Los hombres del maíz
Base de la dieta. Emblema nacional. Omnipresencia en la gastronomía. Símbolo que se come diariamente. El maíz es, desde tiempos inmemorables, identidad y cultura. Nada se mueve sin él. Más bien, todo con maíz. Los antiguos mayas lo llevaron a la mitología. En ese texto indispensable, el Popol Vuh, se asignó al maíz un papel creador, es decir, los dioses intentaron crear a los hombres de barro, pero no se logran. Hasta el cuarto intento, crearon a los hombres a partir de una molienda de maíz. Retomo las palabras de ese relato extraordinario: "Solamente de elote amarillo, de elote blanco fue su carne; solamente de comida fueron las piernas, los brazos del hombre. Estos fueron nuestros primeros padres, el principio de cuando fue concebido el hombre".
En México, el día a día se hace con maíz. Desde el universal taco, hasta los tamales, tamalitos, gorditas, tlacoyos, tlayudas, molotes, corundas, quesadillas (con y sin queso), tostadas, totopos, enchiladas, papadzules, huaraches, sopes, memelas, chalupas, panuchos, picadas, chilaquiles y lo que ustedes quieran sumar.
En el país de la garnacha, el gran historiador Enrique Florescano, demostró los terribles efectos de las variaciones bruscas y su impacto en los precios del maíz entre 1721 y el señor año de 1810. Registró carestía, hambruna, desempleo, especulación, ganancias desmesuradas y por decir lo menos, tensión social. En pocas palabras, "un rosario de calamidades" cuando faltó el maíz en la Nueva España.
Mencioné que la historia del maíz se remonta a tiempos inmemoriales. Más de 8 mil años, cuando nuestros ancestros mesoamericanos domesticaron a la planta, a base de paciencia, sabiduría, ensayo y error. La planta madre proviene del teocintle: el ancestro del maíz. A partir de ahí, de generación en generación, realizaron selecciones, mezclas e hibridaciones, para mejorar la planta, hasta que nació el maíz que hoy conocemos. Una planta con mejor rendimiento. Desde los tiempos prehispánicos, la milpa, se hizo tradición como esa forma sabia y ancestral para cultivar la tierra. La diversidad de la planta en nuestro país es impresionante. Hay más de 50 especies de maíz, que se traducen en colores, tamaños, sabores y regiones. Sin duda, el maíz es patrimonio cultural. Cuando hablamos de diversidad agrícola y gastronómica de Oaxaca, Chiapas, Yucatán o Puebla, nos referimos no a estados, sino países por su riqueza gastronómica. Ni qué decir de las variedades de maíz en Hidalgo o el Bajío.
En 2023, México prohibió oficialmente el maíz transgénico para consumo humano. El decreto se publicó el 13 de febrero en el Diario oficial para establecer acciones en materia de glifosato y maíz genéticamente modificado. Paradójicamente, ese mismo año, nuestro país también realizó su mayor compra de maíz amarillo a Estados Unidos: 15.3 millones de toneladas. Desde la firma del Tratado de Libre Comercio, en 1994, nos acostumbramos a comprarles a Estados Unidos, productos agrícolas al por mayor, en detrimento de la soberanía alimentaria. Recientemente, México perdió en el panel de controversia sobre el maíz transgénico frente a Estados Unidos y Canadá. Dado que no se logró demostrar que el grano genéticamente modificado ocasione daños a la salud humana. Sin embargo, para los mercados, lo relevante no es la salud humana, o si un producto es bueno o malo. Para las empresas lo valioso es la rentabilidad y la ganancia. Por ejemplo, las bebidas azucaradas. En ese sentido, lo importante para Estados Unidos, es asegurar la venta de millones de toneladas que anualmente compra México. Veamos las cifras. En el año 2023, el intercambio comercial ascendió a 5 mil 236 millones de dólares. De ese tamaño es el interés del país vecino. Nada más y nada menos. Bajo ese peso, no es fácil sustituir 15 millones de toneladas que no producimos.
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