Kiosko

 
LETRAS DURANGUEÑAS

La cuaresma en la Villita de San Atenógenes

La cuaresma en la Villita de San Atenógenes

 AMELIA BARRÓN CALDERÓN 1 abr 2024 - 08:54

Si el gran escritor Marcel Proust, escribió En busca del tiempo perdido, yo quiero recuperar todos mis momentos vividos no solo en mi infancia o juventud sino seguir viviendo; recuperar aquella belleza que un alma inocente disfrutaba tanto en las cosas sencillas como las flores, nubes, montañas, ríos, árboles animales como las aves y sus trinos...como han quedado en mi memoria.

Mi corazón saltaba de alegría cuando aún en los preludios de la primavera en la casa de ustedes donde yo viví, cuando las enredaderas y una que se llama Lluvia de oro o Capa de San José se llenaban de flores amarillas. Las azucenas rojas propias de Cuaresma florecen, en todas las casas, aún en las más humildes, como en casa; desde el primer viernes de Cuaresma mi madre y yo cortábamos un manojo de esas humildes flores rojas para ir al templo a rezar el Viacrucis, pero no nada más nosotras, sino muchas personas.

Era una casa, por cierto, que tenía un corral muy grande; había un gigantesco mezquite y varios huizaches, los que también empezaban a reverdecer, bueno los huizaches solo se llenaban de bolitas de terciopelo, eso me parecía, y como leí que había en tiempos del Rey Salomón oro de Ofir, yo pensaba esto es oro de Ofir, y ni Salomón tuvo en su capa algo tan bello como las flores del huizache.

En el árbol de mezquite una amiguita vecina y yo nos las ingeniamos e hicimos arriba del mezquite un lugar donde nos sentábamos a jugar, como mi mamá tenía gallinas en una canastita poníamos varios huevos, llevábamos un poquito de sal, en un pequeño hueco del huevo echábamos sal y con una ramita le revolvíamos y nos los tomábamos hasta tres huevos cada una.

Cuando iba mi mamá a recoger los huevos del gallinero había pocos, veía los cascarones y me gritaba "bájate chirotona, se pueden caer", no sabía que era chirotona, pero eso sí, trepábamos al mezquite como changos; yo era una niña muy colorada, decía que tenía unos chapetotes con tanto huevo y leche sin hervir, era muy sana, porque si había alguna vaca mansita le sacábamos leche con mi amiga Chayo Piedra.

Aunque el Padre Juan Cisneros, que en paz esté, era muy bueno, el me ayudó a empezar a leer; me enseñó a cantar en latín la Salve Regina el Veni Creator Spiritu y me encantaba el Rosario que por la noche rezaba

También en Cuaresma cuando en la Villita había muchos naranjos, en el jardín del templo había varios, en el atrio del templo estaban dos gigantes que llenaban el piso de flor de azahar y el aroma impregnaba el templo. Rezaba la Letanía al Corazón de Jesús y cuando rezaba "Corazón de Jesús, triste hasta la muerte" yo lloraba a lágrima suelta, cuando le preguntaban a mamá ¿Por qué llora la niña? Ella decía porque Jesús está triste, ella es muy sensible.

Estos son recuerdos bellos que quiero compartir, creo que esa niña sensible quedo atrás, creo que ahora ya no lo soy.- aunque el sábado fui a la Villita al cumpleaños de mi querido hermano que cumplió 86 gracias a Dios, y al regresar el domingo quedé asombrada pues los huizaches al lado de la carretera estaban cubiertos de "Oro de Ofir", o sea no tenían hojas verdes, solo flores semejantes a bolitas de terciopelo y en las casas de los pueblos se veían flores de Capa de San José o lluvia de oro, al parecer todavía guardo algo de aquella sensibilidad infantil.

Noticias relacionadas

EL SIGLO RECIENTES

+ Más leídas de Kiosko