partir de dicho hallazgo iniciamos la búsqueda del misterio tan sutil como la piel de cualquier pétalo de flor.

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