La prensa y el cuchillo del justiciero
Desordené este texto hace casi un año, pero debido a que mantiene su actualidad lo pongo a la consideración del lector:
Tema recurrente en el sexenio es la satanización de la prensa, lo que muchas veces tiene sobradas razones de ser, pero, como manifestación de lo humano, dista de conformar una regla de aplicación general.
La generalización delata a la ignorancia, al igual que la visión sólo blanca o negra de la vida exhibe a la fantasía.
Evoco así un hecho que sucedió hace cuatro décadas en Monterrey, época en la que era reportero del periódico matutino de mayor circulación en ese tiempo.
Todo empezó una mañana cuando al salir de mi guardia nocturna como voluntario en la Estación Central de Bomberos, decidí, antes de dirigirme a mi trabajo, hacer escala en la céntrica taquería y carnicería "La Mexicana".
Aunque mi relación laboral era únicamente con el diario matutino, eventualmente apoyaba al vespertino de la misma casa editora, periódico este último que justo el día anterior a mi antojo publicó el retrato de un individuo joven, moreno, de gesto adusto, que blandía amenazante un cuchillo cebollero.
Tardíamente recordé que la fotografía acompañaba una nota que informaba que el taquero de un puesto móvil, molesto porque un trasnochador pretendía cenar gratis, se armó de valor y, de paso, con uno de sus instrumentos de trabajo para no molestar a la Policía y exigir él mismo el pago de la cuenta.
No recuerdo si esa acción tuvo como resultado el cobro de los tacos consumidos, pero sí que el procedimiento fue reprobado por las fuerzas del orden, como lo demostró la estancia del artífice de la tortilla en los separos municipales.
Lo anterior nada hubiera tenido que ver conmigo, salvo que el taquero era un bombero voluntario que conocía bien tanto mi persona como mi relación con el diario vespertino, lo que supuse me asociaría con su destacada, aunque poco grata, aparición mediática posando con el cuchillo cebollero.
Pese a que yo no era autor ni de la nota ni de la fotografía, temí ser sujeto de su airado reclamo. La imagen publicada lo presentaba como alguien particularmente violento.
Ah, un detalle más: solía vender su mercancía a una cuadra de distancia de "La Mexicana", precisamente el sitio donde yo estaba.
En fin, me dije, para qué preocuparme por especulaciones, por lo que tras desayunar abordé mi automóvil para irme a trabajar. Sería mucha casualidad encontrármelo, me repetí varias veces.
Dándome ánimos, circulé viendo hacia el frente para evitar, en un momento dado, la posible mirada de quien suponía estaría molesto con mi casa editora y, de paso, con mi persona, claro si no se encontraba aún en alguna obscura celda.
Vi la luz amarilla del semáforo y estuve tentado para aumentar la velocidad, pero desestimé la idea, admitiendo ya cierta invasión en mi persona de pensamientos paranoicos, por lo que seguí conduciendo con precaución. Sí, claro, pasó lo que temía.
Quedé detenido justo en el carril contiguo a los puestos ambulantes que solían estar instalados en la cercana esquina, ocupando el primer sitio en la espera de la autorización del semáforo para continuar avanzando. Pronto vi cómo el novel voluntario y experimentado taquero avanzó hacia mí, provocando que me debatiera entre bajar la ventanilla o mirar hacia otra parte.
Mi compañerismo hizo que triunfara la primera opción y, ni hablar, me dispuse a enfrentar el destino:
-¡Meme, muchas gracias!-me dijo con tal alegría que lo primero en lo que pensé fue en su extraordinaria capacidad para ironizar.
-Gracias por el "tirón"-continuó en el mismo tono.
Sí, confirmé en ese momento, lo suyo es la ironía, por supuesto no sin antes observar si el cuchillo cebollero no lo acompañaba, constatando, con alivio, que lo había dejado en el puesto.
-De no haber sido por ustedes todavía estaría guardado-expresó-porque gracias a que salí en el periódico mi mamá supo dónde andaba y me sacó.
Me pareció que abusaría del destino si le decía "de nada", por lo que sólo le expresé mi agrado por saberlo en libertad y sin más secuela que la fotografía que lo popularizó.
Duró poco tiempo activo como voluntario y no recuerdo su nombre. Solamente espero que haya sido el éxito de su negocio el que le impidió continuar como apagafuego y no algún otro impulso justiciero.
Por lo pronto, en este caso, como posiblemente en muchos otros, la información contribuyó a la defensa de un ciudadano frente al poder.
¿Quién dice que los medios de comunicación masiva son malos por definición?
riverayasociados@hotmail.com