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LETRAS DURANGUEÑAS

Luis Weckmann, el medievalista de Lerdo

Luis Weckmann, el medievalista de Lerdo

ÓSCAR JIMÉNEZ LUNA 23 sep 2024 - 04:03

Para adentrarnos en los estudios medievales los lectores mexicanos del siglo XXI tenemos a la mano dos obras más o menos recientes, publicadas en el Fondo de Cultura Económica, más allá de su larga tradición en el tema: los cuatro tomos coordinados por el célebre polígrafo Umberto Eco ("La Edad Media"), y el tambiénespléndido "Hombres y mujeres de la Edad Media", de Jacques Le Goff, ambos títulos del 2013 (en el caso de la colección, el primer tomo).

Son obras, casi sobra decirlo, de una alta calidad en la investigación. "Introducción a la Edad Media", del profesor Eco, escrito con el que se abre la serie referida, es la mejor vía que yo conozco para iniciarse en esta área del conocimiento (otro texto ya de tiempo atrás, pero todavía vigente en lo general, es "Las bases medievales del pensamiento occidental", incluido en la obra "Literatura europea y Edad Media latina", de 1955, de la autoría de otro teórico ilustre: Ernst Robert Curtius). En este seguimiento resultan muy recomendables asimismo las publicaciones del Colegio de México (en especial la saga que le ha dedicado a los caballeros andantes: Amadís de Gaula, Zifar, Lisuarte de Grecia...), y evidentemente la UNAM, entre otras instituciones educativas del país, sin dejar de lado -por supuesto- el loable esfuerzo académico de la Asociación Zacatecana de Estudios Clásicos y Medievales.

Para Umberto Eco la Edad Media cubrió un tiempo de alrededor de mil años, del año 476 (cifra de la caída del Imperio romano) al descubrimiento de América, en 1492. Durante este periodo tuvo una gran influencia la cultura árabe (cito a Eco); no se trata de una edad oscura, como dice el lugar común; Dante Alighieri se convierte en el modelo de escritor; no se ignoraba la importancia de la cultura clásica y se tenía en cuenta la medicina de la antigüedad; entre otras cuestiones igualmente interesantes.

Sirva este breve marco para recordar a Luis Weckmann, el primer medievalista de México, como se le ha llamado con toda razón. Nació para orgullo nuestro el 7 de abril de 1923 en la ciudad de Lerdo, Durango, y falleció el 18 de noviembre de 1995, en San Miguel de Allende, Guanajuato. Fue abogado, profesor, diplomático (nos representó en varios países: Italia, Israel, Alemania, Bélgica, etc.). Sobre todo fue un eminente historiador. Ingresó a la Academia Mexicana de la Historia en 1988. Entre sus libros destacan: "Panorama de la cultura medieval: con una introducción sobre la edad media en México" (1962), "Glosario de términos heráldicos" (1995), "Escritores mexicanos de Carlota de Bélgica" (1992), y -sin agotar la lista- seguramente su obra más conocida, "La herencia medieval de México" (1984). Desde muy joven escogió su área de investigación, hasta entonces muy poco atendida en nuestro país (apunta don Ernesto de la Torre Villar, su colega): los estudios medievales, como ya hemos referido.

Y precisamente de "La herencia medieval en México", de la segunda edición revisada (1994),entresaco algunos párrafos. Se trata de una obra verdaderamente fascinante, que le llevó a su autor, por cierto, dos décadas de trabajo. El título puede desconcertar de pronto ¿Edad Media en México? Si acabamos de decir que el profesor Eco ha precisado el cierre de este largo periodo histórico antes de la caída de Tenochtitlán. Y es que aquí viene lo interesante. Don Luis Weckmann señala que los hombres que llegaron a América todavía venían con una mentalidad medieval. Mucho de lo que trajeron eran costumbres, formas de gobierno, incluso canciones con resonancias de los romances del Medievo. Citaré algunos ejemplos, de acuerdo a mis subrayados en el libro, con alguna relación a nuestra condición de duranguenses.

"Una investigación histórica suficientemente acuciosa nos permitirá percibir la filiación medieval de modos, costumbres e instituciones casi exclusivamente nuestras, que van desde el compadrazgo, el abrazo, las "calaveras", el corrido, la charrería, la lírica infantil, los toros, los matachines, la piñata, los "ates", pasando por múltiples locuciones familiares arcaizantes..."

"En el arte de la Nueva España, principalmente en la arquitectura, continuarán, sin cuidar del nuevo ambiente, las corrientes aún vigorosas del gótico, del mudéjar e incluso del románico metropolitanos. La arquitectura conventual del siglo XVI, en palabras de Manuel Toussaint, es como la última expresión de la Edad Media en el mundo".

"Cristobal Colón, primer eslabón entre el Viejo Mundo y la América hispánica, (...) fue el último de los viajeros medievales".

"El nombre de California, isla de amazonas por excelencia, deriva del romancero medieval y de las novelas de caballería".

"La primeras exploraciones del joven Francisco de Ibarra, cuyo resultado fue la fundación de la Nueva Vizcaya, tuvieron por primer móvil la localización del reino de Copala que, como adivinará el lector, jamás fue encontrado".

"Mas si los fastos de ese reino (Copala) no existieron jamás, su Laguna sí, y con ese nombre conocemos ahora la laboriosa comarca -hoy rica- que comparten los estados de Durango y de Coahuila y cuya metrópoli es Torreón".

"Mendoza, por último estudia los orígenes de tres corros mexicanos que del patio de los castillos medievales pasaron primero a las plazas y mercados y luego atravesaron el Atlántico.Tal es el caso de "La víbora de la mar"; del "Hijo del Conde" y del celebérrimo "Naranja dulce, limón partido", cuyo origen es tan antiguo que en una de las primeras versiones novohispanas de este último figura el caballero don Roldán, personaje del ciclo carolingio de romances".

"...y Alatorre señala la existencia de ciertas palabras y acepciones llegadas en los siglos XVI y XVII que no han dejado nunca de usarse en México: tal es el caso de "atorar" (obstruir) y "angosto" (estrecho). Lerner enumera los siguientes vocablos arcaizantes: "acequia" (albañal), "boruca" o "boluca" (bulla), "cacha" (mango de la pistola o del cuchillo), "comedido" (considerado), "corral" (cercado), chícharo (guisante), "chicote" (látigo)", etc., etc.

Don Luis Weckmann es un personaje que, por lo descrito, merece mucho mayor reconocimiento. Que sea valorado como el primer medievalista de nuestro país, nos enaltece a los duranguenses. Desconozco si en la ciudad de Lerdo, nuestros paisanos han difundido el legado de tan prominente historiador; si hay alguna calle con su nombre, o escuela o biblioteca, o tan siquiera una placa alusiva en la casa donde nació, si es que todavía está de pie. ¿Se han impartido conferencias sobre tan destacada trayectoria? En todo caso, pongo mi granito de arena con este breve artículo para contribuir a preservar su significativa herencia intelectual.

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