Mantener la puerta abierta
El régimen quiere clausurar, desde dentro, la puerta por la que accedió al poder. Las iniciativas del presidente que respalda la candidata del oficialismo tienen una marca inequívocamente autoritaria. Ya se ha dicho: restringen el pluralismo, debilitan los arbitrajes, fijan el militarismo. Anulan el régimen constitucional. Nada menos. Se visten, por supuesto, con fraseología democrática, pero pretenden regresarnos a la época en la que una persona podía tronar los dedos y cambiar la constitución. Desde la misma ruta que traza el presidente, la propuesta es una ofensa al pluralismo. Se pretende cambiar las reglas del juego político sin escuchar la voz de quienes no forman parte del bloque gobernante. Ningún gesto hay en la presidencia ni en la candidata del continuismo para hacer del diálogo la ruta para rehacer el marco constitucional. Lo que se pretende es la toma de la constitución.
Esa es la alarma que ha motivado la movilización de miles de ciudadanos en todo el país. El paquete de iniciativas presidenciales es el pliego petitorio del autoritarismo. El sueño es reconstruir aquella hegemonía que permitía a un grupo político mandar sin límite alguno; hacer y deshacer la ley sin negociar con nadie; perpetuar su dominio controlando las llaves del poder. La iniciativa no deja dudas: el régimen pretende secuestrar el acuerdo fundamental. La constitución está bajo amenaza. La pone en riesgo un poder que no reconoce la legitimidad de la crítica, que no percibe en la sociedad mexicana más que la alternativa elemental entre pueblo y antipueblo; un poder que desconoce toda norma que la obstruye y que ataca a cualquier ciudadano que lo cuestiona.
El mensaje de Lorenzo Córdova tocó la urgencia del momento. No desconoció la complejidad de los problemas del país, el caudal de agravios e injusticias, pero defendió como el gran logro de las últimas décadas, el marco del pluralismo democrático que hemos construido. Esa plataforma no fue una concesión generosa del poder, no fue irrupción súbita de unos que vencieron a otros. Fue producto de batallas, movilizaciones y protestas. Fue posible por la disposición de oposiciones y gobiernos para negociar y buscar un espacio de coincidencia. Nadie puede decir que ese marco que nos fuimos dando haya sido impuesto por unos a costa de otros. Esas reglas, esas instituciones, esos procedimientos son patrimonio común y eso es, como bien dijo Córdova, lo que ha de defenderse con toda energía. Solo el acuerdo, solo el consenso que surge del diálogo y del reconocimiento de la pluralidad puede reescribir el estatuto del poder y de la competencia. Y también tiene razón el exconsejero cuando advierte que las instituciones pueden tocarse. Toda decisión pública debe estar abierta a ser reconsiderada. Lo que no es aceptable es que se les pretenda eliminar porque le resultan fastidiosas al poder. Lo que es inaceptable es que, sin negociación, se quiera inhabilitar a las instituciones para que sean incapaces de cumplir cabalmente su función.
La candidata de la repetición no solamente ha aceptado la iniciativa presidencial como si fuera suya. También repite esa letanía de descalificaciones que cancelan cualquier posibilidad de diálogo y que exhiben su desprecio por la discrepancia. Sheinbaum repite las consignas belicosas que niegan a los otros la legitimidad para expresarse. Si la oposición es podredumbre, no merece ser escuchada. No hay en la candidata, como no hubo en López Obrador, disposición para reconocer la plenitud de los derechos de los otros. No hay en ella intención de escuchar las exigencias de los otros. Se ataca al emisor para no atender su mensaje. Ellos no merecen respuesta porque son falsos y son hipócritas. Sin mucha imaginación la reiteradora dice que los otros son delincuentes, son clasistas, son racistas. A su juicio, los únicos demócratas son los que están en su campo.
La candidatura de Sheinbaum no solamente resalta por esa ausencia de imaginación política que la lleva al remedo más chusco de su patrocinador, sino por absorción total de la soberbia moral y la arrogancia histórica del lopezobradorismo.