Un millón de deportados
¿Cómo deportas a un millón de personas? Por la fuerza, con mucha dificultad, separando a las familias y causando una terrible conmoción en la comunidad latina de Estados Unidos.
Pero, aparentemente, ese es el plan si Donald Trump recupera la presidencia, según dijo J.D. Vance, el candidato Republicano a la vicepresidencia, en una reciente entrevista con ABC News. "Empiezas con lo que se pueda lograr", dijo Vance. "Es interesante que la gente se centre en '¿Cómo deportas a 18 millones de personas?'. Empecemos con un millón".
Y Trump está de acuerdo con este plan.
Pedro Rojas, el corresponsal de Univision en la Casa Blanca, le preguntó está semana a Trump si actuaría inmediatamente con este plan de deportar a un millón de personas, si gana la Casa Blanca, y su respuesta fue inequívoca: "Tan pronto como lleguemos [a la presidencia]".
No es la primera vez en que Trump promete algo parecido.
El mismo día que Trump me sacó con un guardaespaldas de una conferencia de prensa el 26 de agosto del 2015, pude regresar para hacerle varias preguntas. Entre ellas, esta: "¿Cómo va a deportar a 11 millones de inmigrantes indocumentados? ¿En autobuses? ¿Va a usar al ejército?".
Y esto contestó Trump: "Déjame decirte, lo vamos a hacer de una manera muy humana. Créeme, tengo un corazón más grande que el tuyo. Lo primero que vamos a hacer es empezar inmediatamente con los pandilleros y los que son muy malos ... Esa gente se va afuera. Se van a ir tan rápido que tu cabeza va a dar vueltas".
A pesar de la palabrería, Trump no contestó mi pregunta. Y se la volví a hacer. "¿Cómo va a deportar a 11 millones?". Y contestó: "¿Sabes cómo se llama? Administrar". La palabra que usó en inglés es "management". En realidad, lo que me quería decir es que su manera de gobernar permitiría la deportación de millones.
No fue así.
Datos oficiales indican que durante los cuatro años de la presidencia de Trump, se deportaron a 936 mil indocumentados, según publicó The New York Times. Y muchas familias fueron separadas. Pero el número de deportaciones nunca se acercó a los 11 millones, como había prometido Trump.
Aun así, tratar de deportar a un millón de personas "tan pronto" empezara una segunda presidencia de Trump sería una tragedia humana y un gigantesco reto logístico y diplomático. Requeriría billones de dólares, la contratación de miles de jueces, personal y agentes, cientos de aviones y autobuses, el uso del ejército o la guardia nacional y una operación militar. Además, debería contar con el apoyo de México y de los países a donde esos inmigrantes fueran deportados. Y por ahora, por ejemplo, sería impensable que la dictadura de Nicolás Maduro en Venezuela aceptara el regreso forzado de miles, o millones, de sus exiliados.
No hay que imaginarse el horror de ver a miles de familias separadas y a niños estadounidenses sin sus padres indocumentados. Eso ya ocurrió en Estados Unidos con la llamada "Operation Wetback" en el verano de 1954, cuando el presidente Dwight Eisenhower ordenó e implementó la deportación de más de un millón de indocumentados, en su mayoría mexicanos.
"Durante 'Operation Wetback', decenas de miles de inmigrantes fueron metidos en autobuses, barcos y aviones, y enviados a partes de México que no conocían", describe el sitio History.com, indicando que muchos murieron de calor o enfermedades mientras estaban en custodia de Estados Unidos. "En Chicago salían tres vuelos a la semana llenos de inmigrantes con destino a México". Se utilizaron tácticas militares para detener a los inmigrantes en ese año y nunca ha quedado claro cuántos ciudadanos estadounidenses fueron también deportados por error.
Esta operación, hace 70 años, ha sido la mayor campaña de deportación que ha vivido Estados Unidos. Pero Trump quiere superarla. Él ha prometido "la más grande operación de deportación en la historia de nuestro país", si regresa a la Casa Blanca.
El problema es que Trump ha escogido al rival equivocado. Los inmigrantes que hay en Estados Unidos no son enemigos de este país. Al contrario, lo han escogido por la admiración y esperanza que les provoca. Desde luego, nadie quiere que los criminales entren a su casa. Pero no hay ninguna evidencia de que otros países estén sacando a criminales de sus cárceles y a enfermos mentales para enviarlos masivamente a Estados Unidos, como ha dicho Trump. Además, estudio tras estudio comprueba que los inmigrantes pagan impuestos, crean trabajos, cometen menos crímenes que los ciudadanos estadounidenses y son menos propensos a ser encarcelados.
Atacar a inmigrantes se ha convertido en una moda en muchos países con el propósito de obtener votos y ventajas electorales. Pero las consecuencias son terribles. Ofrecer a los votantes la deportación de un millón de inmigrantes es una promesa de violencia, destrucción de familias e inyección de miedo en las comunidades latinas.
Mucho más fácil - y barato - que deportar a un millón de personas es un programa efectivo y rápido para legalizarlas. Pero ¿quién está escuchando?