
¿La dieta keto es realmente saludable? Esto dice la ciencia
Desde hace algunos años, la palabra “keto” se ha vuelto omnipresente en el mundo de la alimentación y el bienestar. Para quienes buscan cuidarse, comer bien y mantenerse en forma, este término ha llegado a asociarse con una solución ideal para alcanzar estas metas.
Sin embargo, el auge de la dieta conocida realmente como cetogénica, también ha traído consigo preocupaciones sobre sus posibles riesgos y efectos en la salud, de los cuales cada vez se habla más debido a su riesgo potencial.
Para hablar de ello, primero hay que entender de dónde viene y en qué consiste.
¿Qué es la dieta keto?
La dieta cetogénica, o dieta keto, se popularizó a principios de la década de 2000 con la idea de que “la grasa no es el enemigo”. Su enfoque se basa en un consumo elevado de grasas (aguacate, aceite de oliva, granos) y una reducción drástica de los carbohidratos, lo que lleva al cuerpo a un estado de cetosis, en el que quema grasa como fuente principal de energía.
No obstante, un estudio publicado en la edición de marzo de 2024 de Current Problems in Cardiology advierte que este tipo de alimentación podría ser un “caballo de Troya”: si bien promete beneficios a corto plazo, sus efectos a largo plazo pueden ser perjudiciales.
¿Saludable o no?
Uno de los principales puntos de controversia de la dieta keto es su relación con la pérdida de peso. Si bien muchas personas han reportado cambios físicos significativos, en muchos casos la reducción inicial de peso se debe principalmente a la pérdida de agua y no necesariamente a una mejora en la composición corporal o en la salud general.
Además, la dieta cetogénica no cumple con los criterios de una alimentación equilibrada. En lo que respecta a la salud cardiovascular, los estudios han demostrado que un patrón bajo en carbohidratos moderado es más beneficioso que una reducción extrema de estos, como ocurre con la dieta keto.
Debido a su alto consumo de grasas, quienes siguen esta alimentación suelen presentar un aumento del colesterol LDL (el llamado “colesterol malo”), lo que eleva el riesgo de enfermedades cardíacas, obstrucción arterial y mortalidad prematura.
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Otros riesgos a considerar
Las dietas bajas en carbohidratos incluyen variantes como la dieta Atkins, la paleo y la South Beach, todas con enfoques similares. Sin embargo, la dieta keto en particular ha sido vinculada con deficiencias de vitaminas y minerales esenciales, así como con un exceso de vitamina K liposoluble, lo que tampoco es óptimo para la salud del corazón. Además, estudios han señalado un incremento en la formación de cálculos renales entre quienes la siguen.
De acuerdo con el informe anual del Consejo Internacional de Información sobre la Alimentación, más de la mitad de los estadounidenses siguen algún tipo de dieta o patrón alimenticio específico. No obstante, la popularidad de la dieta keto ha disminuido en un 4% con respecto a 2023, y es probable que esta tendencia continúe.
Los carbohidratos no son el enemigo
Si bien reducir el consumo de carbohidratos puede ser una estrategia útil en ciertos contextos, eliminarlos casi por completo no es recomendable.
Hay que recordarse muy claramente que los carbohidratos no son el enemigo, sino una fuente esencial de energía para el organismo y desempeñan un papel clave en el funcionamiento del cerebro y los músculos.
Por ello es importante acudir con profesionales de la salud antes de adoptar cualquier régimen alimenticio, lo más recomendable es consultarlos y asegurarse de que la dieta elegida sea realmente adecuada para el bienestar a largo plazo.
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