Mirador
Este amigo con el que tomo la copa -varias- los martes por la noche suele decir siempre lo que piensa, aunque esté sobrio. En cambio yo no lo digo, aunque esté ebrio.
Ayer me escandalizaron sus palabras. Manifestó su convicción en el sentido de que después de la muerte no hay nada, e hizo suyo el verso de Machado: "Lo infinito: cero, cero".
Declaró:
-Si no creo en esta vida ¿por qué voy a creer en la otra? Me agrada la idea de una noche sin final con un sueño sin sueños más profundo que el de cada noche. Eso es mejor que temer al infierno o que aspirar al cielo. En una u otra parte me toparía con gente a la que no quiero volver a ver. Prefiero el requiem eternam, descanso eterno, de la oración mortuoria, pero sin la lux perpetua, pues nunca he podido dormir con la luz prendida.
Raro efecto tiene el vino en ese amigo mío. Lo hace tomar en broma cosas que debería tomar en serio, y tomar en serio cosas que debería tomar en broma.