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Fe y poder: el conflicto infinito de Oriente Medio

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Fe y poder: el conflicto infinito de Oriente Medio

ROSARIO ADRIANA MOTA BOLÍVAR 7 ene 2025 - 04:03

Oriente Medio, un lugar de rica historia y una inigualable diversidad cultural y religiosa, se encuentra ahora en una profunda crisis. Esta situación está marcada por una compleja interacción entre intereses políticos, prejuicios religiosos y conflictos estratégicos de importancia internacional. Aunque esto no es nuevo, en los últimos años los eventos han alcanzado un clímax sin precedentes, con implicaciones no solo para los países de la región, sino también a nivel global.

A primera vista, podría parecer que los conflictos en Oriente Medio son principalmente políticos, luchas por poder, recursos e influencia entre estados soberanos o distintos grupos dentro de ellos, pero hay una dimensión más profunda basada en creencias religiosas arraigadas y dogmatismo ideológico. Esta dualidad es una de las características más distintivas de la región.

Una de las líneas divisorias más evidentes es la que separa las principales ramas del Islam: sunita y chiita. Su confrontación, que comenzó en los primeros años del Islam, aún influye en los conflictos en países como Irán (principalmente chiita) y Arabia Saudita (sunita). Sin embargo, el conflicto es tanto político como religioso, ya que ambos países buscan ser líderes en la región, respaldados por sus respectivos aliados, lo que genera una tensión continua.

Este conflicto sectario también se extiende a otros países como Irak, Siria y Yemen, donde las luchas entre chiitas y sunitas enmarcan batallas que han durado décadas. Además, el terrorismo yihadista, con organizaciones como el Estado Islámico (ISIS), ha exacerbado esta división, introduciendo un nivel de violencia y fragmentación sin precedentes.

Una de las principales razones por las que Oriente Medio sigue sumido en una crisis es la falta de estabilidad y representación. Muchos países de la región están bajo dictaduras o sistemas autoritarios que desestiman a grandes sectores de la población en favor de sus propios intereses, manteniendo su control a través de la represión.

A pesar de haber tenido grandes esperanzas en principio de la Primavera Árabe en el año 2011 los llevara a democracias más inclusivas, esa visión terminó por convertirse en una ilusión. Al contrario de obtener una estabilidad la mayoría de los países sufrieron el colapso del Estado, aumentó la violencia extremista al estilo iraquí, y con frecuencia, intervenciones extranjeras, como se manifestó en Siria, donde la guerra civil se transformó en un campo de batalla entre potencias globales y regionales.

La intervención extranjera es otro factor crucial. Potencias como Estados Unidos, Rusia, Irán y Turquía tienen intereses en conflicto en la región. Mientras algunos actúan en contra de un impulso general de paz, otros se centran en satisfacer sus propias necesidades geopolíticas y económicas, especialmente en relación con recursos como el petróleo y el gas. Esto ha añadido una mayor complejidad a un problema que ya era complicado, convirtiéndolo en un enredo aún mayor.

Al mismo tiempo, las causas políticas e ideológicas, la crisis en Oriente Medio está caracterizada por factores sociales y económicos. Muchos países de la región enfrentan altas tasas de pobreza, desempleo y falta de acceso a servicios básicos. Este escenario crea un terreno fértil para el extremismo, especialmente entre jóvenes que ven en los grupos radicales una salida a su desesperación.

Sin esperanza ni vías de expresión, y con restricciones estatales sobre la actividad política, esta frustración los impulsa hacia la violencia.

El auge de las redes sociales desempeña un papel contradictorio. Por un lado, pueden aumentar la conciencia sobre problemas de derechos humanos e injusticias, funcionando como puntos de encuentro para jóvenes y activistas. Sin embargo, estos mismos medios a menudo se utilizan como herramientas de radicalización, propagando ideologías extremistas y contribuyendo a una polarización social que deja un legado negativo para las futuras generaciones.

No hay una solución fácil para la crisis en Oriente Medio. Las causas son profundas, los conflictos son complejos y abarcan a múltiples actores. Sin embargo, la paz requiere que reconozcamos que no podemos simplemente reducir los conflictos a luchas de poder o disputas dogmáticas. Se necesita un impulso más decidido que fomente la cohesión social, respete las diferencias religiosas y culturales, y garantice la plena participación política de todos los grupos en la sociedad.

La intervención internacional, en lugar de la cooperación militar, es clave para lograr un verdadero cambio. Si las potencias mundiales y regionales se comprometieran a ayudar procesos de paz y apoyar a reconstruir la infraestructura social y económica de los países devastados por la guerra, se daría un paso claro hacia la estabilidad.

Resumidamente, la crisis en Oriente Medio es de múltiples facetas y no se resolverá de la noche a la mañana. Sin embargo, si se encuentran formas de diálogo que conduzcan a la inclusión política, al respeto por la diversidad religiosa y a la creación de oportunidades para los jóvenes, podría abrirse la puerta a la paz. Mientras persistan el conflicto interno y la interferencia externa, la región seguirá atrapada en su ciclo de violencia.

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